Apenas cruzaron la división entre Bell Wood y Torre Blanca, Lisey se dio cuenta de que había cometido un grave error. Y era que las calles se encontraban pintadas de blanco, la nieve parecía hecha de diamantes y no había señal alguna de que esto fuese a cambiar pronto. Sin poder evitarlo Lisey comenzó a tiritar debido a las bajas temperaturas.
Leo la miró de reojo.
—Lo siento, debí prevenirte sobre el clima.
—No importa. Estoy bien.
—Puedes usar mi abrigo, está en el asiento de atrás.
—Te dije que estoy bien —replicó Marsh con orgullo.
—De acuerdo.
Leo no perdió el buen humor ante el arrebato de Lisey, esto la sorprendió. Estaba tan acostumbrada a las rabietas de Rodrigo, a las burlas de Marcelo y a los intentos de apaciguar de Chris que cuando alguien se comportaba de forma diferente no sabía cómo reaccionar.
Se cuestionó si estaba haciendo lo correcto al salir con Leo, pero ya era tarde para eso. Sobre todo porque se negaba a aceptar lo que su mente repetía sin cesar: ellos podían ser sus mejores amigos, pero no entendían lo que era ver espíritus, no realmente. Leonardo sí podía entenderla.
—Así que… ¿vives en una comuna? —le preguntó Lisey, tratando de hacer plática en un intento de quitar la incomodidad del ambiente.
—Sí.
—¿Amelia también es de Bree?
—Sí, Mía y yo nos conocemos desde niños.
Lisey lo miró con sorpresa, había imaginado que había cierta cercanía entre ellos, pero no tanta.
—¿Eran amigos? —inquirió Lisa con suavidad, tratando de no ofenderlo, sin embargo, Leo no respondió de inmediato. Echó un vistazo al par de autos que iban detrás de ellos y aumentó ligeramente la velocidad, aunque cuidándose de no exceder el límite.
—Mía y yo… —se llevo una mano al mentón, sin apartar los ojos del camino—. Mía era mi novia.
—¿Tu novia?
—El día que desapareció habíamos discutido. Por tonterías, de hecho.
—No es cierto —se escuchó una voz detrás de ellos. Lisey se volvió hacia Amelia —no eran tonterías.
Leonardo se encogió de hombros.
—¿Quieres contarme lo que pasó? —murmuró la pelirroja, pensando en lo surreal de la escena, presenciando una pelea entre novios, uno vivo y la otra muerta.
—Que te lo cuente él —gimió Mía y desapareció de nuevo, parecía bastante ofendida y Lisey se preguntó que había pasado realmente entre esos dos.
—No importa, Lisey —aseguró Leo, encendiendo el equipo de música para evitar que la chica indagara más. Eso sólo picó más la curiosidad de la pelirroja.
Cruzaron lo que parecía ser el Parque Keep y entonces Leo redujo la velocidad lo suficiente para que Lisey pudiese mirar el resplandor que representaba el lago, el cuál, por cierto, se encontraba congelado. La joven lo miró, maravillada, pensando en que así era como debía haber lucido en aquel espantoso viaje escolar. Sus amigos y compañeros de clases no tenían idea de lo que se habían perdido.
—Impresionante, ¿no? —casi rió Leo a su lado, observando la expresión de sorpresa en el rostro de la chica.
—Sí, es impresionante —admitió ella, mirando cada detalle de aquella deslumbrante escena, era casi como ver una de las postales que su abuela enviaba desde la Ciudad de los Poetas.
—Aunque esto no se compara con lo que verás en Bree.
—¿Más nieve?
—Mucha más.
—Debí traer mi abrigo.
Leonardo soltó la risa y entonces señaló hacia el lejano resplandor que se apreciaba por detrás del lago.
—Esa es Bree.
—¿Pertenece a Torre Blanca? —inquirió Lisey, forzando la vista para ver, aunque esto era del todo inútil.
—Claro que no, a nosotros no nos gustan los lobos.
—¿Te refieres al equipo de fútbol?
Leo negó con la cabeza, pero como Lisey continuaba mirando el lago no se dio por enterada.
—Somos apenas trescientos cuarenta y ocho habitantes, pero nos gusta mantener nuestra independencia —puntualizó Leonardo.
A Lisey le gustaba la independencia, así que admiró la fortaleza de la comuna.
—¿Tus padres viven ahí?
—Y ahí es dónde planean ser enterrados.
—¿Y tú?
—Supongo que también.
Lisey volvió los ojos, mientras Leo rebuscaba en la guantera.
—Se suponía que papá dejaría una nota para la compra aquí, pero creo que la olvidó. Es muy distraído.
Lisey no comentó nada sobre esto y su amigo aceleró de nuevo. Marsh iba a preguntar cómo se imaginaba que llegarían al otro lado cuando Leo rodeó el parque hasta llegar a un pequeño puente que cruzaba el lago. Era muy estrecho y no imaginaba a dos autos pasando por ahí. Aunque realmente no creía que algo así fuera a pasar, por las palabras de Leonardo deducía que a los pocos habitantes de Bree no les gustaba ir a Ciudad Torre Blanca, ni a ningún otro lado.
Leo hizo girar el auto y, sin más, se internó en el puente con total confianza. Volvía a casa.
—¿Realmente estabas en Bell Wood por mí? —le preguntó Lisey, mirando de reojo el lago congelado a su alrededor. Se imaginó cayendo hacia abajo, hacia el hielo traidor. Esa sería una muerte espantosa, una en la cuál la criatura de la cripta se precipitaría a su encuentro, más que dispuesta a devorar sus restos.
—Sí. Mía me habló de ti. La verdad es que no me gusta salir de Bree.
—¿No sales para nada?
—No.
Lisey lo miró con evidente curiosidad.
—¿Ni siquiera para ir al colegio? ¿O hay una universidad en Bree? —aunque la pelirroja no lo creía.
—No voy a la universidad, para hacerlo tendría que abandonar a mi familia y no podría hacerlo.
Lisey se mordió el labio inferior, por su cabeza rondaban pensamientos parecidos. Deseaba poder estudiar Economía, quería salir de Bell Wood, quería ser alguien en la vida, pero no quería separarse de sus padres ni de Luke. Y tampoco deseaba romper el vínculo con sus amigos, lo cual sucedería irremediablemente si ella iba a estudiar a Charity o Simplity en lugar de Torre Blanca.
—Entonces sólo te dedicas a ayudar fantasmas.