Lisey observó al muchacho una vez más, con curiosidad no libre de cierta expectación. Se llamaba Leonardo Marcotte y, tras el primer encuentro, se había asegurado de llevarla a casa, según dijo para no tener cargo de conciencia por si algo le pasaba. Lisey había aceptado, aunque no era su estilo permitir que algún chico la llevara a casa y menos aún alguien a quien acababa de conocer, pero tenía mucha curiosidad.
—Esta es tu calle, ¿verdad? —le preguntó el chico, haciendo como que no se daba cuenta de las largas miradas que le dirigía la pelirroja.
—Sí —Lisey lo pensó un momento y entonces se animó a preguntar —¿cómo sabías quién era?
—La chica más hermosa de un sitio tiende a sobresalir.
—No sé de lo que hablas —replicó Lisey, sintiéndose incómoda.
—¿No?
—No.
—Conocía tu nombre, porque he oído hablar de ti.
—¿En dónde?
—En diferentes lugares. Tenía que conocer a la famosa Lisa Marsh y la suerte quiso que así fuera.
Lisey se mordió el labio inferior y se volvió hacia su casa, mientras Leonardo detenía su auto frente a ella, con una expresión relajada en el rostro.
—¿Eso significa que no eres de aquí?
—Soy de Torre Blanca.
—Y, ¿quieres que me crea que hiciste el viaje sólo para conocerme?
—Apuesto que no soy el primero.
Aquello hizo que Lisey se sobresaltara al preguntarse si acaso sería verdad. ¿Algún otro chico habría viajado a Bell Wood sólo para conocerla? No creía ser tan hermosa como para eso.
—Gracias por traerme a casa —dijo Lisey, en lugar de lo que había pensado, volviéndose hacia la portezuela.
—¿Te molestaría si te buscará uno de estos días?
—¿Para qué? —le soltó Marsh con desconfianza.
Leonardo sonrió, era la clase de sonrisa con la que intentaba tranquilizar, no conquistar; y eso la hizo bajar un poco la guardia.
—Seguramente para hablar.
—¿Hablar? —Lisey lo pensó un momento —¿acaso me invitaras a salir?
—Si así fuera, ¿qué me dirías?
—Que no.
—¿Le dices que no a todos los que te invitan a salir?
—Sí —Lisey abrió la portezuela —y, por favor, no insistas, porque será mejor que no nos volvamos a ver.
Y la pelirroja azotó la portezuela para echar a correr hacia su casa antes de que Leonardo la detuviera.
Era tarde y su padre ya había llegado a casa, se encontraba con su madre en la cocina, mientras Luke miraba la televisión en la sala, con los libros del colegio a un lado. Lisey supo al momento que se suponía que su hermano hacia los deberes.
—Hola, Lisey —la saludó con alegría cuando ella entró en la casa y se descolgó la mochila de los hombros —estoy viendo una película.
—¿Ah sí? —murmuró la chica de forma distraída, yendo hacia la cocina.
—¡Lisa! —exclamó su madre, levantándose al momento para llegar hasta ella. —¿En dónde estabas? ¿Por qué llegas tan tarde?
—Estaba con mis amigos —Lisey rodó los ojos sin que su madre se diera cuenta y se acercó hasta William. —Hola, papá, ¿que tal el día?
—Fue relativamente tranquilo, precisamente eso le estaba contando a tu madre. Sólo unos chicos fumando frente a la estación —su padre bebió del vaso de vidrio que tenía frente a él —me parece que eran compañeros tuyos.
—¿Quiénes eran? —preguntó Lisey, recargándose en el respaldo de una de las sillas.
—Ese Jonathan Newton y sus amigotes, ¿quién más? —rezongó Elena, encendiendo la estufa.
—Supongo que también estaban Fred Blake y Matt Sandoval —comentó Lisey.
—No me extrañaría —bufó su madre, abriendo el refrigerador.
Iba a prepararle a Lisa algo para comer, ni siquiera le preguntó si deseaba algo, pero la chica ya conocía a su madre y no le sorprendió en lo absoluto, en lugar de ello tomó asiento, preguntándose si Bev y Regina estarían con ellos, algo que no dudaba.
—Como me alegro que Chris, Rodrigo y Marcelo sean tan buenos chicos —continuó Elena con voz firme.
Lisey miró a su padre, quién se mostró de acuerdo. La chica se preguntó que pensaría su madre si supiera que Chris y Rodrigo estaban aprendiendo a fumar (un hábito que ella detestaba) y que Marcelo solía reunirse con Blake a beber los fines de semana.
—Hablando de ellos —dijo entonces su padre —¿cuándo vuelven a venir por aquí? Hace tiempo que no los veo.
—¿Por qué no los invitas a comer mañana? —propusó Elena, batiendo los huevos —salen de clases la próxima semana.
—Bueno… no sé si puedan… —empezó Lisey, llevándose una mano a la cabeza, pero su madre la interrumpió.
—¿Y que tienen que hacer?
—Mamá, ellos también van a la escuela y Chris… bueno, él está ocupado, Rodrigo tiene que ayudar en casa y Marcelo…
—Es verdad, Lisa. Mi pobre Rodrigo —comentó su madre, quién no parecía haberla escuchado —todo el mundo lo está comentando, aunque, naturalmente, que lo hacen de forma discreta.
—¿A qué te refieres, mamá?
—Al hecho de que su padre bebe más de la cuenta.
Lisey lo pensó, había escuchado a Rodrigo quejarse de eso un día, pero no había dicho gran cosa y no había profundizado en el tema.
—Invítalos mañana —confirmó Will, mientras se levantaba de la pequeña mesa que había en la cocina —estoy seguro que Rodrigo aceptara. Y Chris y Marcelo no tendrán más remedio que seguirle.
—Supongo —respondió la pelirroja, encogiéndose de hombros.
Su padre salió de la cocina, dejándolas solas. Hubo silencio mientras los huevos se freían y Lisey jugueteaba con el mantel, pensando en lo que su madre había dicho sobre el padre de Rodrigo, pero casi de inmediato estos pensamientos fueron sustituidos por otros sobre la señora Marie y su hijo. Tendría que intentar verla al día siguiente, pero la cuestión era: ¿cómo?
Sus amigos irían a comer a su casa al día siguiente, eso era un hecho conociendo a Marcelo, quién no desperdiciaría una tarde con ella y Rodrigo no diría que no a una buena comida. ¿Y Chris? Quizás, pero ese no era el problema realmente, pasaría toda la mañana con ellos y después toda la tarde.