La Jugada Perfecta {1}

Capítulo 39

GABRIELA

Apenas estábamos recuperando el aliento, nuestros cuerpos todavía entrelazados, cuando el sonido de disparos rompió el silencio de la habitación. Mi corazón se detuvo un segundo antes de que la voz de Enzo se escuchara detrás de la puerta.

—¡Son gente de Alessandro, señor! —gritó, su tono urgente y fuerte.

Me tensé de inmediato, mi cuerpo todavía bajo el peso de Dante. Lo miré, mi respiración acelerada, pero no era por lo que habíamos hecho minutos antes, sino por el caos que estaba a punto de desatarse.

Dante levantó la mirada hacia la puerta, su expresión seria pero serena, como si hubiera estado esperando esto. Luego sus ojos se encontraron con los míos, y vi algo en ellos que no pude descifrar del todo.

—Al parecer, tu esposo por fin se decidió a venir por ti —dijo con una sonrisa torcida, pero su tono estaba cargado de ironía.

Me aparté de él, sentándome rápidamente mientras intentaba cubrirme con las sábanas. Mi mente estaba corriendo a mil por hora. Alessandro estaba aquí. Después de semanas de silencio, de torturas, de noches perdidas con Dante, ahora aparecía como si nada.

—Dante, tienes que detener esto —dije, mi voz temblando mientras lo miraba vestirse rápidamente, recuperando su habitual aire de control.

—¿Detenerlo? —respondió, su tono casi burlón mientras ajustaba su cinturón y tomaba una pistola de la mesa cercana—. Este es su movimiento, muñeca. Ahora yo juego.

Me levanté de la cama, envuelta en la sábana, mientras lo observaba. El hombre que había sido mi refugio y mi tormento en estas semanas ahora estaba completamente en modo de guerra, sus ojos fríos y calculadores.

—No voy a dejar que me use como una pieza más, Dante, —dije, intentando sonar más firme de lo que me sentía.

Él se detuvo, girándose hacia mí, y en su mirada había algo que parecía más personal, más profundo.

—Gabriela —dijo, su voz baja pero firme— Esto no es sólo un juego. Es supervivencia. Alessandro tomó su tiempo, y ahora está aquí. Pero yo no lo dejaré salir de esta casa con lo que es mío.

—¡No soy tuya! —grité, sintiendo cómo mi frustración se desbordaba.

Dante se acercó a mí rápidamente, su mano tomando mi barbilla y obligándome a mirarlo.

—Eres mía esta noche, Gabriela, y hasta que Alessandro esté muerto o yo decida lo contrario.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y no supe si era por miedo, ira o algo más oscuro que no quería nombrar.

Los disparos continuaron afuera, cada sonido haciéndome saltar ligeramente. Dante soltó mi rostro, pero su mirada permaneció fija en mí.

—Quédate aquí, y no intentes hacer nada estúpido —ordenó antes de girarse y dirigirse hacia la puerta.

—Dante, espera... —dije, pero él ya había salido, cerrando la puerta tras de sí.

Me quedé sola en la habitación, mi mente dividida entre el miedo por lo que estaba pasando afuera y el caos de lo que acababa de suceder entre nosotros. Alessandro estaba aquí, pero después de todo lo que había pasado, ya no estaba segura de querer que me llevara.




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