La Jugada Perfecta {1}

Capítulo 30

GABRIELA

El amanecer empezó a colarse por la ventana, y aunque no tenía idea de cuántas horas había dormido, mi cuerpo todavía se sentía pesado. Me senté en la cama, abrazando mis piernas mientras intentaba ordenar mis pensamientos.

La confusión seguía presente, esa sensación de que me faltaban piezas del rompecabezas. La conversación con Dante todavía me daba vueltas en la cabeza.

"Tú me rogaste que me quedara."

No podía recordarlo. Mi mente estaba vacía en ese punto, como si alguien hubiera borrado esa parte de la noche. Pero, aunque no lo admitiera, su presencia había sido lo único que me dio algo de calma en medio de mi tormenta. Y eso me enfurecía.

Miré hacia la puerta, todavía cerrada, como si mantuviera el mundo exterior a raya. Dante Moretti era un enigma, una tormenta que no podía controlar, y cada interacción con él parecía desarmarme un poco más.

Suspiré, bajando las piernas al suelo mientras me levantaba. Mi cuerpo protestó, recordándome que no estaba en mi mejor estado, pero ignoré el dolor. No iba a dejar que esto me definiera.

Caminé hacia la ventana, mirando el amanecer. Las paredes altas de la propiedad me recordaban que todavía estaba atrapada, pero mi mente ya estaba trabajando. "No puedes rendirte, Gabriela," me dije a mí misma.

Dante creía que tenía el control, pero había algo en él, algo que me decía que incluso él tenía sus grietas. Quizá era la forma en que se quedó conmigo anoche, o cómo su tono cambiaba cuando hablaba de Alessandro. Sabía que podía usar eso, pero tendría que ser inteligente.

—Gabriela —la voz de Enzo me sacó de mis pensamientos.

Me giré hacia la puerta, y ahí estaba él, parado con su expresión neutral, aunque sus ojos me estudiaban como si esperara que me rompiera en cualquier momento.

—Dante quiere verte —dijo simplemente.

Cruzándome de brazos, lo miré con desafío.

—¿Otra sesión de tortura?

Él no respondió. Sólo se apartó de la puerta, esperando que lo siguiera.

Con un suspiro, lo hice. Sabía que no tenía elección, y parte de mí estaba curiosa por saber qué planeaba Dante esta vez. Caminé por los pasillos en silencio, mis ojos recorriendo cada rincón, buscando cualquier detalle que pudiera ser útil.

Cuando llegamos a su oficina, la puerta estaba entreabierta. Enzo me hizo un gesto para entrar, y lo hice, sintiendo la tensión en el aire.

Dante estaba sentado detrás de su escritorio, su mirada fija en algunos papeles frente a él. Levantó la vista cuando entré, y esa sonrisa arrogante apareció en su rostro.

—Muñeca, qué bueno verte despierta.

—Qué bueno que me diste permiso —respondí, mi tono cargado de sarcasmo.

Él rió suavemente, como si mi resistencia fuera entretenida para él.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, dejando los papeles a un lado y cruzando los brazos sobre el escritorio.

—¿De verdad te importa?

Dante inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con algo que no pude identificar.

—Tal vez. O tal vez sólo quiero asegurarme de que no te derrumbes antes de que Alessandro decida hacer algo.

Sus palabras eran como un golpe, un recordatorio de que todavía era sólo una pieza en su juego. Pero no le daría la satisfacción de verme afectada.

—Entonces, ¿qué quieres ahora, Dante?

Su sonrisa se ensanchó, pero sus ojos permanecieron serios.

—Quiero saber qué tan lejos estás dispuesta a llegar para sobrevivir, Gabriela.

Me quedé en silencio, mi mirada fija en la suya. Sabía que esto era otra de sus pruebas, otro intento de hacerme tambalear.

—Haré lo que tenga que hacer —respondí finalmente, mi voz firme.

Él asintió lentamente, como si estuviera evaluando cada palabra.

—Bien. Porque este juego apenas comienza, y quiero ver de qué estás hecha.

Su tono era una mezcla de desafío y amenaza, pero también de algo más. Algo que me hizo sentir que este no era sólo su juego. Era el mío también.




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