El accidente del autobús salió en todas las noticias, incluidas las de Torre Blanca. Rodrigo incluso escuchó que el ministro de Salvatore envió un mensaje a las familias afectadas, mostrando su apoyo. Al menor de los King no le constaba esto último, pero todos en Bell Wood parecían creerlo y, después de la incómoda conferencia de prensa dada por el jefe de policía, Peter Cage, fue lo más comentado durante todo ese largo día, incluso más que el accidente mismo.
Paul King, su padre, soltó algún comentario venenoso sobre el hecho antes de irse a algún lado, probablemente a beber con sus amigos, dejando el viejo televisor encendido, con Rodrigo sentado en la sala, comiendo un plato de sopa tibia. Claire se había marchado al trabajo, esa noche haría horas extras. Y Fernando no había llegado a casa aún.
A Rodrigo ni siquiera le pasó por la cabeza lo ocurrido con Chris durante la excursión a Torre Blanca, no relacionó los hechos y por lo tanto no buscó contactar a sus amigos. Había estado buscando en la red detalles sobre universidades, si tuviese buenas calificaciones podría tratar de conseguir una beca, pero...
Mierda, había desperdiciado tres años de preparatoria y veía realmente difícil subirlas a esas alturas.
Pagar el examen, la inscripción, las cuotas mensuales, más los materiales y libros, sin obviar el alojamiento y la comida. Estudiar en Torre Blanca sería imposible.
Rodrigo apagó el televisor, dejando el plato vacío sobre el resto de los trastes sucios, pensando en conseguir un empleo. Marcelo tenía uno de medio tiempo, pero lo había conseguido gracias a su madre. Rodrigo no contaba con eso, Claire no lo dejaría entrar a la lavandería incluso si el lugar estuviese dispuesto a contratar a un chico de dieciséis años.
La otra opción sería pedirle ayuda a Fernando, antes de entrar al banco este había trabajado en diversos lugares de ingresos regulares. Seguro que todavía le quedaba algún amigo adentro.
Pasó el resto del día en su habitación, reparando una tableta electrónica que había encontrado en un bote de basura, pensando que sería un buen regalo para su madre. La mayoría de los artilugios electrónicos de Rodrigo habían sido conseguidos así, aunque el primer teléfono móvil que Rodrigo tuvo fue un regalo de Christopher, cuando sus padres le compraron un teléfono nuevo le cedió el anterior a su amigo. A Rodrigo no le molestó, aunque si hubiera sido otra persona, incluso Marcelo o Lisey, se hubiera negado a aceptar, con su orgullo pisoteado. Claro que con Chris nunca se sintió de esa forma, todo lo que Chris hiciera por él era de corazón, un acto completamente desinteresado y Rodrigo consideraba casi una blasfemia negarse.
Alrededor de las once de la noche escuchó a su padre volver a casa, no salió a recibirlo, pero aún así detectó el nauseabundo olor a cerveza barata.
Pero Fernando seguía sin llegar a casa.
Rodrigo tomó su móvil y lo llamó, pero el teléfono de su hermano lo enviaba al buzón. Lo tenía apagado y eso era poco común en él.
No se preocupó demasiado, encendiendo el computador, recogido de la basura y reparado por él mismo. Perdió el tiempo jugando a las minas explosivas, esperando a que Marcelo se conectara.
Poco después de la medianoche llegó su madre y el cuento de todas las noches comenzó, con ella quejándose del aroma rancio de su esposo y de las latas aplastadas junto al sofá.
Rodrigo escucha en silencio, sus audífonos habían muerto y todavía no los había reparado, así que no tenía otra opción.
Y el jodido de su hermano mayor seguía sin volver a casa.
—¿Sabes cuánto me cuesta conseguir el dinero? —gruñó Claire en la otra habitación—. Me mato trabajando para que te gastes el dinero en cerveza, borracho de mierda.
—¡Si no fueras una zorra tan astuta no tendría que beber! —berreó su padre.
—¡No me culpes de tu mierda, Paul!
—¡Tú también eres mi mierda, jodida bruja!
Así era cada puñetera noche desde que habían empezado las vacaciones y el "problema" de su Paul King se había agrandado oficialmente. Rodrigo se preguntaba con frecuencia cuando cruzarían la línea y empezarían con los ataques físicos. Sería una mierda que decidieran empezar justo esa noche, cuando él estaba solo.
Ya pensaba en como intervenir, después de que Claire acusara a Paul de consumir sangre de vampiro y este a su vez la acusara de estar follando con el dueño de la lavandería, cuando su teléfono sonó, con ese tono tonto que no cambiaba por nada, una mezcla entre campanas y chispas mágicas. Había oído a a Vicky decir una vez ese había sido su primer tono de llamada.
Se trataba de Marcelo, tan inoportuno como sólo él podía ser.
—¿Que quieres? —gruñó Rodrigo—. No es un buen momento.
—¿No lo sabes?
—¿Qué?
—Sobre el accidente del autobús.
—Lo vi en las noticias —pero el tono de Marcelo no había sido burlón ni altanero—. ¿Que ocurre?
—Lis y Chris casi suben a ese autobús.
—¿Qué?
—La premonición de Chris, ¿la recuerdas?
La recordaba, pero...
—¿Quieres decir que "eso" ocurrió?
—Sí.
Marcelo no añadió nada más y Rodrigo pensó en su amigo, en su expresión de pánico al despertar del sueño, en sus quejas y en las burlas del resto. Se odió por no haberle creído.
—¿Estás con ellos? —se recompuso Rodrigo, comenzando a buscar sus zapatos.
—No, estoy en mi casa. Los dos están en el funeral.
—¿Funeral?
Lisey nunca iba a los funerales, decía que había demasiados espíritus buscando sus pasos.
—Voy a reunirme con ellos. ¿Vienes?
—Claro, pero, ¿de quién exactamente es el funeral? —Rodrigo había visto en las noticias que eran alrededor de quince víctimas mortales y otras tantas heridas de gravedad.
—Es... era un amigo de Lis —Marcelo hizo una pausa y añadió: —era como ella. Era un Intérprete.