Siguieron andando sin un rumbo fijo, sólo siguiendo a Hazel, que seguía dando vueltas como una peonza. Ella y Frank iban dados de la mano, hablando de los lugares a los que les gustaría ir a ver en Roma. Los ignoraban a Leo y a Sabrina por completo, y a su vez, Sabrina le ignoraba a él. Estaba muy metida en su cuaderno y en su libro. Parecía no parar de trabajar en ningún momento.
Leo se acercó a leer lo que ponía en el cuaderno. Parecía una especie de agenda. Cada día iba seccionado en varias partes. A su vez, dichas partes, tenían una especie de eje en el que se situaban horas del día aproximadas junto con un nombre en la cabecera: los nombres de toda la tripulación.
- ¿Qué escribes? - le preguntó a Sabrina.
- Me ordeno un poco los acontecimientos y suprimo algunas partes que retrasarían el viaje. - dijo mientras escribía algo en el trozo de Percy.
Leo siguió mirándola cómo andaba, leía, escribía y tarareaba una canción, todo a la vez. No sabía si a eso se le podía llamar hiperactividad o superdotación.
Ella por un momento dejó su cuaderno a un lado y le miró a los ojos.
- Es extraño estar aquí con vosotros. – dijo suspirando pesadamente. – He vivido todo lo que vivisteis, vivís y viviréis. He reído, he llorado, me he enfadado, he pensado, he odiado, he amado... Pero la verdad es, que nunca estuve ahí. Hasta ahora.
Estaba a punto de decirle que entendía perfectamente como se sentía cuando Hazel se paró en frente de una iglesia, o eso supuso Leo. La sección principal tenía un gran tejado abovedado. La entrada estaba coronada por un tejado triangular sobre unas típicas columnas romanas y una inscripción en la parte superior: M. AGRIPA no sé qué.
- ¿"Menuda gripe" en latín? - especuló Leo.
- Es esta. - dijo Sabrina cerrando su cuaderno y guardándolo todo.
- ¿Cómo estás tan segura? - la preguntó Leo.
- Me acuerdo de lo de "Menuda gripe" - dijo sonriendo. - Me reí mucho.
Leo se limitó a devolverle la sonrisa.
- Dentro debería haber un pasadizo secreto. - Hazel parecía más segura que en todo el día.
- Debería, no – le corrigió Sabrina. - Hay.
En los escalones se apiñaban grupos de turistas. Los guías sostenían en alto carteles de colores con distintos números y daban información en docenas de idiomas, como si estuvieran jugando a una especie de bingo internacional.
Leo se fijó en Sabrina, que miraba a un guía español y luego se giró hacia él con una sonrisa en los labios. No tardó en escuchar lo que decía el guía turístico y a continuación informar a sus amigos:
- Es el Panteón. Construido originalmente por Marco Agripa como templo dedicado a los dioses. Cuando se incendió, el emperador Adriano lo reconstruyó, y ha estado en pie dos mil años. Es uno de los edificios romanos mejor conservados.
Frank y Hazel se lo quedaron mirando, a diferencia de Sabrina que se aguantaba la risa como podía. Ella también hablaba español, había vivido toda su vida en España.
- ¿Cómo lo has sabido? - preguntó Hazel.
- Leo el magnífico lo sabe todo. - dijo Sabrina con cara de misterio, aunque Leo sabía, que estaba haciendo un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas.
- Tengo un talento innato.
- Y una caca de centauro. - dijo Frank - Habéis escuchado a un guía.
Leo y Sabrina sonrieron.
- Puede. - dijeron Leo y Sabrina al unísono.
Leo se alboroto un poco más su pelo castaño, que empezaba a humedecerse por el sudor.
- Venga, vamos a encontrar ese pasadizo secreto. Espero que este sitio tenga aire acondicionado.
Por supuesto, no había aire acondicionado.
La parte positiva era que no había que hacer colas ni pagar para acceder al edificio, de modo que se abrieron paso por la fuerza entre las concentraciones de turistas y entraron.
El interior era impresionante, considerando que había sido construido hacía dos mil años. El suelo de mármol tenía un dibujo de cuadrados y círculos como un tres en raya romano. El espacio principal era una enorme estancia con una rotonda, como los edificios de los capitolios de Estados Unidos. Las paredes estaban llenas de distintos altares, estatuas, tumbas y demás. Pero lo que más le llamaba la atención era la cúpula. Toda la luz del edificio procedía de una abertura circular situada en lo alto. Un rayo de luz entraba oblicuamente en la rotonda y brillaba en el suelo, como si Zeus estuviera arriba como una lupa, tratando de achicharrar a los enclenques humanos.
Leo no era un experto en arquitectura como Annabeth, pero podía apreciar a ingeniería del edificio. Los romanos habían construido la cúpula con grandes artesones de piedra, pero los habían ahuecado siguiendo un diseño de cuadrados inscritos. Eso también haría la cúpula más ligera. Tenía un aspecto chulo.
No se lo comentó a sus amigos. Dudaba que les interesara. Aunque siempre te puedes equivocar. Pues no fue él quien hizo un comentario.