La figura oscura avanzó con paso lento pero seguro, como si estuviera calculando cada movimiento. Clara, paralizada por la sensación de ser observada por una fuerza invisible, intentó mantener la calma. El aire, denso con la amenaza inminente, le pesaba en el pecho.
—¿Quién eres? —dijo Clara, su voz temblorosa pero desafiante. No podía permitir que el miedo la dominara ahora. Ya había tomado una decisión, y aunque las palabras de la Voz resonaban en su mente como un eco aterrador, no podía dar marcha atrás.
La figura se detuvo a unos metros de ella. El silencio que se instauró entre ellos parecía casi palpable, como si la misma ciudad estuviera conteniendo la respiración. Entonces, la Voz habló de nuevo.
—No importa quién soy. Lo que importa es quién crees que eres ahora. Tú, Clara, has tocado el poder que nunca debiste alcanzar. Y ahora debes enfrentarte a lo que has desatado. No hay marcha atrás.
Clara apretó los puños, su determinación aflorando. Sabía que este momento era crucial, que cada palabra que intercambiaba con la Voz podía ser la última oportunidad para cambiar las reglas del juego.
—No estoy aquí para rendirme —respondió Clara, con fuerza renovada—. No voy a permitir que el ciclo continúe. La gente tiene derecho a ser libre de lo que tú representas.
La figura encapuchada no reaccionó inmediatamente, pero Clara pudo ver cómo sus ojos brillaban con una intensidad ominosa bajo la capucha. Unos segundos después, la Voz habló con una calma inquietante.
—La libertad es una ilusión, Clara. Todo poder conlleva su precio. Y tú, como todos los que han intentado desafiarme, tendrás que pagar ese precio. Nadie escapa del ciclo, ni siquiera tú.
De repente, Clara sintió una presión en el pecho, como si la gravedad misma la estuviera aplastando. Las palabras de la Voz eran claras: no solo se enfrentaba a un poder invisible y omnipresente, sino también a una parte de sí misma que aún no entendía. La pregunta era: ¿estaba dispuesta a pagar el precio por romper el ciclo?
—¿Qué precio? —preguntó, forzando su voz a mantenerse firme, aunque por dentro sentía que se le escapaba el control.
La figura sonrió, pero no era una sonrisa de consuelo. Era fría, calculadora, como si supiera algo que ella aún no había comprendido.
—El precio de la libertad es la muerte de lo que te define, Clara. Todo lo que has sido, todo lo que creías saber... desaparecerá. El poder no tiene cabida en una persona común. Si sigues en este camino, perderás tu identidad, tu humanidad. Serás lo que el ciclo decida que seas.
Clara dio un paso hacia adelante, desafiante.
—No me importa perder lo que era antes —dijo con firmeza—. Si debo renunciar a todo para cambiar este mundo, lo haré. Prefiero ser una persona sin pasado que seguir siendo prisionera de algo que no quiero.
La Voz hizo una pausa, y por un momento, Clara sintió que el ambiente a su alrededor se calmaba, como si la figura estuviera evaluando sus palabras.
—Tan valiente como tonta —musitó la Voz, casi como si hablara consigo misma. Luego, con un suspiro que parecía venir de todos los rincones del universo, añadió—: Si eliges este camino, no habrá marcha atrás. Serás el catalizador de un nuevo ciclo. Y nadie, ni siquiera tú, podrá predecir sus consecuencias.
De repente, una fuerza invisible empujó a Clara hacia atrás. El suelo tembló bajo sus pies, y la figura oscura desapareció en un destello de oscuridad, como si se desintegrara en el aire mismo. Clara se desplomó al suelo, respirando con dificultad, sintiendo la presión en su pecho desvanecerse lentamente. Cuando levantó la vista, Lucas estaba a su lado, tomándola de los hombros, su rostro lleno de preocupación.
—¿Clara? —dijo con voz temblorosa—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
Clara no sabía qué responder. Estaba confundida, atónita por lo que acababa de suceder. La Voz... la figura oscura... todo era más complejo de lo que había imaginado. Estaba atrapada en un juego de poder y destino que parecía no tener fin.
—Ella... la Voz... me ha dado una advertencia —dijo Clara, respirando con dificultad, aún tratando de comprender la magnitud de sus palabras—. Me dijo que no podría escapar del ciclo. Que todo poder tiene su precio.
Lucas la miró fijamente, sus ojos llenos de duda y miedo.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó, sin poder ocultar la ansiedad en su voz.
Clara pensó por un momento. La decisión que tomara ahora no solo afectaría su vida, sino la de todos los que la rodeaban. Sabía que tenía que seguir adelante, que el precio de la libertad era la única opción, aunque no sabía qué sacrificios tendría que hacer.
—Voy a seguir adelante —respondió finalmente, con determinación—. No voy a permitir que este ciclo se repita. Es hora de que las reglas cambien.
Lucas asintió, pero Clara vio en sus ojos la preocupación que no podía disimular. Sabía que él temía por ella, y tenía razón. El camino que había elegido no solo pondría en riesgo su vida, sino la de todos los que había llegado a amar.
Con un último vistazo al callejón oscuro, Clara se levantó del suelo, tomando la decisión de avanzar. Sabía que el cambio estaba cerca, pero también entendía que no habría forma de predecir lo que vendría después.
El ciclo, después de todo, estaba en sus manos.