La Leyenda De Los Busgos: Valor y Dolor

Capítulo 10: La Batalla De Las Altas Mareas.

 

  • ¿Qué demonios estáis haciendo, Eduardo?- Preguntaba Isabel.

El muchacho se encontraba con la pierna fuera de los barrotes y con la región posterior de la rodilla envolviendo uno de ellos haciendo presión sobre su pierna con las manos.

  • Princesa.- Contestó el chico. - Bien es sabido que la pierna es la parte que mayor fuerza ejerce. Así que estoy tratando de quebrar la dureza de estos cilindros. No os preocupéis, cuando salga de esta jaula os liberaré a vos también, lo juro.
  • Eso es absurdo, Eduardo. -Dijo Isabel mirando al muchacho con cara extrañada.- Los barrotes tienen más resistencia que tu pierna.

 

Eduardo, avergonzado por la situación, se dispuso a volver a meter su pierna dentro de la celda pero ésta se atascó a la altura de la rodilla dejando al muchacho sentado en el suelo y con media pierna estirada en la parte exterior de la jaula en una pose ridícula.

  • Diablos, atorado me hallo.- Decía el chico mientras tiraba con fuerza de su pierna.

Orfelina llevaba horas acostada en su celda durmiendo e Isabel temía que las estupideces del chico la despertasen y volviese a quejarse por todo. 

 

Eduardo por fin decidió rendirse y apoyó su espalda en el suelo. De pronto un capullo de flor manchado de vino cayó de su bolsillo derecho rodando hacia los barrotes de Isabel.

  • ¿Qué es? - Dijo la princesa mientras lo cogía con cuidado. -¿Un capullo?
  • Se trata del último capullo de Alelí. -Dijo Eduardo alzando la mirada. - Mi progenitor me lo otorgó.
  • ¿Sólo un capullo?- Preguntó Isabel mientras se lo devolvía al chico a través de los barrotes.
  • Oh, no, princesa. -Explicaba el chico aún con la pierna atascada. - Tengo prohibida la entrada a mi ciudad natal hasta que este capullo se convierta en flor. Por eso me hallo recorriendo ignotas tierras, si mi padre me viese volver me mataría.
  • Que tontería, ese capullo está arrancado, no va a crecer. - Dijo la princesa.
  • Oh, lo hará, creedme. Es mágico. Cuando su portador realiza la gesta para la que nació el capullo se abre.
  • ¿Y vos no la habéis realizado?

 

Eduardo agachó la cabeza, por primera vez sus aires de grandeza se habían escondido.

  • Antaño, cuando infante, jamás carecí de ningún bien o servicio. Soy de buena familia, no lo niego. -Comenzaba a explicar el muchacho.- Pero mi progenitor esperaba algo más de mí por lo que cuando cumplí los 15 años consignó todo el oro para que un servidor recibiese los mejores estudios en Esmeralda y me instruyese como mago. La desdicha me sacudió y la magia no brotaba de mis manos así que me echaron. Desde entonces vagué por el reino en busca de mi destino pero no lo hallé en absoluto. Cada vez que intento hacer magia se sale de control errando en mis actos y no produciendo ningún tipo de hechicería  y las personas que me contratan me toman por un ruín estafador. A día de hoy la mitad del reino me quiere encarcelar por eso mismo.
  • Vaya… lo siento.- Decía la princesa conmovida por la historia de Eduardo De Alelí.- Y… ¿conocisteis a Pelayo en Esmeralda, verdad?

 

La intención de Isabel era clara; conseguir información para saber si el rumor de que Pelayo era el mismísimo malvado mago Síndrome era cierto. 

  • Oh, no, princesa. - Explicaba Eduardo. - Pelayo no fue instruido en Esmeralda, lo conocí en Ningún Lugar, una región al norte…
  • Ningún Lugar fue arrasado por Síndrome, ¿no es así? - Preguntaba alterada la princesa mientras se ponía de pie agarrándose a los barrotes - La leyenda cuenta que un malvado mago bajo ese mote usó la magia oscura para acabar con todo hombre, mujer, niño e incluso animal que allí se encontrase.
  • Eh… veamos… eh.- Eduardo comenzó a ponerse nervioso- La leyenda no es del todo cierta…

La puerta se abrió de golpe mostrando a Phiela caminando de manera confiada hacia la celda de Isabel moviendo su cintura como si de un barco mecido por olas se tratase y cortando de golpe la conversación. La pirata sacó la llave y abrió la jaula de la princesa.

  • Venga, pelo oxidado.- Dijo la segunda de abordo mientras agarraba a la princesa del brazo y la arrastraba fuera.- La capitana quiere verte.

Mientras la sacaba giró la cabeza para ver la absurda postura en la que Eduardo De Alelí, con una pierna atascada fuera de su celda, se encontraba.

  • ¿Qué cojones haces?- Preguntaba la pirata al avergonzado chico. -Eres el hombre más raro que he visto. ¿De dónde coño lo habéis sacado?.- Decía mientras se llevaba a la princesa y cerraba la puerta de golpe.
  • AY - Gritaba Orfelina que había sido despertada por el fuerte golpe.- ¿Dónde estoy?

 

La princesa fue llevada sin apenas oponer resistencia al camarote principal. Por el camino pudo ver como la noche intentaba cubrir el barco que desprendía una potente luz iluminado por las velas que las piratas habían colocado a lo largo y ancho del buque. Las velas habían sido bajadas por algún motivo que Isabel desconocía.

 

Tras picar en la puerta y sin recibir respuesta alguna la princesa fue empujada al interior del camarote. Dentro Ashmeria cenaba un largo y gordo pescado abierto por la mitad.

  • Siéntate, chica. - Dijo la capitana señalando con su cabeza la silla en frente de su mesa.
  • Vuestras piratas me han tratado mal.- Se quejaba la princesa.- Me han empujado y…
  • No me importa eso. - contestó cortante Ashmeria. -Estás aquí por otro motivo.



#17150 en Fantasía
#23593 en Otros
#3122 en Aventura

En el texto hay: fantasia, humor, aventura

Editado: 06.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.