GABRIELA
Desperté con un dolor punzante en la cabeza y un peso incómodo en mis muñecas. Abrí los ojos lentamente, parpadeando para ajustar mi vista a la penumbra que me rodeaba. Estaba amarrada a una silla, mis brazos inmovilizados por gruesas cuerdas que me cortaban la circulación.
El aire era denso, cargado de humedad y un leve olor metálico que reconocí al instante: sangre. La habitación era fría y oscura, apenas iluminada por una única lámpara que colgaba sobre mí, proyectando sombras amenazantes en las paredes.
Frente a mí, un hombre me observaba con una sonrisa torcida. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado, y sus ojos azules brillaban con un poder y una crueldad que me helaron la sangre. No necesitaba presentaciones. Sabía quién era.
Dante Moretti.
Nunca lo había visto en persona, pero su reputación era suficiente. Su postura lo decía todo: autoridad, peligro, y un placer retorcido por la situación.
—Finalmente despiertas, señora Ricci. —Su voz era profunda, cargada de burla.
Intenté moverme, pero las cuerdas me mantenían fija en la silla. Mi respiración se aceleró, pero intenté mantener la calma. No le daría el placer de verme aterrorizada.
—¿Qué quieres? —pregunté, mi voz saliendo más firme de lo que esperaba.
Él inclinó la cabeza, evaluándome como si fuera un animal en un laboratorio.
—Es simple. Quiero información sobre tu querido esposo, Alessandro. ¿Dónde está? ¿Qué está planeando?
Lo miré directamente a los ojos, tratando de ocultar el pánico que comenzaba a consumirme.
—No sé nada de sus negocios. Alessandro no me cuenta nada.
Dante se echó hacia atrás en su silla, riéndose suavemente, como si acabara de escuchar un chiste particularmente gracioso.
—Claro, claro. La esposa inocente que no sabe nada. —Se levantó y comenzó a caminar lentamente a mi alrededor, sus pasos resonando en el suelo de concreto—. Pero, ¿sabes qué? No me gustan las mentiras. Así que, veremos si después de un poco de dolor decides hablar.
Antes de que pudiera responder, dos de sus hombres entraron en la habitación, llevando un pequeño dispositivo eléctrico. Sabía lo que era. Lo había visto en las películas y en las peores pesadillas de mi mente.
—Por favor, no sé nada. No tengo nada que decirte, —intenté suplicar, pero Dante solo sonrió.
Uno de los hombres conectó las pinzas metálicas a mis brazos. El primer impacto fue como un relámpago atravesándome el cuerpo. Grité, aunque intenté contenerlo, y mi cuerpo se arqueó contra las cuerdas que me mantenían inmóvil.
—Bien, vamos progresando. —Dante se cruzó de brazos, observando con satisfacción mientras las descargas seguían.
El dolor era insoportable, como si cada nervio en mi cuerpo estuviera en llamas. Cerré los ojos con fuerza, tratando de soportarlo, pero no había escapatoria.
Cuando finalmente se detuvo, mi cuerpo cayó hacia adelante, temblando. Mi respiración era irregular, y las lágrimas corrían libremente por mi rostro. Dante se agachó frente a mí, acercándose lo suficiente para que pudiera sentir su aliento en mi piel.
—Y ahora, ¿me dirás algo útil, o tendré que quemarte el cerebro? —preguntó con una sonrisa cruel.
Levanté la cabeza con dificultad, mis labios temblando.
—No sé nada, lo juro. —Mi voz era apenas un susurro, pero no había mentiras en ella. No sabía nada, y ni siquiera el infierno que estaba viviendo podía cambiar eso.
Él se levantó, suspirando como si estuviera aburrido.
—Qué decepción. —Hizo un gesto con la mano, y las descargas comenzaron de nuevo.
El dolor era peor esta vez, como si cada célula de mi cuerpo estuviera siendo destruida. Apreté los dientes con fuerza, luchando por no gritar, pero era inútil. Cada segundo era una eternidad, cada descarga un recordatorio de que estaba en las manos de un hombre que no conocía límites.
Cuando finalmente se detuvo, mi visión estaba borrosa, y apenas podía mantenerme consciente. Dante volvió a inclinarse hacia mí, sus ojos azules brillando con una mezcla de placer y desprecio.
—Tienes más fuerza de la que pensé, señora Ricci. Eso es... interesante. Pero veremos cuánto más puedes soportar.
Su risa resonó en la habitación mientras todo a mi alrededor comenzaba a desvanecerse. Sabía que esto apenas comenzaba.
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Editado: 11.01.2025