Las pesadillas habían regresado esa noche, esa voz que la llamaba, susurrante, como si fuese el silbido de una serpiente. Esos ojos, amarillos y tan brillantes… pero, sobre todo, la certeza de que si él quería podía atraparla. Estirar una de sus patas y atraparla con sus garras, él podía arrastrarla hasta la cripta, con ese olor a podrido y a abandono. Ahí abajo, dónde ella moriría, pero, ¿qué era la muerte en si?
Lisey creía saberlo, pero ya no estaba segura. Cuando lo que una persona podría considerar normal resulta que no lo es, no se podía estar segura de nada.
Lisey se recargó en el mostrador de Blue Moon con los brazos cruzados por encima del pecho, con el cabello rojizo suelto sobre sus hombros.
—Mamá, no estoy muy segura de ir a la excursión a Torre Blanca.
—¿Por qué? —replicó su madre, volviéndose hacia ella, dejando a un lado lo que estaba haciendo.
—No sé, sólo no tengo ganas.
—¿Te sientes mal, Lisa?
—No —Lisey se lo planteó entonces, pero sabía que el problema no era físico, su malestar era del tipo emocional —sólo estoy un poco cansada.
—Puede que estés estudiando demasiado, cariño. Y encima te uniste al periódico del colegio.
—Lo sé, mamá, pero tengo que estudiar para los exámenes y me darán puntos extras por estar en el periódico —esperaba que eso fuera cierto.
—Bueno, siendo así…
—Necesitaré todos los puntos buenos que pueda conseguir para ir a la universidad —comentó Lisey.
Su madre no dijo nada. La chica sabía que eso le preocupaba mucho a Elena. En Bell Wood no había universidades, para asistir Lisey estaría obligada a mudarse a Torre Blanca y separarse de su hija era justo lo que Elena no quería. Su única hija, doblemente maldecida, con el Don de la belleza y con el Don de los fantasmas. No tenía idea si había un nombre para esa rara habilidad, ya que nunca habían llevado a Lisey con un médico o un mago.
A Lisey también le preocupaba, deseaba estudiar Economía y la idea de mudarse a la ciudad más cercana tampoco le gustaba mucho, pero no por las mismas razones que a su madre. Lisey odiaba las grandes ciudades, demasiada gente y, por lo tanto, demasiados espíritus.
Según sabía, a Chris también le preocupaba, a Marcelo no mucho, pero a Rodrigo… si pensaba en ello debía estar enfermo de preocupación. Su padre parecía a punto de perder el empleo y lo que su madre ganaba no era suficiente, con eso Rodrigo no tenía muchas posibilidades de ir a la universidad. Una injusticia de la vida, porque no sería por falta de talento.
—Iré a dar una vuelta.
—No olvides recoger a Luke de su práctica a las tres.
—Sí, mamá.
La escuela primaria también tenía su equipo de fútbol, aunque ellos sólo lo hacían por diversión, como fuera Lisey sabía que eran mejores que los puñeteros Gatos Negros.
Lisey salió de Blue Moon a paso normal, aquel día llevaba un vestido color lila que le llegaba hasta debajo de la rodilla. Era fin de semana y no había visto a ninguno de sus amigos, Rodrigo y Marcelo habían ido a Torre Blanca con Hugo Benítez para comprarle un nuevo celular; y Chris, pues él se había quedado en casa, Lisey no tenía idea a qué, pero no lo llamó para preguntarle.
Ese día era el indicado, ese día iría a casa de Marie Vallin. No esperaba que Finn la ayudara después de lo ocurrido, pero lo intentaría, quería terminar con eso cuánto antes. Pensó en tomar el autobús para llegar más rápido, pero no le gustaba hacerlo cuando iba sola. Las miradas de los tipos, por supuesto.
Tardó poco más de quince minutos en llegar al bloque de apartamentos. Lisey siempre había pensado que esa era de las mejores zonas del pueblo.
Se detuvo frente al tablero con los nombres de los residentes, no fue necesario que se demorara mucho buscando, sabía cuál era el departamento. Oprimió el timbre y esperó. Contó en voz baja hasta llegar a cien y volvió a llamar, esta vez recitó la tabla del siete con los ojos cerrados y la cabeza recargada en la puerta principal. Deseo que hubiese un portero que le abriera la puerta.
—¿Quién es? —era la voz de la mujer.
No sonaba tan desesperada como la vez anterior, pero aún así Lisey sintió algo. ¿Cautela? Después de no verla en la Búsqueda Soñada se había preocupado un poco, pero había considerado su ausencia como una mala señal, sin embargo, parecía que las cosas no estaban tan mal como se temía.
—¿Señora Vallin?
—¿Eres tú, Lisa?
—Sí.
¿Era emoción lo que había percibido en su voz? Se arrepintió a medias de no haberle pedido a alguno de los chicos que la acompañara. A Rodrigo o Marcelo, incluso a Luke, el renacuajo sabía mantener la boca cerrada cuando Lisey se lo pedía.
—Sube, por favor —y le abrió la puerta desde arriba.
Lisey se acomodó el cabello con la mano y se apresuró a entrar. Ya era tarde para echarse atrás o para hacer las cosas de otro modo. Ya tenía mucho con que lidiar y lo mejor sería quitarse un peso de encima.
No tomó el ascensor, lugares pequeños y ella no solían combinar, así que subió las escaleras a paso rápido. Sus zapatillas rozaban el suelo y parecían susurrar algunas palabras de apoyo, al menos algo iba bien.
Ni siquiera tuvo que golpear la puerta, Marie ya la esperaba. Su aspecto no era tan malo como Lisey hubiese imaginado, era cierto que estaba en bata y sin maquillaje, pero se veía que había cepillado su cabello de forma reciente.
—Buenos días —saludó la chica sin titubear, aunque se sentía bastante nerviosa.
—Entra —Marie se hizo a un lado y Lisey entró. El departamento olía a algún limpiador de naranja y se notaba que había sido aseado de forma reciente, no había basura y la mesa principal se encontraba libre de platos sucios.
—Siéntate, por favor.
—Gracias —respondió la chica mientras lo hacía, echando un breve vistazo a los retratos. Todo parecía en orden y albergó la esperanza de que todo saldría bien.