GABRIELA
Había asumido el liderazgo apenas hacía unas horas, pero ya sentía el peso de cada decisión en mis hombros. Alessandro estaba muerto, y ahora, todo dependía de mí. No había tiempo para el duelo, para la tristeza. Si quería sobrevivir y proteger lo que él había construido, tenía que actuar rápido.
Después de ordenar que trasladaran el cuerpo de Alessandro a una habitación segura, me reuní con Álvaro y los pocos hombres que quedaban leales. La mayoría de nuestros aliados habían desaparecido, probablemente buscando un nuevo líder al que seguir. Eso no me sorprendía. La lealtad era escasa en este mundo.
—Álvaro, necesitamos movernos antes del amanecer. Vittorio podría atacar de nuevo en cualquier momento, y no podemos darles la ventaja de encontrarnos aquí.
—Ya hemos comenzado a preparar los vehículos, señora Ricci. Pero hay algo más... —dijo, su tono grave.
—¿Qué pasa ahora? —pregunté, tratando de mantener la compostura.
Álvaro sacó su teléfono y me mostró un mensaje que había recibido. Era una foto de Alessandro, su cuerpo inerte, con un mensaje escrito: Esto es solo el principio.
Sentí que la sangre se me helaba. Vittorio no solo nos había atacado; quería que supiéramos que esto no había terminado.
—¿Quién envió esto? —pregunté, mi voz cargada de ira.
—No sabemos, pero lo más probable es que sea un aviso directo de Vittorio.
Asentí lentamente, mis manos temblaban, pero no de miedo, sino de rabia. Este hombre había matado a Alessandro y se atrevía a burlarse de nosotros. No podía permitir que esto quedara así.
—Álvaro, quiero que prepares a los hombres. Nos mudaremos a la casa segura en las afueras de la ciudad.
—Entendido, señora. Pero necesitamos más aliados. Vittorio tiene más hombres, más recursos. Si no encontramos apoyo, estaremos acabados antes de que podamos defendernos.
Sabía que tenía razón, pero no tenía idea de a quién podía recurrir. La mayoría de los aliados de Alessandro ahora se alineaban con Vittorio, y confiar en alguien en este momento era un riesgo enorme.
—Voy a encargarme de eso. Por ahora, asegúrate de que todos estén listos para moverse. No podemos quedarnos aquí.
Álvaro asintió y salió de la habitación, dejándome sola. Me acerqué a una de las ventanas y miré hacia el cielo oscuro. Cada decisión que tomaba me llevaba más lejos de la vida que alguna vez conocí.
¿Cómo había llegado aquí?
Hace unas semanas, era solo la esposa de Alessandro, atrapada en una jaula dorada, apartada de todo lo que tenía que ver con la mafia. Ahora, estaba al frente de su organización, enfrentándome a un enemigo que no dudaría en destruirme.
Respiré hondo, tratando de calmarme. No podía permitirme flaquear ahora. Alessandro estaba muerto, pero todavía había hombres que dependían de mí, y no iba a decepcionarlos.
—Señora Ricci, los vehículos están listos —dijo Álvaro, apareciendo en la puerta.
—Perfecto. Vámonos antes de que sea demasiado tarde.
Caminé hacia la puerta, sintiendo cómo cada paso me acercaba más al abismo. No sabía cómo iba a salir de esta, pero una cosa era segura: Vittorio iba a pagar por lo que había hecho.
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Editado: 11.01.2025