Marcelo insistió en acompañar a Chris hasta su casa. Rodrigo no se molestó por ello, se había puesto de bastante buen humor cuando Benítez había llegado a la biblioteca y había comenzado a molestar a Blake. Newton no se había inmutado, aunque con un tipo tan seco como ese era imposible saber cual era su estado de ánimo.
—En serio, Marcelo, no es necesario. Deberías irte ya o te vas a perder a tus conejitas.
—¿Cuáles conejitas?—. Se indignó el chico, mientras Rodrigo rodaba los ojos—. No tengo ningún apuro en llegar a casa —añadió el rubio, pero sus amigos supieron casi al momento que mentía. Era increíble la capacidad que tenían para entenderse sin palabras.
—Escúpelo —ordenó Chris.
Rodrigo lo secundó, mientras se buscaba algo de comer en los bolsillos del pantalón.
—Tuve un… eh, un mal presentimiento.
—¿Lisey?
—No. Tú.
—Así que ahora eres un psíquico —se burló Rodrigo.
Marcelo se encogió de hombros, pero continuó mirando a Chris. Siempre había sido así, aunque ninguno lo dijera, siempre habían mirado a Chris como su líder.
—No pasa nada, Marcelo. Ya hemos llegado a mi casa.
Y así era. Marcelo volvió a encogerse de hombros. Era probable que tuviera razón, que hubiera exagerado, pero, bueno, cuando se tenía una amiga que podía ver espíritus acababas por creerte casi cualquier cosa.
—Bueno, entonces me voy.
—Mañana a las once pasamos por Lisey —le recordó Rodrigo.
Benítez asintió y se marchó, con las manos en los bolsillos y con su andar confiado de siempre.
—¿Qué fue eso?
—¿El qué?
—Eso de mañana a las once. ¿Qué, van a salir con Lisey?
—Sí, iremos al cine.
—Ah.
Chris buscó las llaves en su bolsillo con una mano, preguntándose si Avril estaría en casa, porque no le apetecía recibir un insulto y un regaño en ese momento.
—Te hubiera invitado —continuó Rodrigo —pero supuse que habías quedado con Virginia.
—Sí, iremos al parque.
Rodrigo asintió.
—Adiós entonces.
Chris entró en casa. Por un momento pensó que debería cancelar su cita con Vicky y salir con sus amigos. Negó con la cabeza. Tenía mucho tiempo para estar con ellos.
—¡Mamá! ¡Ya estoy en casa!
Su madre no respondió, pero Avril se asomó por la cocina, con el teléfono en la mano, le lanzó una mirada asesina. Chris cerró la boca y se apresuró a ir a su habitación. Cuando Avril hablaba por teléfono con alguna de sus amigas era mejor no interrumpirla.
Su habitación era un desastre, había ropa tirada por todas partes, algunos libros en el suelo y el escritorio lleno de papeles, pero al menos la cama se encontraba libre. Chris cerró la puerta y se acostó. Por fin era viernes. No más escuela, no más lecturas en clase, no más preocupaciones hasta el lunes. Todo lo que le quedaba por delante era un largo y perezoso fin de semana en compañía de Vicky.
Y entonces pensó en las palabras de Marcelo. Un mal presentimiento. Pero, ¿qué no aquellas palabras venían a confirmar lo que había estado sintiendo últimamente? Aunque tenía que admitir que se trataba de Lisey, porque, a veces, parecía que todo lo malo estaba relacionado con ella.
Era cierto que Rodrigo ya tenía la brújula en la cabeza desde antes de conocerla, pero, ¿qué acaso no se había intensificado después de conocer a la pelirroja? Y, ¿qué había de la telepatía que a veces había entre ellos, siendo inmune Lisey? ¿Podría ser que sólo se conocieran demasiado bien? Pero ya sabía que no era así, aunque una cosa era adivinar lo que sus amigos estaban pensando y otra muy distinta era saber lo que iba a pasar. Marcelo hablaba casi de ver el futuro y eso era imposible.
Lisa Marsh.
Ella veía espíritus, pero de igual forma no era lo mismo que ver el futuro.
Pero entonces, ¿por qué sentía que algo se avecinaba? Chris se enderezó y se llevó las manos a la cabeza con el aire distraído que tanto adoraba Lisey.
—¡Christopher! ¡Baja a comer!—. Lo llamó Avril a gritos.
Chris no tenía nada de hambre, pero obedeció, aunque le incomodó sobremanera el pensar que tendría que comer a solas con su hermana mayor. Justo entonces Carolina, su madre, salió de la cocina con dos platos.
—Mamá, ¿estabas en casa?
—No, cariño, acabo de llegar. ¿Y tú? ¿Llegaste muy tarde?
—Llegó hace un rato —informó Avril con esa voz odiosa que Chris tanto detestaba.
—Tuve que quedarme en la biblioteca terminar un trabajo —respondió el menor de los White de inmediato.
—¿Estabas con tus amigos?
—Sí.
—Quizás deberías llamarlos, ¿no, mamá?—. Sugirió Avril y volvió a la cocina.
Su hermana era casi tan alta como él, con el mismo cabello negro y los mismos ojos azules, pero constantemente su rostro estaba marcado por el disgusto, haciéndola parecer cinco años mayor de lo que era.
—No será necesario que los llame —le dijo su madre —estoy segura que me has dicho la verdad.
Y le hizo una leve caricia en la mejilla. Carolina Monacillo era una mujer todavía joven, tenía los ojos castaños y el cabello negro, corto hasta el hombro y, a diferencia de su hija, siempre tenía una sonrisa en el rostro y una palabra amable para cualquiera que se le acercara.
Chris la siguió al comedor, por lo visto su padre no iría ese día a comer.
—Ve a lavarte las manos.
—Ya lo he hecho —mintió Chris, mirando la larga mesa del comedor. Su atención se fijó en los vasos de vidrio y en el suave reflejo que estos daban.
Recordó que Lisey evitaba los reflejos por temor a lo que pudiera ver en ellos. A veces esas visiones se presentaban en los momentos más inoportunos. Chris recordó una vez cuando tenían once años, él estaba jugando futbol con Marcelo y otros chicos, mientras Lisey y Rodrigo los miraban. Recordó que su amiga había comenzado a gritar y tuvieron que suspender el partido cuando todos creyeron que a Lisey le había dado un ataque.
Pero la verdad era que la pobre chica había visto un charco de sangre extenderse desde los baños, ella había asegurado que parecían formar imágenes y que alguien había sido asesinado en el baño. Chris había entrado (no estaba de más asegurarse), pero no había nadie ahí. Y mucho menos una persona asesinada.
Sin embargo, como la pelirroja continuó inquieta los días siguientes, Chris, Rodrigo y Marcelo habían decidido investigar; y había resultado que la chica tenía razón. Veintitrés años atrás un joven había sido brutalmente asesinado en los baños. Nunca se atrapó a su agresor y la imagen que Lisey había descrito Chris la había visto en una fotografía del periódico que cubrió la noticia.
—Unas chicas del colegio me invitaron a pasar las vacaciones con ellas en Ciudad Vainilla —decía Avril a su madre, sacando a Chris de sus pensamientos y de sus recuerdos—. ¿Puedo ir, mamá?—. Añadió con su mejor voz.
—Lo siento, cariño, pero la respuesta es no.
—¿Por qué, mamá?
Y las dos entraron en la cocina. Chris rodó los ojos. Las vacaciones se acercaban, era cierto. En otras circunstancias hubiera empezado a planear el tiempo con sus amigos, ir de campamento, a la feria, a pescar, pijamadas en casa de Lisey, ya que sus padres no solían dejarla dormir fuera, aseguraban que por ser niña, pero Chris sabía que no era precisamente por eso. La prueba estaba en que cuando los cuatro se iban de campamento con Fernando, el hermano mayor de Rodrigo, la dejaban dormir fuera sin ningún problema.
El verdadero problema era dormir en casas ajenas y que Lisey tuviera pesadillas, visiones o visitas nocturnas. Sus padres y Luke conocían su don, naturalmente, pero no solían contarlo a los extraños, hasta que ellos se habían hecho amigos de Lisey.
Su madre volvió con la sopera en una bandeja, dejándola en la mesa antes de tomar asiento.
Obviamente la familia de Chris no estaba al tanto de las capacidades de Lisey, ni tampoco las familias de Rodrigo y Marcelo.
—Ven a comer, Avril —llamó Carolina, sirviendo la sopa en sus platos azulados.
Avril obedeció, pero tenía la boca fruncida, tenía diecisiete años, pero a veces se comportaba como si tuviera cinco.
—¿Papá no vendrá a comer?—. Preguntó Chris, tratando de aliviar un poco la tensión. Avril lo fulminó con la mirada, como si la hubiese ofendido gravemente.
—No, me llamo para decirme que está atrapado en medio de una cirugía.
Chris la miró con expresión interrogativa. Su padre, Dorian White, era médico cirujano y siempre que iba a tener cirugía al día siguiente les contaba todos los detalles, por lo cual Chris se había extrañado de aquello, no tenía ni idea de que su padre estaría en el quirófano ese día, aunque tenía que reconocer que últimamente no hablaba mucho con él.
—Fue una cirugía de última hora —explicó su madre —Nikola Creed no pudo asistir y era él quién iba a sacarle el quiste a la mujer.
—¿Por qué no pudo?
—Dijo algo sobre su auto, pero lo más seguro es que se haya quedado tomando unas cervezas.
Chris también lo creía y casi estaba seguro de dónde se podía encontrar a Nikola Creed; en casa de Rodrigo, poniéndose ciego de alcohol con el padre de este.
—Mamá —dijo Avril —¿puedo salir esta noche con Bea y Ángela?
—¿A dónde van a ir?—. Preguntó Carolina.
Habían comenzado a comer. Chris pensaba en que seguramente Rodrigo y Fernando le robarían un par de cervezas a su padre. Imaginó la llanada de su amigo, invitándolo a unirse a su festejo privado.
—Erik Castán dará una fiesta en su casa.
—¿Quién es Erik Castán?—. Preguntó Chris, le parecía que su hermana hacia nuevos amigos a una velocidad alarmante.
Avril hizo mala cara.
—No es asunto tuyo.
Y de no haber estado su madre presente seguramente hubiese agregado algún insulto.
—¿En dónde vive?—. Le cuestionó Carolina con calma.
—Vive en la esquina de la calle de Bea. ¿Puedo ir, mamá?
—Pero debes llegar antes de las once.
—Sí, mamá —y finalmente Avril sonrió.
Chris pensó en seguir provocándola pero desistió. Conociendo a su hermana sabía que tarde o temprano lo pagaría.
—¿Cómo te fue en la escuela, Chris?
Se interesó Carolina una vez que hubo dado el tema por terminado con Avril, quién estaba más calmada.
—Bien.
—¿Te dejaron mucha tarea?
—No.
—Ese trabajo que te quedaste a hacer —intervino Avril —¿de qué era?
—De Literatura, tuve que hacer equipo con Jonathan Newton, pero Rodrigo y Marcelo estaban conmigo.
—¿Y Lisey? ¿Dónde estaba?
Se interesó su madre e intercambió una mirada con Avril que Chris no supo interpretar.
—Se fue a casa —dudó un momento —su madre quería que llegara temprano a casa.
Terminó mintiendo, porque lo cierto era que casi no había hablado con Lisey ese día, aunque sí había hablado de ella con Rodrigo en la biblioteca, ante la mirada indiferente de Newton, pero con un tipo como él era difícil saber si estaba prestando atención o no.
—Hace mucho que no la veo por aquí —comentó su madre —nos ha tenido muy abandonados.
—Ha estado muy ocupada.
Chris se concentró en su comida, su madre tenía razón, hacia un tiempo que no llevaba a Lisey a casa. ¿Por qué? Por Virginia, naturalmente, ella era consciente que Lisey era su mejor amiga, pero también de que ella era su novia y merecía que le diera su lugar como tal.
—El señor Bouvier me comentó que su hija y Lisey se llevaban muy bien.
—Es que a Lisey le tocó hacer su trabajo con Ilse.
¿Podemos dejar de hablar de ella? Pensó entonces, un poco contrariado por el repentino interés de su madre hacia la pelirroja, pero casi enseguida otro pensamiento surgió: ¿qué pensaría su madre si supiera que Lisa podía ver espíritus?
Una de las razones por las cuales no pensaba contarle nunca a su madre sobre el don de Lisey era porque una vez que empezara con eso no terminaría hasta contarle que Rodrigo podía encontrar cosas con sólo desear encontrarlas. Y terminaría contándole sobre la capacidad telepática que compartía con sus amigos.
Carolina y Avril comenzaron a hablar de otros temas que a Chris no le interesaban. Miró su vaso y tuvo un escalofrío, había recordado las palabras de Marcelo. Y el sentimiento de que algo iba a pasar se hizo todavía más intenso.