—No puedes seguir así, David —dijo Dany en voz baja, pero con firmeza—. Esto ya se está saliendo de control.
David apretaba los puños. Miraba al suelo. No respondía.
—Ella estaba feliz. Todo parecía estar funcionando, le pedí matrimonio —murmuró al fin.
—¿Funcionando? ¿Eso crees? Está empezando a notar que algo no encaja. ¡Esto no es una vida real, David! ¡Es una mentira!
Él levantó la mirada.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué le diga que todo está mal? ¿Que el mundo donde cree estar es solo un reflejo de lo que desea? ¿Que yo…?
Dany retrocedió un paso. Lo había oído antes. Pero nunca con esa voz quebrada.
—Yo la amo, Dany. Más que a nada. Sé que puedo hacerlo, ella es mi vida entera.
Dany bajó la mirada. Le temblaba la mandíbula.
—No es eso. Tú eres parte de su luz, pero… hay cosas que tú no puedes reparar. Tú no perteneces a este lado, David. Y cada vez que se aferra más a ti, más se aleja de mí, de todos.
David se quedó en silencio. Trizado. Lleno de amor y de impotencia.
—Solo te pido que pienses en ella —susurró Dany antes de irse—. No en ti.
—¿Te vas? —preguntó David, extrañado al verla con su mochila cruzada al hombro y las llaves en la mano.
—Solo un rato. Tengo… algo que hacer.
David frunció el ceño.
—¿Qué cosa es tan importante justo ahora? No deberíamos separarnos ahora.
Dany lo miró, seria. Su tono ya no era dulce ni evasivo como otras veces.
—Tengo cuentas pendientes por cobrar.
Y antes de que él pudiera decir algo más, cruzó el umbral y cerró la puerta detrás de ella.
David se quedó quieto, sintiendo por primera vez que no era el único que había estado conteniendo algo.
Desde hace unos días… mamá ya no está cuando me despierto. Al principio pensé que había salido a comprar algo, luego pensé que tal vez necesitaba aire, no la había visto desde ese momento en que defendió a Dany de los chicos que la molestaban.
Esta mañana, cuando fui a su habitación, estaba vacía. La cama tendida. Ninguna prenda fuera de lugar. Como si nadie la hubiera ocupado en semanas.
—¿Dónde está mi mamá? —le pregunté a David cuando lo vi entrar con flores y pan dulce.
—Seguramente salió temprano —dijo sin dudar, dándome un beso en la frente.
—Pero no dejó nota. Y no responde los mensajes. Ni siquiera he podido contarle del compromiso
—Quizás está ocupada con algo importante. Te va a escribir más tarde, ya verás.
Asentí.
Pero algo en su voz me supo a excusa.
—Ven anda, durmamos un rato, quiero abrazarte por un largo rato.
La calle estaba casi vacía. El cielo gris, como si supiera que algo estaba por romperse. Dany caminaba con paso firme, las manos dentro de su sudadera, el corazón golpeándole el pecho como si intentara advertirle algo. Pero ya había tomado una decisión.
La encontró en el mismo lugar de siempre: el parque viejo junto al canal, donde solía reunirse con sus amigos cuando querían embriagarse. Valeria estaba sentada en una banca, con el cabello recogido en un chongo desordenado y los ojos clavados en el suelo.
No se sorprendió al verla llegar.
—Sabía que vendrías —dijo sin levantar la vista.
—Y aún así estás aquí —respondió Dany, firme.
Silencio.
—No pensé que fueras a hablarme. Pensé que después de todo… me odiabas.
—Te equivocas —Dany se cruzó de brazos—. No te odio. Pero si tuviera que elegir entre eso y perdonarte… no sé qué elegiría.
Valeria levantó la mirada. Tenía el rostro pálido, más delgado, con ojeras marcadas. Como si la culpa se le hubiera instalado en la piel.
—Yo no quería… No iba a pasar así.
—Pero pasó.
La voz de Dany fue cortante. Valeria parpadeó varias veces, como si las palabras la golpearan físicamente.
—Solo quería que sintieran lo que yo sentí. Lo que David me hizo, el me rechazo, me lastimó, se que yo era novia de su hermana pero no lo pude evitar, el, el tiene esa magia que prefirió darle a esa mocosa sin chiste
—Esto no tiene nada que ver con Natalia —espetó Dany, dando un paso al frente—. Ni con David. Esto es tu veneno. Tu ego. Y ahora hay una chica peleando por su vida porque tú no pudiste soltar el pasado.
Valeria apretó los dientes. Se notaba que había repasado ese momento mil veces, buscando justificaciones que ya no le servían.
—No lo planeé así. Quería que se asustaran. Que sintieran miedo. Que supieran que yo podía…
—¿Qué? ¿Romper una vida? ¿Dos?
—¡No sabía que él iba a morir! —gritó Valeria, y su voz tembló—. ¡Yo solo quería que frenaran! ¡Que se detuvieran! ¡Que me vieran!
Dany se acercó más, con la voz helada.
—Y ahora los ves, ¿verdad? A uno bajo tierra. Y a otra… atrapada en un sueño que no entiende. ¿Eso era lo que querías?
Valeria rompió a llorar. Las manos le temblaban.
—No sé qué hacer…
—Yo sí —dijo Dany, firme—. Te vas a alejar. No vas a acercarte a Natalia. No vas a hablarle. No vas a intentar justificarte. Porque si lo haces, voy a ser yo quien se encargue de que todo el mundo sepa lo que hiciste.
Valeria asintió entre sollozos.
—¿Y tú? ¿Tú qué vas a hacer?
Dany se quedó en silencio unos segundos, mirando el cielo sin estrellas.
—Yo voy a cuidar lo que tú rompiste. Y algún día, si ella despierta, le contaré la verdad. Pero no hoy. Hoy no pienso dejar que nada la arrastre hacia ese dolor.