La Intérprete: Visiones

17

Marcelo se despidió de Rodrigo después de comer algo en casa de Chris, este y Lisey se marcharon, pero ellos decidieron quedarse, King por la comida y Benítez por Avril. No estaba interesado en ella, era guapa, pero era la hermana de uno de sus mejores amigos. No necesitaba ninguna regla estúpida sobre lealtad para saber que no debía tratar de picar algo por ahí, sin embargo, las amigas de Avril eran otra cosa. Seguro que si era lo suficientemente bueno ella accedería a presentárselas.

Pero Avril no estuvo presente durante el desayuno. Tarde aprendió que la hija mayor dormía hasta el mediodía durante las vacaciones, justo igual que él. De no ser por Lisey estaría todavía en la cama, pero no podía culparla. No era culpa suya que…

Marcelo chasqueó la boca, pateando una piedra por la calle, rumbo a su casa. Probablemente dormiría el resto del día.

Iba a medio camino cuando su móvil vibró dentro de su bolsillo, anunciando un mensaje nuevo. Marcelo se detuvo, sacando el teléfono, sonriendo de forma automática al ver de quién se trataba.

Regina Belle.

Hola, Marcelo. ¿Podemos vernos?

Podría haberse negado, pero ya sabía que no lo haría.

Hola, Queen Reggie, por supuesto que podemos vernos. Dime la hora y el lugar. Volaré hasta ahí si es necesario.

Regina le respondió de inmediato, indicándole un lugar, pidiéndole que se vieran ya mismo. Lo contrariaba un poco, pero no demasiado, quizás la chica de piel oscura había decidido aceptar.

Te veré ahí, preciosa.

Guardó el móvil y se percató de su cabello. Joder, tendría que haberse dado una ducha en la casa de Chris. Quizás podría pedirle a Regina una hora más o… pero la idea de que ella cambiara de opinión no le daba ni puta gracia, después de todo se había esforzado.

Marcelo siguió caminando, pensando en las palabras de sus amigos varios días atrás, sobre esa novia suya. Claro, Abigail West, esa deliciosa chica que moría por tener ese título, aunque no lo mereciera. Lo máximo que Benítez había conseguido con ella era tocarle los pechos por arriba de la ropa, siempre viendo la incomodidad en su rostro. Mierda, si incluso se había negado a masturbarlo cuando él se lo propuso.

Regina por otro lado… era menos evasiva, mucho más atrevida y no le impedía meterle mano, aunque, claro, seguía diciendo no a tener sexo. Tenía miedo de que alguien se enterara y terminara siendo el chisme del pueblo. Marcelo le había asegurado que nadie lo sabría y ella había prometido que lo pensaría.

Marcelo había pensado que ella sería la primera, pero al final no fue así, Belle había tardado demasiado en dar una respuesta.

Se podría pensar que después de haber conseguido lo que deseaba por otro lado, Marcelo dejaría a las chicas en paz, pero sucedió lo contrario, justo como Lisey lo pensará días atrás, después de probar las delicias del sexo Marcelo no tenía ninguna intención de dejarlo.

Así que renovó sus métodos, insistiendo a Regina con más vehemencia y a Abigail con promesas de amor y formalidad. Marcelo se sabía guapo, con su cabello y ojos dorados, ¿qué chica, además de cierta pelirroja, podría resistirse a él?

Comenzó a silbar con alegría, pensando en pasar por una farmacia para comprar condones. Ese había sido el mejor consejo que su padre le había dado (junto a nunca forzar a nadie a hacer algo que no quisiera. El hombre era abogado y le jodía la idea de que su hijo terminara encerrado por hacer algo estúpido), a saber: podía follar con todas las mujeres que quisiera (siempre y cuando ellas quisieran también), mientras estuviera protegido.

Hugo Benítez también hablaba sobre los inconvenientes de tener hijos no deseados, pero esto último ni siquiera lo inquietaba. Sabía de sobra que sus padres se habían casado por él, haciéndolo un hijo no deseado, pero también sabía que eso era lo de menos. Existía y no iba a perder su tiempo sufriendo por su forma de llegar al mundo.

Alcanzó a divisar la calle acordada, justo en la esquina de la licorería de los Newton y se detuvo para acomodar su cabello con ambas manos. Era rubio, pero no tan claro como al momento de su nacimiento.

Marcelo cruzó la calle, sin divisar ningún auto en el camino y entonces una figura lo interceptó, cerrándole el paso.

—Benítez.

El mencionado se detuvo, con la sonrisa vacilando un poco en su rostro. No esperaba encontrarse con Fred Blake ahí, aunque después lo reconsideró. Newton era su mejor amigo, seguro que se pasaban cada día juntos, incluso durante las vacaciones.

—Hola, Fred —saludó con jovialidad —un hermoso día, ¿no?

—Tiene lo suyo —replicó este, con una mano en la cabeza, sobre un largo mechón que cubría su frente—. ¿Esperas a alguien?

—Eh… no realmente.

—¿Seguro? —y Fred le mostró un teléfono celular dorado, con un arcoíris colgándole de un extremo a modo de adorno. El teléfono de Regina—. De casualidad, ¿no estás esperando a Reggie?

Marcelo perdió el habla unos segundos, tratando de reorganizar sus ideas.

—Sólo es… ya sabes, una salida de amigos.

—¿Amigos? —replicó Fred—. ¿Le dices a tus amigos —y miró la pantalla del móvil —que “esos dulces labios engullan con necesidad tu enorme miembro y que…”

—¡Basta! —Marcelo no estaba avergonzado, pero le jodía que Fred repitiera sus palabras de forma burlona. Había sido poético, no vulgar—. ¿Qué más te da si Regina y yo follamos? ¿Te gusta o qué?

—Regina dice que no han follado.

—Todavía.

—¿Crees realmente que lo hará contigo? Te tienes en una gran estima.

—Por supuesto, soy un chico guapo, no un sarnoso dark.

Fred hizo una mueca, mostrando malestar por primera vez.

—No soy dark, soy un jodido gótico.

—Es la misma mierda —replicó Marcelo, mostrando la influencia de Rodrigo sobre él.

Fred relajó entonces la expresión, aunque se mantuvo serio.

—Mira —siguió hablando Marcelo, —los dos estamos bastante mayorcitos para saber con quién salimos —y además salir con Regina tenía lo suyo, ese atractivo sentimiento de prohibición, ya que la chica era parte del grupo de Jonathan y Fred, sus enemigos desde el Básico.




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