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La tierra crujió bajo sus pies, pero él no le dio importancia, así como tampoco se la dio a la chica que lo miraba con el pánico dibujado en sus grandes ojos azules. Según sabía se llamaba June y era una prostituta no oficial, una Ramera Sucia.

Había gritado cuando despertó y lo vió sobre ella, pero no había durado mucho. Él supuso que se había cansado, pero cuando la sacó había empezado de nuevo y tuvo que amordazarla.

Le gustaban sus ojos.

June tenía ojos hermosos.

Un auto pasó a su espalda, pero él no se preocupó. Nadie pasaba por ahí a esas horas, su padre se lo había dicho. Eso era lo único útil que había hecho su padre por él.

Se agachó y tomó a la chica entre sus brazos, ella lo miró con las lágrimas corriendo por su rostro.

Era más bonita cuando no lloraba, como cuando él estaba adentro de ella y ella ni siquiera se movía, después había despertado y lo había arruinado todo.

—No debes tener miedo —le susurró al oído con ternura.

La chica soltó un gemido contra el trozo de tela que se apretaba fuertemente contra su preciosa boca de puta.

—Ya todo estará bien.

Y maniobrando tomó la linterna de su bolsillo para iluminar el camino. June miró y comenzó a chillar, aunque no lograba emitir un sonido lo bastante audible.

Él asintió, pensativo. Livia no había gritado, pero había dejado de luchar. El asesino se preguntó que verían ellas ahí.

Y, sin más, la arrojó adentro, empujando el cuerpo de la chica como si fuese una bolsa de basura.

Él recogió sus cosas y se marchó, seguía pensando en lo ocurrido.

Pero no mucho, a fin de cuentas era hora de volver a casa de su madre, tal vez alcanzara a llegar a la sesión de rezos en memoria de la pobre Tess.

Y entonces pensó que la que realmente merecía su compasión no era Tess, sino June, eso, sí continuaba viva la próxima vez que fuera a verla.