La llamada de las 3:33

Capítulo 8: En el abismo de lo desconocido

El tren avanzaba sin hacer ruido, desplazándose a través de una oscuridad impenetrable que parecía no tener fin. Clara no podía ver nada más allá de las ventanas, solo un vacío negro que la rodeaba, un vacío tan profundo que casi podía sentirlo tragándose la realidad a su alrededor.

A medida que el tren avanzaba, la sensación de aislamiento crecía. Era como si estuvieran cruzando un umbral, un espacio entre mundos. La gente, si es que alguna vez existió, parecía haber desaparecido. No había ruido, ni movimiento, salvo el de las ruedas sobre las vías, un sonido bajo y monótono que perforaba el aire denso.

Clara miró a su alrededor. El vagón estaba vacío, pero sentía que no estaba sola. En el aire flotaba una presión palpable, como si algo estuviera observándola, esperando el momento adecuado para hacer su aparición.

—¿De verdad vamos a seguir adelante con esto? —preguntó Lucas, su voz temblando ligeramente, aunque trataba de mantener la calma.

Clara no sabía qué responder. Lo que estaba pasando no tenía sentido. Había seguido el rastro de la Voz sin entender completamente las reglas de este juego. Pero ahora, al estar dentro de este tren, algo le decía que ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. El tren, la figura encapuchada, la Voz… todo parecía parte de un destino que se estaba entrelazando con el suyo, con fuerza, como si fuera una red de hilos invisibles que no podían cortarse.

—No lo sé, Lucas —respondió, con la mirada fija en el horizonte oscuro fuera del tren—. Pero no tenemos más opción. Si la Voz nos ha traído hasta aquí, es porque algo importante está por suceder.

Lucas asintió lentamente, pero la preocupación seguía en sus ojos. Sabía que, aunque Clara no lo dijera en voz alta, había algo en ella que se estaba desmoronando por dentro. Quizás ella también sentía el peso de lo que estaba por venir.

El tren comenzó a reducir su velocidad, el sonido de las ruedas cambiando a un suave crujido. Clara se levantó, sin pensarlo, y caminó hacia la puerta del vagón. No sabía qué esperaba encontrar allí, pero no podía quedarse sentada sin hacer nada. Algo la impulsaba a moverse, a descubrir lo que sucedía.

De repente, la puerta se abrió con un ruido metálico, y Clara dio un paso atrás, sorprendida. Frente a ella no había la oscuridad infinita que había estado viendo todo el tiempo. En su lugar, había un paisaje completamente diferente: una ciudad en ruinas, con edificios desmoronados, calles vacías, y cielos grises que se fundían con la niebla. Era como si el tren hubiera llegado a un lugar fuera del tiempo, un lugar que ya no pertenecía al mundo que conocía.

Clara miró a Lucas, que se acercó lentamente, tomando su mano. Nadie había dicho nada sobre llegar a un lugar como este. Nadie había mencionado este paisaje desolado.

—¿Dónde estamos? —preguntó Lucas, con voz apagada, como si temiera que el aire mismo estuviera escuchándolos.

Clara no respondió de inmediato. Ella tampoco lo sabía. Pero la sensación de que algo los esperaba aquí, en este lugar, la invadió por completo. Este era el final del viaje, el punto donde todo convergía, donde la Voz les revelaría la verdad detrás del juego.

De repente, una figura apareció en el umbral del vagón, tan repentinamente como si hubiera salido de la niebla misma. Clara dio un paso atrás, pero la figura levantó la mano en señal de calma.

—No temáis —dijo una voz suave, pero autoritaria—. Este es el lugar donde todo comienza y termina. Aquí encontraréis las respuestas que buscan.

Clara y Lucas se quedaron inmóviles, observando a la figura que los observaba con una intensidad que les helaba la sangre. La figura, que parecía una mujer de edad avanzada, estaba vestida con ropas de un estilo antiguo, casi medieval. Su mirada penetrante parecía atravesar las almas de Clara y Lucas.

—¿Quién eres? —preguntó Clara, su voz firme, pero con un toque de miedo.

La mujer sonrió levemente, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. En lugar de responder, extendió su mano hacia ellos.

—Acompáñenme —dijo, sin esperar respuesta.

El impulso de seguirla fue casi automático. Clara no sabía por qué, pero algo en su interior le decía que tenía que seguir esa figura. Al mirar a Lucas, vio que él también sentía lo mismo. La incertidumbre y el miedo estaban presentes, pero la necesidad de saber la verdad, de entender, era más fuerte.

Ambos caminaron hacia la figura, que los guió a través de las calles vacías de la ciudad desmoronada. Los edificios a su alrededor estaban cubiertos de hiedra y escombros, y el aire estaba pesado, como si la ciudad misma estuviera olvidada por el tiempo.

La figura los condujo hasta un edificio en particular, uno que destacaba entre los demás. No era más alto que los demás, pero tenía algo inquietante en su estructura. Era oscuro, su superficie cubierta por símbolos extraños que Clara no podía reconocer.

—Este es el Templo del Olvido —dijo la mujer, deteniéndose frente a la puerta—. Aquí guardamos los secretos que la Voz ha intentado ocultar por siglos. Este es el lugar donde todo se conecta.

Clara miró a su alrededor, viendo las sombras moverse en el interior del edificio. Su respiración se aceleró, y su cuerpo se tensó. El miedo se apoderó de ella, pero también había una sensación de inevitabilidad. Esto era lo que había estado buscando. Este era el momento.

La mujer miró a Clara y Lucas por última vez antes de entrar en el templo.

—Solo aquellos que buscan la verdad sin temor pueden cruzar este umbral. Están listos, pero recuerden, no hay marcha atrás.




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