Rocío había estado esperándolo en la esquina cerca de una panadería que estaba unas dos cuadras antes del colegio, pero al ver que Leroy no llegaba y no asomaba su estúpida cabeza por ningún lado, decidió regresar a su casa, ella no tenía después de todo un representante a quién le llegue las citaciones, de hecho ella tenía tantas citaciones como deseos de que alguien las leyera, pero solo una de esas cosas las pudo tener por momento. Dado que se regresó a su casa decidió pasar comprando unos rollos de canela para ella y Leroy, y cuando menos se lo esperaba, ella se hallaba perdida en la jungla de la ciudad en donde creció, intentó ir de callejón en callejón y se dio cuenta de la presencia de su amado mejor amigo el mismo que en voz baja hablaba sobre pedirle matrimonio a alguien, Rocío estaba pensando y ella sabía que amaba a Leroy, pero la presión de llevar puesto un anillo y quedar atada con alguien por el resto de su vida, no le interesaba en absoluto, es más, le espantaba esa idea, al llegar a la casa después de un largo trayecto y después de pensar muchas veces en lo que si escuchó.
-Vamos antes que me arrepienta-dijo una Rocío sonrojada, enojada y muy pensativa al ver al posible amor de su vida.
-¿Tan animada estás de pasar un tiempo conmigo? ¿te me vas a declarar?-dijo Leroy en un tono burlesco e intentando no demostrar que lo que preguntó era realmente un deseo.
Ambos fueron sonrojados a la plaza para poder esperar por el bus, el mismo que no llegaba, ambos estaban en las banquetas de una heladería pequeña que estaba en la esquina de la parada.
-Disculpen, van a comprar algo o sólo vienen a ocupar los luares de unos posibles clientes?-dijo un señor sonriendo mientras que con fuerza apretaba un vaso de vidrio que era usado para servir helados.
-Perdone, tiene conos?-dijo Leroy.
-Sí, por supuesto, quiere uno? de qué sabor?-dijo el heladero entusiasmado.
-No, de hecho quiero una paleta de chocolate y la retrasada a mi lado quiere un helado de vaso- dijo él mientras aguantaba un golpe encajado en su hombro dado por la chica a su lado.
Rocío estaba sonrojada y con ganas de ir a su casa la misma que era la casa de Leroy, pero bueno, al menos contaba con su propia habitación la cual quedaba al otro extremo del pasillo donde se encontraba la habitación de su mejor amigo. Ella estaba indecisa, quería pegarle, halarle el cabello, encajarle un puño en el vientre, v¿besarlo, tener sus hijos, soportar sus llantos, odiarlo y hacerle calzón chino en esos instantes, ella estaba demasiado sonrojada.
Leroy por su cuenta sólo quería poder poner sus sentmientos en orden y decir lo que siente, había una pregunta que tenía miedo de hacer ¿Qué somos?, en cada momento que se veían, que él la veía, sentía unas ganas inmensas de preguntarle, saber la verdad de una vez por todas y por un momento en su miserable vida no sentirse mal, pero él sabía que esa pregunta iba a dañar una relación posible con ella y no quería apartarse de la persona que amaba, además ya se habían besado, él le había dicho que no se vaya, pero ninguno de los dos ha avanzado tanto como para decir por una vez por todas qué eran, Rocío lo quería, Leroy la quería, pero hablar de eso era como darle una patada en el estómago a un enfermo de gastritis, el idiota o bien muere o se va para siempre, ese era el miedo de Leroy hacia tal inmensurable pregunta.
-Oye, por si acaso...no...quieres...comer costillas de puerco? dijo Leroy intentando sonreír mientras Rocío lo miraba de forma extraña, él le había escrito un poema de amor, algo que no era común entre él y ella.
-Lee el maldito poema, rápido, idiota!-dijo Rocío sonrojada y con su mirada clavada en un helado con chispas de chocolates.
-Quieres chispas con tu helado?-dijo Leroy.
-Lee el puto poema- dijo Rocío cerrando sus ojos mientras le miraba a Leroy con una mirada amenazadora y muy roja.
-Te lo daré al final de la cita, nunca dije que es un poema, imagina si es una carta suicida y cuando acabes de leerla me tire un balazo, o, mira, nuestro helado llegó, me moría de hambre.
Ambos recogieron sus helados y cuando los estaban acabando llegó el bus que los transportaría hacia el resto de la primera cita de ambos.