—Estoy pensando en unirme al periódico escolar —comentó Rodrigo mientras caminaban por las silenciosas calles hacia la casa de Marcelo.
—¿En serio? —respondió Chris con evidente sorpresa.
El periódico escolar, llamado La Pluma Dorada, era un desastre total. Según le parecía a Chris sólo cinco alumnos se ocupaban de él y no creía que nadie en la escuela lo leyera realmente.
—Sí, parece que necesitan voluntarios.
—Tú sabes que sólo los perdedores están en eso, ¿verdad?
—Lo sé, Chris, pero además del Club de Informática debo estar en otro sitio.
—¿Por qué? —replicó su amigo.
Rodrigo se pasó una mano por el pelo, no muy seguro de querer contarle cuales eran sus motivos para querer estar ocupado la mayor parte del tiempo y tan alejado de casa como le fuera posible.
—No sé, sólo tengo ganas de hacerlo. Tú estuviste en esa mierda del futbol el año pasado.
—Sí, pero lo dejé.
—Y Lisey fácilmente podría entrar con los tipos que están chiflados por los números como ella.
—Pero eso no responde mi pregunta —dijo Chris, intentando mirar más allá de lo que King le decía, pero no pudo.
No había nada ahí. Quizás el pequeño poder no funcionaba en aquel momento o quizás Rodrigo…
—¿Estás bloqueando tus pensamientos? —preguntó entonces, deteniéndose y obligando a Rodrigo a hacer lo mismo, con el bloque de apartamentos ya visible para ambos.
Rodrigo se sobresaltó y de inmediato un sentimiento de culpa lo golpeó en el pecho. Vicky… maldición, si se descuidaba Chris lo sabría.
—¿Cómo dices? —preguntó entonces, fingiendo no haberle escuchado, mientras procuraba que en su rostro apareciera la expresión más normalmente posible.
—Te pregunté si estás bloqueando tus pensamientos.
—A veces.
Admitió Rodrigo, esperando que por arte de magia Chris descubriera sus sentimientos, pero no fue así. Era cierto que descubrir que su amigo era capaz de ocultarle cosas si quería lo confundió un poco, pero casi de inmediato se le pasó y quedó encantado ante aquella idea.
—¿Cómo aprendiste a hacerlo?
Rodrigo rió al escucharle, sintiéndose más gilipollas de lo que era. De nuevo el pensamiento le pasó inadvertido a Christopher.
—Pues no sé, simplemente lo hago ya.
Y echaron a andar de nuevo, Rodrigo con la cabeza loca y con Chris tratando de concentrarse, preguntándose si acaso él podría hacer lo mismo. Eso sería muy bueno, le gustaba compartir pensamientos con sus amigos, les facilitaba bastante las cosas, por supuesto, pero tenía que admitir que a veces tenía pensamientos que prefería que sus amigos no conocieran.
—¿Puedes enseñarme a hacerlo? —le preguntó Chris, tocando el timbre que correspondía al departamento de Marcelo.
—La verdad es que ni siquiera sé cómo lo hago yo mismo.
—Vamos, King, no digas tonterías.
—Es la verdad, Chris.
"Sólo sé que necesitaba urgentemente que no te enteraras de las ganas que le tengo a tu novia", pensó Rodrigo con cierta malicia.
—Pero debes hacer algo —insistió Chris, mirando a su amigo con determinación.
Rodrigo apartó la vista, pensando en la sensación de fluidez interrumpida que sentía cuando cerraba su mente a los demás, pero no se le ocurría ninguna cosa que se le comparara y describir la sensación le parecía imposible. Por suerte para él en aquel momento se escuchó un crujido y la voz de Marcelo les llegó desde arriba.
—¿Hola?
—¡Benítez! —llamó Chris —somos nosotros.
—¿Quiénes?
—Rodrigo y Christopher, idiota —respondió White rodando los ojos, mientras Rodrigo reía por lo bajo.
—¿No vino Lis con ustedes?
—No.
—Grr.
—¿Acabas de gruñir? —preguntó Rodrigo y soltó la carcajada, feliz y aliviado de dejar a un lado el tema del bloqueo mental. Y pensar en ello le hizo reír todavía más.
—¿Nos vas a dejar subir o qué? —espetó Chris, a quién no le había hecho la menor gracia y había preferido hacer caso omiso de las tonterías de Marcelo.
—Si no hay más remedio —les respondió la voz risueña de su amigo, dejándolos entrar.
Chris pasó primero, seguido de cerca por Rodrigo, quién seguía tratando de controlar la risa.
—¿Quieres dejarlo ya? —gruñó Chris, finalmente harto, mientras subían por el ascensor.
—Perdona, Chris, pero me ha parecido muy gracioso.
—Pues a mí no me lo ha parecido.
—Nada de lo que tenga que ver con Lisa te parece gracioso —replicó Rodrigo sin detenerse a pensar.
Chris frunció el ceño ante esto, pero sin parecer molesto.
“Casi pareciera que estuvieras enamorado de ella”.
Chris se volvió con brusquedad hacía su amigo, pero Rodrigo no había abierto la boca, se limitaba a mirar la puerta del ascensor como si intentara descubrir sus secretos.
“Deberías admitirlo de una puta vez”.
De nuevo la voz de su amigo, pero no, Rodrigo no estaba hablando. Sus pensamientos eran mucho más potentes de lo que hubieran podido ser sus palabras.
—No estoy enamorado de ella.
Le cortó entonces Chris con rabia, pero curiosamente incapaz de pronunciar el nombre de la pelirroja. Rodrigo lo miró con sorpresa. Pensó que había cerrado su mente, pero a Chris le había sido muy fácil entrar, sólo le había hecho falta estirar un brazo y apartar la cortina.
—Chris…
El ascensor se detuvo.
—Es mi amiga, ¿entiendes? Mi mejor amiga y verla de otra forma no haría sino ensuciar esa amistad.
—Bajemos ahora —dijo Rodrigo, contrariado, pero Chris le cerró el paso, con una expresión enloquecida en el rostro, como si hubiese sido ofendido gravemente.
—No vuelvas a decirlo.
—¡Pero si ni siquiera lo he dicho!
—Pues no lo hagas, ni lo pienses y mucho menos se lo digas a Lisey.
Chris lo miró directamente a los ojos.
—Vale —murmuró Rodrigo un poco intimidado por esa mirada de asesino en serie.
Chris se apartó y ambos pudieron salir del ascensor en el piso de Marcelo, mirándose de reojo.