La llamada de las 3:33

Capítulo 5: El regreso al barrio antiguo

El barrio antiguo de la ciudad siempre le había dejado una sensación extraña. Sus calles estrechas y empedradas, los edificios deteriorados por el paso del tiempo, todo parecía congelado en una época pasada, como si el tiempo se hubiera detenido allí, como si nadie hubiera salido de ese lugar durante años. Clara no había vuelto en mucho tiempo, y la última vez que estuvo allí, las cicatrices del pasado todavía la dolían.

Era cerca de las 9:00 a.m. cuando ella y Lucas llegaron al barrio. La calle estaba desierta, como si el mundo hubiera decidido ignorar ese pedazo de ciudad. Clara observaba todo con una intensidad renovada, cada esquina, cada sombra que caía sobre los edificios. Algo no estaba bien, y la Voz había dejado claro que algo iba a suceder exactamente a las 9:47.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Lucas mientras caminaban por una calle angosta, su mirada fija en el entorno.

Clara asintió, sin apartar los ojos de las casas desmoronadas y los cafés cerrados. A pesar de la quietud, algo en el aire le hacía pensar que no estaba sola. El recuerdo de Marcos regresó con fuerza. ¿Por qué lo había perdido de vista? ¿Por qué había desaparecido sin dejar rastro? Y lo más importante, ¿qué relación tenía con todo esto?

De repente, el sonido de unos pasos a lo lejos cortó sus pensamientos. Clara y Lucas se detuvieron automáticamente. Miraron hacia la fuente del ruido, pero no vieron nada, solo la sombra de una figura que desaparecía rápidamente entre los edificios. Clara apretó los labios, sintiendo que su instinto le decía que algo estaba por suceder.

—¿Lo viste? —preguntó Lucas, notando la tensión en su cuerpo.

Clara asintió lentamente, sin poder responder. Sabía que la figura no era casual. Algo o alguien estaba observándolos.

Faltaban pocos minutos para las 9:47. Clara y Lucas continuaron caminando, el tiempo parecía haberse estirado, y cada segundo se sentía como una eternidad. A medida que se acercaban a la calle principal del barrio, Clara pudo ver una vieja librería en la esquina. La misma librería que recordaba de su juventud, cuando pasaba horas allí con Marcos, sumidos en conversaciones sobre libros y el futuro. Era un lugar especial para ellos, pero ahora parecía un sitio olvidado, cubierto de polvo y telarañas.

—Aquí, Lucas —susurró Clara, señalando la librería—. Aquí es donde solíamos encontrarnos.

Lucas asintió, observando el lugar con desconfianza.

—No me gusta esto, Clara. ¿Por qué estaríamos aquí?

Antes de que Clara pudiera responder, el sonido de una puerta abriéndose interrumpió el silencio. Una figura emergió de la oscuridad de la librería: un hombre alto, con una capa negra y un sombrero que cubría parcialmente su rostro. Clara sintió un estremecimiento al ver su silueta, como si la figura fuera el mismo mal que la había estado acechando todo el tiempo.

—¿Quién es? —preguntó Lucas, su voz tensa.

El hombre levantó la cabeza, revelando parcialmente su rostro. Clara sintió un golpe de reconocimiento. Era un rostro que conocía, uno que había visto en fotos antiguas y en sus recuerdos. Pero no podía ser.

—Marcos... —dijo Clara, su voz un susurro, apenas creyendo lo que veía.

Marcos Hernández estaba de pie frente a ellos, con una expresión inexpresiva en su rostro. Era él, pero al mismo tiempo no lo era. Había algo extraño en su presencia, algo que no encajaba.

—Clara... —dijo su voz, grave, casi vacía—. Pensé que nunca volverías.

Clara dio un paso hacia él, su corazón latiendo con fuerza, pero algo en su interior la detuvo. Algo no estaba bien. Marcos la miraba, pero en sus ojos no había ninguna señal de la amistad que alguna vez habían compartido. Solo un vacío inquietante.

—Marcos, ¿qué está pasando? —preguntó Clara, sus palabras llenas de desesperación—. ¿Por qué desapareciste? ¿Y por qué la Voz está involucrada en todo esto?

Marcos no respondió de inmediato. Se quedó mirando a Clara, sus ojos vacíos, como si estuviera viendo a través de ella. Fue Lucas quien rompió el silencio.

—Esto no es Marcos, ¿verdad? —dijo con voz baja, mirando al hombre con desconfianza—. Hay algo mal aquí.

Antes de que Clara pudiera responder, Marcos levantó la mano, indicándoles que se callaran. Su gesto era autoritario, casi imperceptible, pero suficiente para que ambos guardaran silencio.

—Escuchen con atención —dijo finalmente, su voz casi apagada—. La Voz tiene un propósito, y ustedes están en el centro de todo. Lo que ocurrió en el pasado, los secretos que ocultaron, todo ha llegado a este punto. Clara, Lucas, ustedes no pueden escapar de esto.

El aire se volvió pesado de repente, y Clara sintió un nudo en el estómago. La sensación de estar atrapada, de ser parte de un juego que no comprendía, la envolvía por completo. Pero una parte de ella sabía que estaba demasiado cerca de la verdad como para detenerse ahora.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Lucas, su voz llena de incredulidad—. ¿Qué secretos?

Marcos los miró fijamente, su expresión más seria que nunca.

—Las respuestas están en el pasado, pero también en el futuro. La Voz está llevando todo hacia un destino inevitable, y si quieren salvarse, tendrán que enfrentarse a lo que dejaron atrás.

Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El rostro de Marcos ya no era familiar. Ahora solo era una sombra de lo que una vez fue. Un mensajero de algo más grande, más oscuro, que la estaba persiguiendo. La Voz, el pasado, el futuro… Todo estaba colisionando.

De repente, la figura de Marcos se desvaneció, como si hubiera sido absorbida por las sombras de la librería. Clara y Lucas quedaron paralizados, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar.

El reloj marcó las 9:47 en ese momento exacto, y Clara supo, en lo más profundo de su ser, que algo terrible estaba por suceder. Y que no podría escapar.




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