La Historia que Nunca Tuvimos

HASTA ENCONTRARTE OTRA VEZ

La noche estaba tranquila. La ciudad dormía, pero yo no. No lo hacía mucho últimamente.

Caminé lentamente hacia mi habitación. La madera del suelo crujía con suavidad bajo mis pasos. Ya no era esa adolescente que se escondía detrás de sus cuadernos.
Ahora era una mujer… una que vivió muchas cosas, pero eligió una sola verdad para quedarse a vivir en ella: lo amé. Lo amé como no se ama dos veces en esta vida.

Me detuve frente al closet, abrí las puertas y me incliné para sacar esa vieja caja color vino que había guardado por tantos años. La coloqué sobre la cama con cuidado y comencé a sacar los recuerdos, uno por uno.

Fotos con Dany, de esas donde reíamos sin filtros. Un ticket arrugado de aquella cafetería donde platicamos David y yo por primera vez. Un pedacito de papel con su letra: "A veces los lugares vacíos son los mejores para encontrarte. Hoy por ejemplo".

Sonreí. Y también lloré un poco. Porque recordar a quienes ya no están es una forma de seguir abrazándolos.

Todavía recordaba todo lo que pasamos juntos mientras estaba en coma, toda esa historia que nunca tuvimos, pero que se sintió igual de hermosa.

Cuando me levanté para devolver la caja al closet, algo cayó con suavidad.

Era su sudadera, la que me había prestado mil años atrás… y que aún olía a un recuerdo suyo.

La tomé y al colocarla en mis brazos, sentí un bulto dentro de uno de los bolsillos. Metí la mano. Y ahí estaba. Una carta. Sellada, con mi nombre escrito en el sobre

Me senté en la orilla de la cama. Y la abrí.

Mi dulce Natalia,

No sé cuándo leas esto. Tal vez pasen días, tal vez pasen años. Tal vez… estés sola, como nunca quise que estuvieras. Y me duele.

Porque si alguien merecía un amor para siempre, eras tú, pero sé que tu corazón decidió esperar por mí. Y yo… nunca dejé de buscarte.

Quiero que sepas que no hay momento más mágico que ese en el que me miras, en cualquier vida, y tus ojos me dicen “aquí estoy”. A veces no entiendes por qué me amas tan rápido, por qué confías en mí sin explicaciones.

Es porque ya me has amado antes.

Y aunque el destino ha sido cruel, separándonos una y otra vez, te juro que cada dolor, cada pérdida, cada vida… vale la pena. Porque siempre llega ese momento en el que te encuentro y entonces, todo tiene sentido otra vez.

No importa si debo volver mil veces, te buscaré mil más. Porque tú eres mi hogar.
Mi alma reconocería la tuya incluso en la oscuridad.

Y cuando duermas… cuando por fin cierres los ojos por última vez en esta vida, búscame. Estaré ahí, como siempre. Con mi voz lista para decirte lo único que importa:

“Te amo Natalia.”

Con todo lo que soy, en todas mis formas, en todas mis vidas.

David.

Mis manos temblaban. Mis lágrimas ya no eran tristes, eran de paz.

Me recosté lentamente, sosteniendo la carta contra mi pecho.

Y antes de cerrar los ojos por última vez… susurré:

—Por favor, esta vez no me dejes olvidarlo

Una brisa suave acaricia la playa. Una cámara cuelga del cuello de una chica joven, de cabello suelto y mirada clara. Ella sonríe mientras toma fotos del mar, enfocada en llenar un álbum casi idéntico al que una vez le regalaron. Página a página, captura cielos, olas, huellas. Como si buscara algo. Como si… recordara algo que no sabe explicar.

Se sienta en la arena. El viento agita su vestido blanco.

Siente que a su vida le falta algo, le falta él, su gran amor, esta vez si lo recordó, esta vez si sabría quien es cuando lo encontrara y esta vez iba a aprovechar cada instante al máximo, no hay necesidad de conocerlo de nuevo, su alma ya lo conocía perfectamente, él, el muchacho que le robó el corazón, que la invitó a creer de nuevo en historias de amor, aquel chico misterioso que no necesitó grandes regalos para demostrarle su amor, solo necesitó amarla.

-No importa cuánto tiempo tardes, aquí estaré- susurró

Y entonces, sin previo aviso, una silueta aparece a su espalda.
Ella no se giró. Pero sus ojos se iluminaron.

Y una voz suave, familiar, eterna… susurra:

Hola, amor mío.

Ella sonríe.
Porque lo sabe.
Siempre lo ha sabido.

Y en ese instante…
el mundo vuelve a empezar.




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