Christopher se encontró con Rodrigo y Marcelo veinte minutos después de que Lisey se marchara de la cafetería del colegio. Iba sonriendo. Sus amigos seguían sentados en la misma mesa, sumergidos en una tonta discusión sobre cuál de los dos ganaría en un videojuego de guerra.
—Se trata de técnica —decía Rodrigo —no es sólo matar por matar.
—Te haría pedazos en un segundo, a ti y a tu técnica —replicó Marcelo.
Rodrigo abrió la boca para responder, pero entonces se fijo en Chris.
—Miren a quién soltaron temprano —se burló Marcelo con picardía, ante la cara de piedra que había aparecido en el rostro de Rodrigo y la sonrisa boba que traía Chris en ese momento.
—Cállate, Benítez —respondió White, aunque las palabras de su amigo no le habían molestado.
—Bah —bufó Marcelo y se rió.
—¿Dónde está Lisey?—. Preguntó entonces Chris, mirándolos a ambos.
Rodrigo no le devolvió la mirada, parecía estar fascinado con el cartón vacío del jugo que se había tomado, así que fue Marcelo quién respondió, con su habitual desfachatez.
—Se ha ido a casa.
—¿Por qué no se fueron con ella?
—Parecía querer estar sola —dijo Rodrigo y finalmente lo miró.
—Sí, supongo que así es.
Chris dejó vagar la vista. Aún había algunas mesas ocupadas, con alumnos que, como ellos, no tenían nada que hacer. Pensó en Lisey, en sus pesadillas y en esa parte de su vida que ella prefería ignorar.
—Chris —lo llamó Marcelo con suavidad.
—¿Qué?
—Tú sabes algo.
—No sé de qué estás hablando.
—Claro que lo sabes. ¿Qué está pasando con Lisey?
—Eso es asunto suyo —replicó Chris y se colgó la mochila al hombro para encaminarse a la salida.
Rodrigo y Marcelo se apresuraron a seguirlo.
—¿Tiene algo que ver con… ya sabes que?
Le preguntó Rodrigo mientras caminaban por el pasillo, el cual se hallaba desierto.
—No.
Y era verdad… al menos en parte. Sabía que la pelirroja no relacionaba sus pesadillas con su don, sino con lo ocurrido en la cripta cuando tenían nueve años, sin embargo, Chris sospechaba que todo se relacionaba de alguna forma.
—Entonces, ¿qué pasa?—. Preguntó Marcelo, haciendo que se detuviera.
—Nada.
Chris intentó zafarse, pero ninguno de los dos lo permitió. Sabía que les preocupaba Lisey tanto como a él. White era consciente de esto, pero contarles sobre eso lo hacía sentir incómodo, era como ir regalando la intimidad de su mejor amiga a todo aquel que se le pusiera por delante. Y entonces miró a Rodrigo y a Marcelo. Las cosas no eran así, no con ellos. Ellos sabían y ellos lo habían ayudado a salvarla.
—De acuerdo —respondió con resignación —se los voy a decir, pero tienen que prometerme que Lisey no sabrá que se los dije.
—Prometido.
Dijo Marcelo con rapidez, pero Rodrigo lo miró con atención. Tal vez no era tan inteligente como Lisey y Chris o tan carismático como Marcelo, pero era el más astuto de los cuatro.
—Está bien, yo también lo prometo —accedió al fin.
—La cosa es que Lisey…
Empezó a hablar Chris, tratando de no sonar afligido ni preocupado, pero una voz les hizo dar un salto:
—¿Qué hacen, maricas?
Se giraron con rapidez. La Pandilla de Capullos por Excelencia se acercaba a ellos por el pasillo. Jonathan al frente, con las manos en los bolsillos y un gesto de aburrimiento en el rostro, a su lado iba la tímida Bev, seguida por Matt Sandoval y Regina Belle, pero quién había hablado se encontraba al otro lado de Jonathan; Fred Blake, el apodado “hijo de Wayne”.
—Nada que te importe, capullo —le respondió Rodrigo.
Chris frunció el ceño y empezó a caminar, no quería una pelea con esos tipos en ese momento. Tenía cosas más importantes en la cabeza.
—White, espera.
Chris rodó los ojos con fastidio, pero se volvió hacia Jonathan.
—¿Qué?
—Trabajo de Literatura. ¿Te suena?
Chris chasqueó la lengua, claro que le sonaba. Para su mala suerte le había tocado hacer equipo con Jonathan Newton.
—Será en otro momento, ahora tengo que…
—Escúchame bien, White, tal vez a ti no te importe, pero a mí sí.
—¿Ah sí?—. Y a pesar de sus pocas ganas de buscar pelea no pudo contenerse —y si reprobamos, ¿qué me harás? ¿Me golpearás como a esos pobres infelices que tienen la mala suerte de mirarte a la cara?
Sin embargo Newton tampoco estaba buscando pelea.
—Mañana, después de la última clase. Te veré en la biblioteca.
Tras lo cual Jonathan se alejó, seguido por su pandilla, aunque Fred se quedó un segundo más para intercambiar unas palabras con Rodrigo, las cuales este respondió con el mismo entusiasmo.
—Gilipollas —siseó una vez que se hubieron marchado.
Marcelo rodó los ojos, pero se volvió hacia Chris.
—¿Qué ibas a decirnos?
—Olvídenlo.
Y Chris se marchó sin darle tiempo a añadir algo más. Rodrigo y Marcelo se miraron.
—¿Tú crees que…?
—¿Tiene que ver con “eso”?
Terminó Rodrigo por él, mientras sacaba una paleta de caramelo del bolsillo y la desenvolvía.
—Sí, lo creo.
—Mierda —dejó escapar Marcelo, aunque sin muchas ganas. Pensó en Lisey, en los brazos de Chris, con el cuerpo lleno de arañazos.
Rodrigo se llevó una mano al cabello. Estaba pensando en la cripta, quizás deberían volver… Sí, quizás eso necesitaban.