La llamada de las 3:33

Capítulo 2: La obsesión crece

Clara no podía dejar de pensar en la llamada. Las palabras seguían retumbando en su cabeza, una y otra vez, como un eco que no la dejaba descansar. Había intentado concentrarse en su trabajo en la redacción, pero la noticia del asesinato de Eduardo Ramos en el parque central a las 5:17 a.m. era demasiado precisa. Era demasiado real.

Mientras los demás periodistas alrededor de ella se sumían en sus tareas, Clara no podía dejar de buscar en sus recuerdos, intentando encontrar alguna pista sobre lo que había escuchado. El parque central, el hombre asesinado… no había nada relevante en los titulares. Nada que conectara con lo que le habían dicho.

Por primera vez, sintió una pequeña chispa de terror. ¿Cómo podía una voz anónima predecir algo así? ¿Cómo podía conocer los detalles de un crimen que ni la policía había procesado todavía?

—¿Clara? —la voz de Lucas Echeverría la sacó de sus pensamientos. Era un periodista veterano, conocido por su pragmatismo. Él había estado en la redacción durante años, y conocía todos los trucos de la profesión.

Clara levantó la mirada. Lucas la observaba con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Estás bien? Te noto… distraída —dijo, con un tono que sugería que no era la primera vez que lo notaba.

Clara se forzó a sonreír.

—Solo es un poco de cansancio, nada más —respondió, pero sabía que era mentira. En el fondo, sentía una creciente necesidad de descubrir más. Algo en ella la impulsaba a investigar, a desentrañar la conexión entre la llamada y el asesinato.

Pero, ¿cómo? ¿A quién podía contarle que había recibido una llamada prediciendo un crimen? Nadie le creería.

A pesar de sus dudas, Clara comenzó a hacer lo que más sabía hacer: investigar.

Durante el resto del día, se sumergió en los archivos de los periódicos locales, buscando cualquier tipo de relación entre el parque central, los crímenes previos y cualquier figura que pudiera conectar con el asesinato de Ramos. Los detalles que conocía eran vagos, pero había algo inquietante en cómo la noticia se desplegaba. Todos los artículos que había encontrado no daban respuestas, solo más preguntas.

Fue entonces cuando el teléfono volvió a sonar.

Clara observó el número en la pantalla, y por un momento, dudó en contestar. Pero sabía que no podía ignorarlo.

—¿Sí? —dijo, su voz un poco más tensa que la última vez.

La misma voz, fría y distante, la saludó del otro lado.

—El siguiente será una mujer. Esta vez, te daré un dato más: a las 9:32, en el callejón detrás del restaurante "La Tranquilidad". Lo verás cuando llegue el momento.

Clara sintió el aire volverse espeso. El restaurante, el callejón… todo encajaba, como si la voz estuviera controlando el curso de los eventos. Algo en ella se rebeló ante la sensación de impotencia que la invadía.

—¿Quién eres? —preguntó con más firmeza esta vez. Quería saber. Necesitaba respuestas.

La respuesta fue tan calmada como siempre.

—Lo sabrás cuando el momento sea el adecuado.

Y, con eso, la llamada se cortó.

Clara no pudo evitar sentirse como si estuviera atrapada en una telaraña invisible. Sabía que debía actuar, pero ¿cómo? ¿Quién iba a creerle si les contaba que había recibido una predicción de asesinato? La policía seguramente pensaría que estaba loca.

Pero su instinto le decía que debía investigar. Ella era periodista, después de todo. Si había algo que podía hacer, era descubrir la verdad. No iba a dejar que la Voz le ganara este juego.

A lo largo del resto de la jornada, Clara reunió todo lo que pudo sobre el restaurante "La Tranquilidad" y sus alrededores. El lugar era conocido por su comida, pero nada más. No había registros de crímenes o incidentes pasados en la zona.

A las 9:00 p.m., Clara decidió que iría. Aunque no tenía pruebas ni indicios sólidos de que algo ocurriera, una parte de ella sentía que debía estar allí. La misma parte que no podía olvidar el eco de la Voz en su cabeza.

A las 9:32 p.m., Clara llegó al restaurante, con el corazón latiendo en su garganta. El lugar estaba relativamente tranquilo, con solo un par de mesas ocupadas. Miró alrededor, escaneando las sombras del callejón que rodeaba el restaurante.

Y entonces, lo vio.

Una mujer caminaba rápidamente por el callejón, como si estuviera huyendo de algo. Clara no podía evitar seguirla con la mirada. La mujer parecía nerviosa, mirando sobre su hombro. Algo en su comportamiento llamó la atención de Clara, una sensación extraña de peligro.

En ese momento, Clara se acercó al borde del callejón, manteniendo la distancia. Y fue cuando vio a dos hombres aparecer desde las sombras, acercándose a la mujer con rapidez. Clara los reconoció en un instante: no eran policías. Eran criminales.

Clara sacó su teléfono y rápidamente marcó el número de la policía local, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, los hombres se abalanzaron sobre la mujer, cubriéndola con sus cuerpos.

—¡No! —gritó Clara, corriendo hacia ellos.

Pero antes de llegar, los hombres desaparecieron en la oscuridad.

Clara, con el pulso acelerado, se acercó al callejón, pero ya era demasiado tarde. La mujer ya no estaba allí. El callejón estaba vacío, silencioso.

Entonces, el teléfono sonó nuevamente. El mismo número. Clara lo levantó con miedo.

—¿Qué me estás haciendo hacer? —dijo, su voz quebrada por el terror.

La Voz respondió, tranquila como siempre.

—Lo sabías. Lo viste. Pero el tiempo siempre será más rápido que tú. Recuerda, Clara: siempre habrá más.

La llamada se cortó, dejándola sola en la oscuridad, con la sensación de que su vida nunca volvería a ser la misma.




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