—Que grandísima mierda —se quejó Rodrigo por quinta vez ante la mirada divertida de Fernando, el cuál no parecía molesto por aquello. Su padre los había mandado a limpiar la cisterna.
—Para lo que apesta buen podríamos tener un cadáver adentro —se había quejado su madre, con una mano en la cabeza.
—Pues a mierda sí huele —replicó Fernando, sentado en el borde mientras que Rodrigo raspaba la mugre con una pala.
—Que te den —siseó el menor de los King y lanzó un escupitajo hacia lo que limpiaba.
—Con ese genio como esperas conseguir novia —siguió burlándose su hermano.
—No lo espero, hijo de puta.
—Lo seremos los dos, somos hijos de la misma puta.
Rodrigo gruñó y tiró del dobladillo de sus pantalones con furia, apartando la pala de un empujón.
—Deja de mirar y ayúdame. Mueve el culo.
—¿Para qué? Tú lo haces muy bien solo.
Rodrigo llegó hasta su hermano y lo jaló de la camisa, logrando que este cayera sobre el montón de porquería que su hermano menor tratara de limpiar.
—Joder, que imbécil —se quejó Fernando.
Rodrigo rió y salió de aquel apestoso agujero, hacia un frío que pelaba, pero al gilipollas de su padre eso no le importaba, mientras más rápido estuviera limpia esa cisterna más pronto podría él irse a la cantina.
—A la mierda con esto, me voy.
—Ya sabes cómo se pondrá el viejo —le recordó Fernando, saliendo detrás de él.
—Me importa una mierda —y Rodrigo se subió la cremallera de la chamarra negra que usaba, era vieja, pero le daba la apariencia de un chico de la Era pasada, cosa que le gustaba, aunque no lo admitiría fácilmente.
Sin mirar hacia atrás echó a andar por la calle, con ambas manos dentro de los bolsillos de la chamarra. Pensaba en la escuela, aunque ya estaban de vacaciones no dejaba de preocuparse por ella. No había salido muy bien en sus calificaciones y eso le preocupaba. Si no mejoraba corría el peligro de no graduarse y para él era muy importante lograrlo, no sólo porque deseaba ir a la universidad y salir del pueblo, sino también porque no quería ser el único que se quedara. Sabía que sus tres amigos irían a estudiar a Torre Blanca y él deseaba fervientemente ir con ellos.
Rodrigo buscó algo de comer en sus bolsillos, pero sólo encontró una cajetilla de cigarrillos medio vacía. Frunció el ceño, ¿cuándo había tomado esos cigarros? No lo recordaba, pero no importaba gran cosa. Era lo que había.
Encendió uno con la uña (un truco que le había enseñado su hermano) y siguió andando. Pronto el cigarrillo tuvo el efecto de quitarle el frío y Rodrigo pensó que así hasta podría pasar la noche en la calle, lo cual no resultaba una mala idea.
Volvió a escupir, sólo que esta vez lo hizo en la banqueta y dio la vuelta en la esquina, justo entonces distinguió una figura solitaria que caminaba por la solitaria calle. No imaginaba quién estaría lo suficientemente loco como para salir con ese clima, aunque claro que él lo había hecho, pero ese era otro cantar.
Rodrigo continuó caminando, con el cigarrillo en la mano, sin importarle demasiado la identidad del desconocido caminante, al menos hasta que avanzó unos metros y alcanzó a distinguir una larga y lisa cabellera castaña. Sólo conocía a una chica con un cabello tan liso, brillante y sensual cómo ese: Virginia del Valle.
Apretó el cigarrillo entre sus dedos y lo arrojó al piso a la vez que apuraba el paso.
—¡Vicky!
La joven se detuvo. Usaba una pequeña chaqueta café y llevaba una mano sobre su rostro, como si tratara de limpiarse algo. Le bastó esa mirada para comprender que la chica había estado llorando.
—Ah, Rodrigo. No esperaba verte aquí.
—Tampoco yo esperaba verte a ti.
Ella sonrió débilmente, pasándose una mano por la frente.
—Está haciendo frío, ¿no? —comentó Rodrigo al ver qué ella no respondía nada más.
—Un poco, sí.
—¿Qué hacías en la calle a esta hora?
—Nada —respondió Vicky a la defensiva, tratando de no mirarlo.
—Ah.
Rodrigo no supo que más decir, era obvio que la chica mentía, pero si ella no quería contarle él no era quién para meterse en sus asuntos, pero claro que quería meterse, a King le interesaba todo lo que tuviera que ver con ella.
—¿Estás bien, Vicky?
—Sí —respondió ella de forma apenas audible.
—Oh, bueno…
—Terminé con Christopher —soltó la chica entonces y esta vez sí lo miró a la cara, tenía los ojos húmedos y parecía estarse esforzando mucho para no soltarse a llorar.
Durante un par de segundos Rodrigo no supo cómo reaccionar. Por un lado quería saltar de alegría al pensar que la chica estaba soltera de nuevo, pero por el otro deseaba matar a Chris por hacerla llorar. Y ella que lloraba de una forma tan dulce, como alguna especie de ardilla bebé.
—Lo lamento —murmuró entonces, pero no logró que su rostro mostrara la suficiente pena ya que Vicky lo fulminó con la mirada.
—Ya me imaginaba que ustedes se alegrarían.
—¿Perdón?
—Ya me escuchaste, King —le gritó Vicky, apartandose de él tanto como podía —tú, Benítez y esa tonta de Marsh. Deben estar felices, lo consiguieron al fin. Consiguieron separarnos.
—Eso no es cierto, nosotros no…
—¿Creías que no me daba cuenta? No les gustaba que Chris estuviese conmigo, bastaba ver la forma en que me miraban —y Virginia se limpió el rostro. —La forma en que Lisa mira a Christopher, es evidente que está enamorada de él.
—No es cierto.
La mentira llegó de forma automática a los labios de Rodrigo.
—Entonces estás tan ciego como él.
—Te digo que es mentira —insistió King, contrariado, añadiendo: —Lisey no es ninguna tonta.
—No, claro que no. Lisey es perfecta para ustedes tres, claro que sí, es su Diosa Personal, su Santa Lisey. Pareciera que todos están enamorados de ella. Ni siquiera es tan bonita —y la chica soltó una risita despectiva. Estás palabras hicieron enfurecer a Rodrigo.