GABRIELA
La puerta se cerró tras Dante, y finalmente pude respirar profundamente. El aire seguía pesado en la habitación, impregnado con la presencia que él dejaba tras de sí. Mi cuerpo estaba tenso, cada fibra de mi ser preparándose para lo que sabía que vendría.
Sabía lo que estaba haciendo. Sabía que jugar con la mente de Dante era arriesgado, pero era mi única opción. Si quería escapar de aquí, necesitaba convertir su arrogancia en mi ventaja, manipularlo antes de que él pudiera manipularme más.
Me dejé caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos por un momento. Mi mente repasaba cada palabra que le había dicho, cada sonrisa y cada gesto que había calculado cuidadosamente. No podía permitir que notara mi verdadera intención, que viera más allá de la máscara que estaba usando.
"Hazme tuya. Hace mucho que no sé lo que es placer en la cama."
Las palabras seguían sonando en mi cabeza, y todavía podía sentir el calor de su mirada cuando las dije. Sabía que había logrado perturbarlo, aunque no lo admitiera. Era un hombre acostumbrado a tener el control, pero mi desafío, mi descaro, lo había hecho dudar.
"Esa es la mejor venganza, ¿no crees? Que tu enemigo sepa que su mujer fue tuya."
Había visto la chispa de algo en sus ojos en ese momento. Era una mezcla de tentación y rechazo, como si luchara consigo mismo para no caer en mi juego. Pero era un juego que yo sabía jugar bien, porque mi vida dependía de ello.
Me senté en la cama, mirando alrededor de la habitación. Cada rincón, cada objeto, estaba diseñado para recordarme que estaba atrapada, que estaba en su territorio. Pero eso no significaba que fuera imposible escapar.
La clave estaba en él. En Dante.
Sabía que no podía derrotarlo físicamente. Él tenía la fuerza, los recursos, y el control de este lugar. Pero la mente... la mente era un campo de batalla donde yo tenía ventaja.
Desde que me trajo aquí, había aprendido algo sobre él: su ego era tan grande como su crueldad. Creía que siempre tenía el control, que podía anticipar cada uno de mis movimientos. Pero eso lo hacía vulnerable, porque subestimaba lo lejos que yo estaba dispuesta a llegar para sobrevivir.
"Dante no es invencible," pensé, dejando que la idea me diera fuerzas. "Y voy a demostrárselo."
Mi mirada se dirigió hacia la puerta, recordando su última sonrisa antes de irse. Había algo en su expresión, un indicio de que mis palabras lo habían afectado más de lo que quería admitir.
Me levanté de la cama, ignorando el dolor en mis piernas, y caminé hacia el espejo que colgaba en la pared. Mi reflejo me devolvió la mirada: una mujer con el rostro pálido, los labios agrietados y los ojos cansados, pero con una chispa de determinación que no se apagaba.
Me acerqué al espejo, colocando las manos sobre el marco frío.
—Esto no es el final, —murmuré, como si el reflejo necesitara escucharlo tanto como yo.
Volví a la cama, obligándome a recostarme y cerrar los ojos. Necesitaba descansar, recuperar fuerzas para la próxima jugada. Dante podía pensar que tenía todo bajo control, pero no sabía que yo ya había comenzado mi propia partida.
Él era la llave, y yo estaba dispuesta a usar todo lo que tuviera para manipularlo. Si jugar con su mente era lo que necesitaba para escapar, entonces lo haría sin dudar.
"Prepárate, Dante. Este juego apenas comienza.
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Editado: 11.01.2025