—¡Chris! —lo llamó la voz de Rodrigo.
—Oye, White, despierta —esta era la voz de Marcelo.
Christopher abrió los ojos. Tenía la frente empapada en sudor y los labios torcidos en una mueca de horror.
—Chris —esta era Lisey, recargada en el respaldo del asiento para poder verlo bien —ha sido sólo un sueño.
—No —Chris se incorporó —no fue un sueño.
Sus amigos intercambiaron una mirada desconcertada, pero ninguno previó lo que Chris haría a continuación. Se levantó de su asiento y miró hacía el frente.
Hacía diez minutos que el autobús había salido rumbo a Torre Blanca. Diez minutos solamente y Chris se había quedado profundamente dormido, cosa poco normal en él, pero eso era lo de menos, lo importante era que no había sido un sueño, sino una premonición.
Ahora lo sabía. Sus sensaciones negativas se debían a eso, el autobús iba a estrellarse.
—Detengan el autobús —pidió el chico de ojos azules con voz fuerte y clara. Al momento algunas cabezas se volvieron hacia él.
—¡Chris! —se escandalizó Lisey, sentada al lado de Marcelo, el cuál se hallaba junto a la ventana, ya que solía marearse en los autobuses.
—Profesor.
—¿White?
—El autobús, deben detenerlo ahora. El autobús se va a estrellar.
Apenas había terminado de decir esto cuando algunas chicas soltaron gritos de horror. Fred dejó escapar la risa y Bev comenzó a gimotear.
—Chris, viejo —murmuró Marcelo, mientras Rodrigo miraba hacia adelante, con el rostro rojo. Lisey fue la única que se mantuvo a su lado en aquel momento tan bochornoso.
—White, ¿qué clase de broma es esta? —le riñó el profesor Snell, avanzando hacia él. Por detrás se había armado un gran alboroto provocado por las palabras de Christopher.
—Profesor —chilló Regina —Bev se desmayó.
Los cuatro amigos volvieron el rostro, era verdad, la chica más menuda de la clase se había desvanecido hacia atrás y la mirada que Jonathan le lanzó a Chris no auguraba nada bueno.
—Chris tuvo una pesadilla, profesor —se apresuró a explicar Lisey.
—No fue una pesadilla —repuso el mencionado con terquedad. Lisey lo tomó del brazo y apretó con fuerza.
—Fue sólo un sueño y despertó inquieto, no ha querido asustar a nadie —la pelirroja clavó su mirada en Newton —lo lamenta mucho y espera que Beverly esté bien.
—Ya vuelve en si —anunció Matt.
—Por esta vez pasaré por alto tu arrebato, White —dijo Snell —pero que no se repita. Siéntese, señorita Marsh.
La joven asintió, jalando a Chris del brazo.
—Pero…
—Déjalo ya —le cortó Lisey en un susurro.
—Sólo fue un sueño, Chris —intervino Marcelo y Rodrigo le dio la razón.
—Era tan real… Por favor, créanme, fue un aviso, no un simple sueño.
—Chris —le dijo Lisey —todo el tiempo tengo esos sueños raros, pero eso no significa que vayan a volverse realidad.
—Esto no se parecía en nada a tus visiones —gruñó White.
—Vale, pero no te desquites conmigo —replicó la chica —sólo trató de ayudarte.
—Lisey…
—Parece que White ha perdido la cabeza —comentó Fred unos asientos por delante —deben ser las drogas.
—Hijo de puta —siseó Rodrigo, logrando una amonestación por parte del profesor al escucharlo.
—No le hagas caso —dijo Marsh —ya conoces a Blake, fue parido por Wayne.
—Sí, directo del culo.
Benítez dejó escapar la risa, pero ni Chris ni Lisey festejaron la broma de su amigo. Continuaban mirándose, debatiendo silenciosamente.
El chico de ojos azules estaba convencido de lo que había ”visto”, ocurriría un accidente fatal, era eso lo que tanto le prevenían sus instintos. Y le daba igual como podía saberlo, se conformaba con saber lo que sabía.
🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸
El resto del viaje fue tenso para Chris y Lisey, no así para Rodrigo y Marcelo, quienes no estaban preocupados. Lisa no terminaba de creer que el sueño de Chris tuviese tintes proféticos, pero estaba un poco inquieta, su amigo realmente lo creía. Y la chica sabía que no existía algo más fuerte que el convencimiento, la mente era un arma muy poderosa.
Chris miraba por la ventanilla, justo por encima del hombro de Rodrigo, pero no insistió en su sueño. Estaba al pendiente por si algo fuera de lo normal ocurría.
Y ocurrió.
Al entrar a Torre Blanca lo notaron. En lugar de ver el blanco cubriendo cada rincón de la ciudad, sólo había un día hermoso y muy soleado.
Al momento los alumnos comenzaron a quejarse a gritos. Matt soltó un silbido y Fred comenzó a recitar una serie de palabras sin sentido, logrando que todas las miradas se volvieran hacia él.
El profesor Snell estaba demasiado ocupado calmando a los estudiantes como para prestarle atención.
—Le está rezando a Wayne —murmuró Lisey y chasqueó la boca.
—¿Quién? —se interesó Marcelo.
—Fred. Está recitando una oración a Wayne al revés.
Benítez la miró y frunció el ceño.
—Por algo es el hijo de Wayne.
Lisey asintió y miró por la ventanilla, esquivando a medias la cabeza de Marcelo.
Llevaban ropa de invierno, pero en Torre Blanca el invierno no parecía haber llegado y fue cuestión de tiempo para que los estudiantes comenzaran a sentir calor.
Rodrigo y Marcelo se quitaron los abrigos. Benítez arrojó a un lado su gorro. Chris también se deshizó de su abrigo, aunque continuaba mirando por la ventanilla con aire ausente. Al final la única que continuaba cubierta de pies a cabeza era Lisey.
Y no por pudor, sino por culpa de su madre. Su bendita madre.
Observó con envidia las ropas modernas y brillantes de sus compañeros de curso. Los bonitos conjuntos de las chicas. Y luego estaba ella, con su uniforme escolar cuyo único mérito era resaltar sus formas femeninas.
Lisey miró hacia afuera, acalorada.
—Calma, chicos —dijo entonces el profesor Snell, con el teléfono celular en la mano —me acaban de informar que la tormenta prevista se desvió hacia Ciudad Vainilla.