A lo largo de la obra se hará mención en repetidas ocasiones del lenguaje de las flores para resaltar emociones, pensamientos, sentimientos o hasta determinados eventos futuros. Al principio de cada capítulo se mostrará “la flor del capítulo” y determinará cual es la emoción principal de la parte.
En caso de hacer mención de más flores sus significados estarán al final del capítulo.
Ward, M., & Compañía. (1877). “The language and poetry of flowers.”
CAPITULO I:
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La lavanda es originaria de la región del Mediterráneo, el sur de Europa y algunas partes de África.
La lavanda representa frescura, pureza, silencio y calma, por lo que es una flor perfecta para la decoración de muchos espacios, creando ambientes llenos de paz.
En el lenguaje de las flores, las lavandas vienen ligadas a un latente sentimiento de amor. “Tu recuerdo es mi única felicidad”
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Amarillo canario, blanco hueso, negro carbón.
Luego de un par de segundos cambié la dirección de mi mirada. Del techo desgastado pasé a mi inmensa maleta en mi regazo, preguntándome como carajos iba a salir de aquel estúpido taxi. Con mis dos brazos sostenía mi maleta en mi regazo con un agarre tenso y celoso, como si fuera mi tesoro mas valioso. Dentro de mi sabía perfectamente que si me descuidaba alguien me terminaría robando.
Cerré mis ojos y tomé por mi boca una gran bocanada de aire mientras me lamentaba cada maldito segundo. De la comodidad y calidez de mi casa en Bolonia pasé a estar en el taxi más viejo y repugnante, y como si no pudiera ser peor en medio de dos inmigrantes de alguna parte del mundo; uno demasiado ocupado gritándole a su teléfono como para prestarme atención y otro cuyo olor corporal me estaba dejando ciego, quien decidió que era buena idea dormirse en mi hombro y dejármelo lleno de babas.
Apreté mis ojos y volví a tragar saliva cuando tuve otra arcada que a duras penas conseguí contener. Al carajo. Si la situación no mejoraba me pondría a rogarle a Dios por piedad. Ya no me importaba nada.
Apreté más el agarre a mi maleta —que tampoco me habían dejado llevar en el maletero del taxi porque, curiosamente, no tenía maletero— y exhalé por la boca. Los asientos estaban desgastados y cubiertos con parches y retazos de telas que por algún motivo se sentían pegajosas, el espacio era muy pequeño y mis rodillas rozaban constantemente con las de los cerdos a mis costados. Como si no fuera suficiente, la mosca mas grande que había visto en mi puta vida decidió acompañarnos durante todo el camino, paseándose por todo el lugar y dejándome la sensación de que en cualquier momento yo pasaría a mejor vida ahí dentro.
Cuando llegué a Suiza yo era el alfa más feliz del condado. Había conseguido una beca para estudiar en la prestigiosísima academia Bythesea, y tan pronto tuve la oportunidad de venir la tomé. Los problemas comenzaron desde que no tuve tiempo de organizar mi documentación y por las prisas tuve que alquilar una casa compartida con un desconocido. Según lo que la dueña, una mujer vieja, de aspecto muy bien cuidado y con el olor más dulce a feromonas que alguna vez he olido, me había dicho la casa quedaba un poquitito retirada del pueblo, pero fue lo mejor que pude encontrar a un precio que yo pudiera costear.
Sin embargo, cuando salí del aeropuerto lleno de esperanzas y expectativas la vida me recordó que yo no podía tener sueños. Nadie, absolutamente nadie sabía donde quedaba la dirección a la que yo me dirigía, y la única persona que sabía como llegar me quiso cobrar doscientos francos suizos por un viaje de casi dos horas en un taxi viejísimo, desgastado, que a duras penas encendía y que tendría que compartir con otras dos personas —y que, aparte, huele a sobaco—.
Tras un corte de manga y la mirada más nefasta que yo le podía dar terminé accediendo muy a mi pesar. Incluso ahora que estoy en camino a mi dirección estoy comenzando a dudar de si realmente el taxista sabe a dónde me está llevando. Todas estas curvas y caminos destapados me parecen demasiado sospechosos.
Cerré mis ojos, resoplé y contorsioné mi cuerpo hacia adelante, tratando de liberar mis brazos. Estaba demasiado molesto e incómodo para importarme despertar al bello durmiente que me había manchado de saliva mi preciado abrigo. Asqueado y con una mueca de preocupación me incliné y miré al exterior por la ventana del taxi. Nos estábamos adentrando a un camino lleno de árboles sin hojas, plantas secas y neblina tan espesa que ni siquiera yo podía ver por donde estábamos yendo. Es como si el tiempo se hubiese quedado estancado en este lugar, y yo apreté el culo del susto.
Mi corazón dio un salto y abrí mis ojos y boca, más asustado que sorprendido. Dios mío, ¿A dónde me está llevando este sujeto? Porque este no es para nada el camino que me había imaginado. Comencé a hiperventilarme mientras mi mente iba cada vez más rápido de una idea a otra. ¡El gobierno secreto que controla las masas finalmente vino por mí! ¡Los reptilianos que viven entre nosotros se dieron cuenta de que sé demasiado sobre ellos y me van a silenciar!
¡NOOO!
¡Oh, no! ¡Tal vez las civilizaciones más avanzadas ya llegaron a la tierra buscando dominarnos! ¡O tal vez los reptilianos están tras mis riñones! ¡Oh! ¿qué voy a hacer ahora? ¡¿Qué les diré cuando me secuestren?!