La Historia que Nunca Tuvimos

ANTES DEL SIEMPRE

—No puedo creerlo —dijo Dani, entre emocionada y frustrada—. ¡Es lo más romántico que he escuchado en mi corta vida… y me lo perdí!

—Todavía siento que fue un sueño —sonreí—. Pero cuando esta mañana lo vi fuera de mi casa, esperándome con su sonrisa… supe que era real. Soy su novia, Dani. ¡Soy la novia de David!

Dani me abrazó. Su voz temblaba.

—Estoy tan feliz por ti, Naty. De verdad. Te mereces un amor tan grande como tu corazón.

—¿Estás llorando?

—¡Un poco! Es que fue tan romántico… Quiero encontrar a mi propio David —se limpió las lágrimas con la manga del suéter.

—Y lo vas a encontrar. Y cuando lo hagas, lo amenazo con sacarle los órganos si te hace daño.

—He creado un monstruo… y me encanta —rió.

No sé exactamente cuándo pasó.

Solo sé que un día abrí los ojos… y él ya era parte de todo.

De mis días.
De mis rutas.
De mi paz.

David no solo se volvió mi novio.

Se volvió mi casa.

Ahora llevamos casi un año juntos y si alguien me hubiera dicho hace once meses que esto iba a pasar, le habría sonreído con la certeza de que los milagros eran para otras personas.

Pero sucedió.

Y fue hermoso.

En casi doce meses, pasaron muchas cosas.

La primera vez que fuimos al cine.

Nos perdimos en el camino, discutimos por cuál combo de palomitas pedir, y terminamos viendo una película tan mala que reímos más de lo que debimos.
Salimos del cine empapados por la lluvia, corriendo sin dirección, y al llegar a casa, él me dijo que ese había sido uno de sus mejores días.

Y yo le creí.

La primera vez que cocinamos juntos.

Hicimos pasta.
Se nos quemó.
El queso nunca se derritió.
Pero David la comió como si fuera un platillo de cinco estrellas.

—Cuando estás tú, todo sabe bien —me dijo, y me besó la nariz.

Nuestros paseos después de la escuela.

Siempre con su mochila en mi espalda y su mano tomando la mía. Se detenía en cada esquina para tomarme fotos sin avisar. Un día, me regaló un portarretratos con una imagen mía mirando hacia la ventana.

—Así te vi por primera vez —susurró.

Nuestras peleas.

Las pequeñas, las tontas, las de celos o cansancio. Siempre terminaban igual:
con disculpas sinceras, abrazos largos, y esa forma suya de decir “no me voy a ir” sin usar palabras.

Los domingos de películas.
Mi cabeza en su pecho.
Su mano jugando con mi cabello.
Sus latidos marcando el ritmo de mi paz.

El día que me dijo “te amo” sin decirlo.

—¿Sabes qué eres para mí? —me preguntó.

—¿Qué?

—El lugar donde todo empieza a tener sentido.

Y yo le respondí con un beso. Porque a veces no hace falta más.

Mi mamá aprendió a amar su presencia, Dany lo aceptó como parte del paquete. Y yo… yo dejé de tener miedo.

No porque él me salvara, sino porque con él, yo me salvé sola. Y él solo me sostuvo mientras lo hacía.

Hablamos de un futuro. Sin apuros. Sin presiones. Pero con la certeza de que queríamos compartirlo.

—Cuando terminemos la prepa —me decía David—, quiero buscar una beca, y tú podrás estudiar lo que quieras. Donde sea. Yo me adapto. Podemos alquilar un departamentito chiquito. Con plantas y una cafetera vieja que siempre se descomponga.

—Y un gatito —decía yo.

—Y un gatito. Que se llame Teo, como tu peluche.

Nos reíamos, pero sabíamos que era en serio.

Que esos planes de “algún día” ya no eran fantasías… eran el esqueleto de una vida que queríamos construir juntos.

A veces hablábamos de casarnos, no como una necesidad. Sino como un acto de fe.

—No sé si será en una iglesia o en la playa —me decía—. Pero sí sé que quiero que seas tú la que diga “sí”.

Yo le decía que estaba loco, pero por dentro… ya me lo imaginaba.

Éramos tan jóvenes y aún así… todo se sentía tan claro, tan eterno, tan simple.

Esa semana íbamos a celebrar nuestro primer aniversario y él planeó algo, no me quiso decir qué. Solo me pidió que confiara. Como aquella vez. Como siempre. Y yo, con el corazón en paz, acepté.

No sabía que esa sería la última vez que todo sería perfecto.

Pero en ese momento… lo era, y eso bastaba.

“A veces uno no sabe cuándo es el último día de su vida normal.
Pero si lo supiera… ojalá fuera uno como ese.”




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