"Ja ja ja, si, no es una broma."—Becca
Nuevamente como les dije anteriormente mis ideas eran cuestionables. Pero por fin estaba segura de que mi idea parecía ser buena, incluso Diana lo veía como una idea buena. Y sí, se lo que están pensando, "¡Deberías hacerte cargo de tus responsabilidades!", bueno genios créanlo o no, me estaba haciendo cargo. Saben, es demasiado fácil juzgar a un libro por su portada, pero en cuanto lo lees te das cuenta que hay mucho más en juego. Les diré el porqué, no vengo de una familia que caga el dinero, mis padres trabajan pero sus sueldos apenas dan abasto a nuestras necesidades, y aunque trabaje sé que no le daría la vida que merecería a un niño ni de cerca, teniendo en cuenta el pequeño detalle de que no habría un padre para ayudarme.
Probablemente me vengan con excusas de que no era la primera chica joven en quedar embarazada y salir adelante pero vamos, si estuvieran aquí, justo donde estoy, también ustedes tomarían una decisión así. Estoy casi segura, ahora continuaré con mi historia.
Como decía, la idea era buena. Podía darle este niño a una pareja que quería tener hijos, buscar a las personas adecuadas que lo cuidaran y amaran, porque después de todo no le daría mi hijo a cualquier persona, lo tendría y el trato quedaría sellado. Así de fácil, bueno lo más fácil que puede ser cargar con un bebé en tu vientre por nueve meses. Ahora el gran reto era decirle a mis padres todo esto.
Sip, gran detalle ahí.
Habían pasado dos semanas desde que confirmé que estaba embarazada y cada que veía a mis padres prácticamente tenía ganas de arrancarme cada cabello de mi cuero cabelludo. Nadie nunca dijo que sería tan jodidamente difícil. Le había prometido a Diana que les diría lo antes posible pero parecía que los días pasaban y nunca encontraba el momento perfecto, como por ejemplo hace una semana, mis padres veían una comedia en Netflix buenísima. No quería arruinar el momento, así que lo aplacé. Y bueno, así fue sucesivamente.
Le di una mordida a mi sandwich intentando no vomitarlo. Por favor no, no aquí. Recibí un par de miradas.
— Parece como si estuvieras a punto de vomitarte encima — dijo Alejandra. Otra amiga mía, la señorita que no parecía quedarse callada.
— ¿Te importa? — enarqué una ceja. Era una chica guapa, con su cabello color chocolate y ojos verdes, me hizo una mueca. Incluso haciendo esas muecas ridículas se veía bien, perra.
— Me importa porque no quiero que me vomites encima, esta blusa que ves aquí es mi favorita, además de que no quiero imaginarme cuantos gérmenes estarías traspasando — Si, Alejandra era un poco vanidosa además de obsesiva compulsiva. A veces quería picarle los ojos con un tenedor, pero la quería. Sólo que escogió un mal momento.
— Oh no te preocupes, me puedo ir a otro lado a ahogarme en mi vómito.
Alejandra hizo mueca de asco. Yo sonreí.
— ¿Por qué tenías que poner esa imagen en mi mente Becca?
— Porque estabas siendo un dolor en el trasero Ale, por eso —confesé encogiéndome de hombros.
— Creo que ya fue suficiente chicas — Habló Carolina, nuestra amiga la mediadora. En donde Alejandra era de tez clara, Carolina lucía un bronceado digno de envidiar y un cabello negro lacio hermoso.
— Vale —dije. Pero le di una mirada a Alejandra y ambas solo nos encogimos de hombros.
— Aunque debo concordar con Ale, es asqueroso Becca.
Me reí entre dientes. Diana se rió y negó con la cabeza, solo ella estaba al tanto de mi pequeño secreto, por lo que solo ella sabía el porqué de mi humor tan cambiante. Cuando regresamos a clases, Diana me siguió de cerca dándome su típica mirada reprobatoria, rodé mis ojos.
— ¿Qué? ¿tengo monos en la cara? — solté.
— ¿Ya le dijiste a tus padres?
Resoplé.
— Estuve a punto, pero sabes, siempre están tan ocupados que no encuentro el momento perfecto.
Pero la verdad amigos míos es que nunca habría un momento perfecto. Ella rodó sus ojos.
— Becca tienes que decirles ya, ¿estas esperando a que se note tu pequeño problema?
Abrí mi boca ante eso. A veces esta chica podía convertirse en mi conciencia, mi condenada conciencia.
— Oye tranquila, se los diré. No es la gran cosa, tengo un plan. Ellos estarán de acuerdo con eso.
— ¿Por qué eso suena a que estás tratando de convencerte a ti misma?
Sonaba así porque así lo era.
— Está bien, prometo decirles hoy.
Le prometí, tratando de nuevo evitar no entrar en pánico. No quería ni imaginarme la reacción de ellos. Así que comencé a planificar en mi mente todo. Si había algo que no me gustaba era planificar, bueno, y obviamente este bebé no estaba en mis planes pero ya nada podía hacer, solo planificar.
Hice una lista en mi mente:
1. Llegaría a casa, platicaría con mis padres.
2. Durante la cena me encargaría de llegar al tema.
3. Boom, noticia.
Parecía algo sencillo, durante la cena. Solíamos pedir algo de comida chatarra y platicar sobre nuestros días, así que hoy parecía un día perfecto (Chequen mi ultra positivismo ahí).
Cuando acabaron las clases manejé de regreso a casa, extrañamente no me sentía igual de nerviosa. Era como decirles que tomaría un año sabático. Tendría a este bebé y lo entregaría a una familia que lo quisiera. Todos felices.
Llegué a la casa, que en comparación con la de mi amiga Diana parecía una bonita casa de campo. Era sencilla pero agradable a la vista con un pequeño jardín que a mamá le gustaba cuidar. Flores de color rosa mexicano adornaban el frente.
—Rebecca Cuervo Ruiz —escuché la voz de la mujer que me dio la vida.
—María Elena Ruiz —la imité. Cualquiera que la viera, diría que yo era una copia exacta. Ambas con nuestro cabello rizado negro y ojos tan oscuros como la noche. La única diferencia era mi estatura, ya que yo era mucho más alta que ella.
Ella puso los brazos en jarras, no parecía muy contenta. Ni siquiera le había dicho que estaba embarazada, ¿Qué había hecho mal ya?