Marcelo y Rodrigo llegaron a la casa de Lisa media hora después. Venían cansados y hambrientos, Rodrigo de muy mal humor y Marcelo más odioso que de costumbre.
—Más vale que sea algo realmente urgente —gruñó King, dejándose caer con pesadez en el sofá. Chris se sentó junto a él, mientras Marcelo miraba su nuevo celular.
Lisey sonrió al tenerlos a todos ahí y fue a la cocina por algunas bebidas, agua de limón recién hecha, con doble ración de azúcar, como a todos les gustaba.
—Yo espero lo mismo —dijo Marcelo —he quedado con una chica a las seis.
—Todavía es temprano —intervino Lisey, repartiendo el agua —llegaras a tiempo a tu cita.
—¿Con quién vas? —se interesó Rodrigo.
—No vas a creerlo.
—Quieres decir que ella no es real, ¿no? —se burló Chris.
Lisey rió y tomó asiento en uno de los brazos del sofá. Marcelo no respondió.
—¿No tendrás algo más? —inquirió Rodrigo, mirando a Lisey.
—Tengo chocolates. ¿Quieres?
—¿Me darás?
La pelirroja era fanática de los chocolates y cuando se trataba de estos solía portarse envidiosa. Sin embargo, ese día Lisey se levantó, abrió su mochila y le pasó a Rodrigo una bolsa de papel llena de chocolate con leche.
—Vaya, Lis, hoy estás muy generosa —comentó Marcelo —¿qué hay para mí? —y miró a la joven de arriba a abajo, con su precioso y sencillo vestido lila.
—Marcelo —gruñó Chris, notando la mirada libidinosa de su amigo.
—¿Qué iban a contarnos? —habló Rodrigo, con la boca llena de chocolate.
Lisey y Chris se miraron y fue la chica quién empezó a hablar. Al terminar fueron Rodrigo y Marcelo quiénes se miraron.
—Desde ayer lo he estado pensando y creo que, probablemente, Chris alargó demasiado el asunto —comentó Marcelo.
—¿Qué?
—Chris intentó cerrar sus pensamientos a nosotros y perdió el control.
—¿Dices que nosotros también podríamos hacerlo? —preguntó Rodrigo.
—Quizás, aunque, ciertamente, ese no es el problema aquí. Chris puede leer mentes, ¿y qué? Ya lo hacía antes, no, la pregunta aquí realmente debería ser: ¿por qué lo hace?
Sin poder evitarlo los tres chicos miraron a Lisa. La joven se removió con incomodidad.
—No es su culpa —murmuró White, aunque no lo dijo con la misma convicción de hacía un rato. Lisey pudo haberse enfurecido, pero en lugar de eso se limitó a mirar a sus amigos en silencio.
—Fue como una especie de soplo —dijo Marcelo.
—Un soplo de poder —asintió Rodrigo.
—¿Y yo se los dí?
—En efecto, Lisey.
—Lo lamento —murmuró ella.
—Espera —habló Rodrigo —¿quién ha dicho que sea algo malo?
Lisey intentó hablar, pero Chris se le adelantó.
—Te lo dije, Lisey, conocerte fue lo mejor que pudo habernos pasado.
—Pero por mi culpa son… raros.
—Ya éramos raros antes de conocerte —dijo Rodrigo.
—Él un poco más que nosotros —añadió Marcelo.
King puso mala cara.
—Es cierto, amigo —apuntó Chris —tienes una especie de rastreador en la cabeza. Eso es raro.
Lisey miró a cada uno, confundida, parecían conscientes de que sus rarezas eran por su culpa y, sin embargo, éstas no parecían molestarles. Lisa se tomó grandes esfuerzos para comprenderlo. Era inteligente y comprender cosas no se le dificultaba, pero no podía entender a sus amigos.
—No soy yo el que de repente le lee la mente a todo el mundo —se defendió Rodrigo —eso es más raro.
Los tres chicos soltaron la risa entonces. Lisey los miró con incredulidad, llevaba años de conocerlos y creía entenderlos, sin embargo, se dio cuenta de que no era así.
—¿Eso es bueno o malo? —inquirió la única mujer del grupo. Al momento los tres chicos se callaron, la miraron y estallaron en risas otra vez.
—Un poco de los dos, Lis —respondió Marcelo.
—No entiendo —admitió la pelirroja.
—¿Lisa Marsh no entiende algo? —se burló Rodrigo.
Lisey comenzó a enojarse ante esto, pero a ellos no parecía preocuparles esto, ni siquiera a Christopher.
—Lo que decimos, Lis, es que no nos molesta la telepatía. Es un poco rara, pero no molesta.
Chris y Rodrigo le dieron la razón a Marcelo, aunque ninguno parecía haber recuperado la seriedad para hablar.
—¿No les interesa saber cómo obtuvieron eso? —replicó Lisey, cruzándose de brazos.
—No —respondieron Rodrigo y Marcelo al mismo tiempo.
—¿Chris?
—Sólo un poco —respondió el chico de los ojos azules.
—Vamos, relájate un poco, Lisey —dijo King y se metió un trozo enorme de chocolate en la boca. Él era el único que podía competir contra Lisey cuando se trataba de comer chocolate.
—No puedo relajarme siendo la Reina de la Rareza —murmuró ella de mal humor.
Chris se levantó entonces, llegando hasta su amiga.
—Tú eres especial, Lisey, nosotros somos los raros.
Sus amigos le dieron la razón. La chica no respondió, pero asintió, pensando en todo lo que había pasado ese día. Siguiendo un impulso abrió la boca para contarles todo, pero Rodrigo fue más rápido:
—¿Qué vamos a hacer contigo, Chris?
—No creo que haya nada que hacer —dijo Marcelo.
—No te lo he preguntado a ti —replicó King.
—Marcelo tiene razón —apuntó Christopher —no hay nada que hacer con lo que me está pasando a mí.
—Podrías aprender a controlarlo —sugirió Lisey.
—Podría, aunque no sé si lo lograría.
—Cuando nos pase a nosotros podremos ayudarnos entre los tres.
—¿Así que estás convencido de que también nos pasará a nosotros? —le respondió King a Benítez.
—Muy convencido.
—Supongo que podría pasar —asintió Lisey, un poco más calmada.
—Seremos telépatas completos —dijo Marcelo y se levantó de un salto. No parecía asustado ni molesto, sino todo lo contrario. Cómo si la idea de leer mentes lo hiciera feliz.