Minuto 7
Cuando la niña tomó el libro del final del último pasillo de la librería clandestina ya sabía que algo malo iba a suceder.
Ella contaba con un don de premonición, el cual le permitía anticipar cuando algo bueno o malo pasaría.
Desde bebé, Mary fue víctima de unos padres irresponsables y vanidosos. Más que eso, sus cerebros parecían no dar para mucho.
La niña de 7 años tomó el libro con un deseo inocente, con esa emoción que te da hacer alguna travesura, y lo llevó a casa.
Mary llegó al mostrador y pagó su libro. El encargado sabía en lo que la niña se metía y no hizo nada para advertirle. Apenas había avanzado una cuadra caminando regreso a casa, cuando la policía entró a la librería, detuvo a todos los empleados, y aseguró la mercancía, segundos tarde para la pequeña.
La policía no suele guiarse o actuar siguiendo hechos fantasmales o paranormales. Esta fue una excepción. La gente de la pequeña ciudad estaba tan asustada y fueron muchas las denuncias puestas para que se cerrara la librería acusada de vender libros satánicos, además de otro tipo de contenidos, no solo no apropiados para niños, sino para cualquier adulto.
El jefe de policía optó por actuar debido a que, en solo unas semanas de instalarse la librería, el trabajo policial aumentó 10 veces más. El 90% de los casos, involucraban cosas inexplicables, vidrios que se rompían solos, puertas golpeadas fuertemente, hasta objetos que levitaban.
Los padres de Mary solían salir de antro cada noche y vivir la vida al máximo, pero sin frenos. La niñera que contrataban la cuidaba bien. Sin embargo, eso no evitaba que Mary se diera sus escapadas, sobre todo durante el tiempo que supuestamente papá y mamá estaban con ella.
Le encantaba leer. A pesar de lo lista que era, nadie puede explicar que la motivo exactamente a ir a la librería más apartada de su casa y la cual no se destacaba por ser atractiva para los niños pequeños.
Nallely, la bella y joven niñera, fue la primera víctima que comenzó a ver cosas inexplicables. Estaba sentada en la sala viendo una novela mexicana cuando sintió que llevaba buen rato sin que Mary saliera de su habitación de juegos. Al acercarse a la habitación escuchaba varias voces dentro, algunas bastante extrañas. Al principio suponía que la niña jugaba como siempre, hasta que una voz de hombre, bastante gruesa, se escuchó dentro. Parecía fingida, pero… ¿de verdad la pequeña niña podía producir una voz así?
Se quedó pensando unos minutos. Las voces parecían haberse calmado. Caminaba de regreso a la sala pensativa cuando alcanzó a ver por la puerta del pasillo a la niña jugando afuera y no en su habitación. La piel se le puso de gallina. Si fuera un criminal o algún intruso ya debería haber atacado. Armada con un sartén, camino por el largo pasillo, miró por debajo de la puerta. Lucía vacío. Puso el ojo en la mirilla y no vio a nadie adentro.
Finalmente se animó a abrir la puerta y encontró en el centro de la habitación la mesa de juegos y 3 muñecos listos para jugar al té. Se sintió aliviada al encontrar todo normal hasta que vio con mayor atención las tazas, aún salía vapor caliente. La cocina estaba cerrada con llave por seguridad de la traviesa Mary. No podría haber preparado ni servido té de verdad. Detrás de Nallely la puerta se cerró. La voz varonil saludó:
-Hola hermosa. Bienvenida. Vamos a tomar el té...-
Marvin. El vecino que jugaba en el patio escuchó un rugido, y un grito desgarrador de mujer aterrada.
Minuto 6
En poco tiempo llegaron los policías, los paramédicos y los papás de Mary.
Nallely era atendida afuera en la ambulancia. Tenía algunos rasguños en brazos y piernas. Sus pulmones y su corazón se esforzaban mucho para respirar.
El reporte policial fue: hombre alto y delgado entra en casa y ataca a niñera.
Esa fue la versión que Nallely dio. En el fondo ella sabía que las cosas no fueron así. Pocos le creerían y seguramente no estarían los papás entre esos pocos. Pronto perdería su empleo si describía las cosas tal cual sucedieron.
Descanso un día por orden médica. Aprovecho para ir con el sacerdote del pueblo, confesarse y comulgar después de buen tiempo sin ir a misa.
Tenía mucho miedo por su vida, miedo que no la hizo huir. Renunciar no estaba en sus opciones. En ella había surgido por Mary parte de ese amor maternal hacia un hijo. Tenía ya dos años cuidándola, y sabía que los papás que le tocaron no eran para nada los mejores.
Se armó de valor y continuó yendo al trabajo. Pasaron días y todo normal. No se esforzó mucho en reforzar la seguridad. Después de todo, fantasmas o demonios, no respetarían mucho una puerta con seguro.
Mary había decidido dejar el libro bajo su cama y no volverlo a tocar. El problema fue que todas las noches, entre sueños, oía voces debajo de su cama. Un sábado cuando apenas amanecía, las voces eran muy intensas. Se armó de valor, tomó el libro y fue a enterrarlo en el patio. Mientras acababa, un joven vestido elegante y que cubría su cara con un sombrero negro, estaba allí, vigilante, sentado en la alta barda. Mary se apuró. Cubrió el hoyo y corrió adentro directo al sofá donde Nallely aún dormía. Ambas durmieron tranquilamente por un buen rato.
Minuto 5
Nallely despertó. Se paró bostezando y tallando sus ojos. Algo raro sucedía. Olía a humedad. Al abrir bien los ojos se encontró en medio de un bosque. Volteo y vio a la pequeña dormida en el sofá. No hacía falta pellizcarse para saber que no era un sueño. De alguna manera ambas fueron transportadas a ese bosque extraño. La estructura de la casa seguía en pie. No tenía ya el techo ni los muros, solo quedaban las columnas. Parecía como si con el tiempo, la naturaleza hubiera retomado su lugar en un largo perímetro.
A unos cien pasos de distancia había un árbol que contrastaba con el ambiente ya que estaba totalmente seco y aun costado una cueva oscura, con una antorcha encendida colocada en la entrada la cual dejaba ver con su luz algunos metros adentro. Nallely era enfermera y tenía una habilidad inusual para detectar de inmediato el olor a sangre. Sea desde la cueva o de alguna otra parte, alguien los observaba, seguramente con malas intenciones.