La leyenda de las Luar

Cambio de planes

No, no esperé a que se hicieran las siete ni a que el despertador sonase. Estaba ansiosa por levantarme de la cama, quería volverle a ver, intercambiar cuatro malas palabras; cualquier cosa me valía, pero necesitaba hablar con él. No había dejado de pensarle en toda la noche y sabía que eso no era bueno, pero no aun sabiéndolo, no me detuvo en absoluto.

Me vestí con los pantalones que Alec me regaló, la misma sudadera que el día anterior y unas zapatillas blancas. Me miré en el espejo y lavé mi cara antes de hacer algo con mi pelo, el cual estaba demasiado enredado como para arriesgarme a pasar un cepillo. Directamente tiré de un hechizo y solucioné aquellos enredos.

Me encantaba mi pelo rubio y ondulado. Se parecía mucho al de Keyla, pero el suyo era un poco más claro.

—Buenos días Sombra —Le miré, estaba sentado lavándose una pata—, te prometo que cuando vuelva te contaré absolutamente todo lo que ocurra.

Me maulló como respuesta, aunque creo que tan solo quería que le dejase en paz, estaba recién levantado.

Bajé las escaleras con la mochila en brazos, era imposible no sonreír al aire en cuanto pensaba ir a la estación.

Me encontré con mi madre, quien estaba preparándose el desayuno.

—¿Te vas? —Se giró con una taza de café en la mano, me había escuchado bajar.

—Sí, no quiero perder el tren.

—¿Lo llevas todo? —Señaló mi mochila—. Por cierto, ¿te terminaste el libro de literatura?

—Sí, lo terminé y tengo examen la semana que viene. —Deseaba salir por la puerta—. En el último que hice saqué un sobresaliente.

Asintió llevándose la taza a la boca, estaba acostumbrada a escuchar mis buenas notas, ya no se sorprendía.

—Adiós. —Caminé hacia la puerta.

—Pasa un buen día. —Me sonrió y se limpió la boca con una servilleta.

Miré que tuviera la tarjeta del tren, el móvil… Por una vez, no se me olvidaba nada y estaba preparada para hablar con él, pero me detuvieron.

—¡Cira! —Alec estaba en la calle, al lado de su coche.

Bajé los escalones y me acerqué a él, era extraño encontrármelo allí y más siendo aún tan temprano.

—¿Qué haces aquí? —Le miré extrañada.

—He venido a por ti. —Abrió la puerta del copiloto—. Vivimos a unas calles y bueno, he pensado que así te olvidas de coger el tren. Menudo lío debe de ser.

Aquello era el intento de un gesto amistoso, pero es que ni mis padres me llevaban a clase; me gustaba hacer mi recorrido, el de coger el tren y perderme con mi música, pero ¿cómo iba a decirle que no? En su rostro había una gran sonrisa y me sostenía la puerta.

—Gracias. —Me senté en el asiento del copiloto, era imposible librarme de esa. Podía decirle la verdad, que no quería nada con él, pero eso implicaría hacerle daño y no quería hacérselo.

Movió los brazos al aire esbozando una gran alegría y se sentó en su asiento. Aquel día no estaba yendo como esperaba…

Arrancó el coche y comenzó a conducir entre las calles.

—Cira, este finde hay otra fiesta —comenzó a hablar él mientras cambiaba de marcha.

—¿Otra fiesta? —No pude evitar poner los ojos en blanco.

—Sí, y me preguntaba si querías venir conmigo.

Le miré, debía de rechazarle de una manera sutil, sin hacerle daño y sin que pensase que me estaba aprovechando de él de alguna manera.

—Alec yo…

—Lo sé, desconfías de mí por lo que pasó el viernes. —Levantó una mano del volante—. Pero te prometo que eso no volverá a suceder, déjame intentarlo de nuevo.

Para ser sinceros, sí que pensaba en darle otra oportunidad. Él era un chico muy majo con el que, cuando no bebía, te lo pasabas muy bien. El problema estaba en que no me podía asegurar algo que era inevitable. Él siempre bebía, incluso presumía siempre de ello, era difícil creerle.

—No lo sé Alec, tengo que pensármelo.

—Lo comprendo, no te preocupes.

No iba a tardar en volvérmelo a preguntar, porque no soportaba no tener una respuesta, él quería las cosas enseguida, por no decir al instante.

El resto del camino fue silencioso, sin música de fondo ni nada. Lo agradecí, lo último que quería era seguir hablando de esa fiesta o de lo que ocurrió el viernes. Le guardaba algo de rencor por ello, pero es que básicamente me humilló delante de demasiada gente. Algo difícil de asimilar, sabía que había sido un accidente, pero aun así…

Aparcó el coche en una de las plazas libres del aparcamiento y salimos a la vez. Todos nos miraban y murmuraban entre ellos. Alec sabía que eso iba a ocurrir y por eso había ido a recogerme, quería ser la conversación de la clase, o más bien del instituto entero. O posiblemente era su medio para poner celosa a su ex. Había demasiadas opciones y no me decantaba por ninguna, pero todas eran posibles.

—Voy a ver a los chicos, nos vemos luego en clase. —Besó mi mejilla y caminó hacia ellos, no me dio tiempo a decir nada.

Evité aquellas miradas cotillas y me dirigí directamente a mi taquilla, puse el código y la abrí. Podía meter la cabeza en ella y hacerme desaparecer, pero esa no sería la solución: estaba segura de que Alec era capaz de encontrarme, aunque fuera invisible.

—No la mires, no la mires, evita total contacto. —Su voz hizo que aquella amarga sensación desapareciera. ¿Por qué me resultaba tan armoniosa?—. Ella no te ha visto, ni siquiera ha ido a la estación. Será por algo, algo habré hecho mal, estoy seguro de ello.

Levanté la cabeza y lo busqué por el pasillo, lo encontré enseguida. Estaba al lado de su taquilla, con un libro en la mano, no tardó en girarse y mirarme. Sus ojos eran hipnotizantes, podía estar un largo tiempo mirándolos.

«No he ido a la estación porque Alec me ha recogido».

Asintió con la cabeza, creí que merecía una contestación. No quería que pensase que la culpa había sido suya.



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En el texto hay: amor prohibido, brujas, luar

Editado: 11.05.2024

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