El viento soplaba con fuerza, arrastrando consigo la sensación de que el mundo estaba a punto de cambiar irrevocablemente. Clara caminaba sin rumbo fijo, aunque en su interior sabía que no podía darse el lujo de dejarse llevar por la incertidumbre. Cada paso que daba parecía resonar más fuerte, como si el destino ya hubiera comenzado a marcar su huella en ella.
Lucas la seguía de cerca, observando su rostro, que ahora llevaba una expresión sombría. La determinación que había visto en sus ojos antes se había transformado en una sombra que no podía comprender. Clara había tomado la decisión de enfrentarse a la Voz, pero en el fondo, algo dentro de ella temía lo que venía a continuación.
—¿Adónde vamos? —preguntó Lucas, rompiendo el silencio tenso que había dominado su caminar.
Clara no respondió de inmediato. Miró hacia el horizonte, donde las luces de la ciudad comenzaban a titilar. Un millón de vidas continuaban sin saber lo que estaba por desatarse, lo que ella había comenzado. ¿Qué sería de ellos? De todos los que aún vivían en la ignorancia, ajenos a la guerra invisible que se estaba librando bajo sus pies.
Finalmente, Clara detuvo su paso y se volvió hacia Lucas, su expresión seria.
—Necesito encontrar respuestas —dijo, su voz llena de gravedad—. La Voz no solo está jugando conmigo. Hay algo más detrás de todo esto. Algo que no puedo entender sola.
Lucas asintió, pero su rostro estaba lleno de inquietud. Sabía que algo más se escondía tras esas palabras, algo que Clara no estaba dispuesta a revelar aún.
—¿Sabes dónde buscar? —preguntó, con cierto recelo.
Clara hizo una pausa. El recuerdo de la figura oscura que había aparecido en el callejón aún la perseguía. Aquella presencia no había sido solo un aviso, sino una señal de que estaba siendo observada. Y ahora, ella debía encontrar la verdad antes de que la verdad la encontrara a ella.
—Conozco a alguien —respondió finalmente, su tono grave. Sin embargo, cuando miró a Lucas, vio que su rostro mostraba un atisbo de duda.
—¿Quién? —preguntó Lucas, mirando alrededor, como si las sombras estuvieran escuchando.
Clara hizo un gesto hacia un pequeño edificio en la esquina de la calle, casi invisible para el resto del mundo. Una tienda vieja, en cuyo escaparate sólo había polvo y recuerdos de tiempos pasados. Un lugar que muchos habrían pasado por alto, pero que Clara conocía bien. Allí había encontrado respuestas antes, y ahora confiaba en que esas mismas respuestas podrían iluminar su camino.
—Es un viejo amigo. Un hombre que sabe más de lo que parece. Si alguien tiene información sobre lo que está pasando, es él —dijo, comenzando a caminar hacia el lugar.
A medida que se acercaban, Clara pudo sentir el peso de cada paso. Aquella tienda, con sus vitrinas rotas y la madera crujiente bajo sus pies, había sido testigo de muchos secretos. Secretos que ella, en su momento, había ignorado. Ahora, esos secretos parecían ser la única llave para desbloquear lo que estaba por venir.
Cuando entraron en la tienda, el aire se sentía espeso, como si el tiempo se hubiera detenido allí. Un hombre de cabello canoso y rostro marcado por la experiencia levantó la mirada cuando escuchó la campanilla de la puerta. Era un hombre que había visto más de lo que cualquiera podría imaginar, y Clara lo sabía bien. Este era el lugar donde la verdad comenzaba a desvelarse, aunque Clara no estaba segura de si quería conocerla por completo.
—Clara —dijo el hombre, su voz rasposa pero firme—. Te esperaba.
La sorpresa recorrió la columna vertebral de Clara, pero se mantuvo en silencio. Había algo en él, en su presencia, que la hacía sentir tanto cautelosa como ansiosa. No era un hombre que dijera más de lo necesario, pero cuando lo hacía, las palabras siempre pesaban más que un millón de actos.
—¿Cómo sabías que vendría? —preguntó Clara, tratando de mantener su compostura.
El hombre sonrió, pero no de una manera amable. Era una sonrisa que solo aquellos que han vivido lo suficiente para conocer las mentiras y las sombras del mundo podrían entender.
—No soy un adivino, Clara. Pero cuando uno ve el ciclo con tanta frecuencia, aprende a reconocer cuándo alguien está a punto de romperlo —respondió, mientras sus ojos se deslizaban hacia Lucas, que aún se mantenía detrás de Clara, observando en silencio.
Clara no dijo nada más. Sabía que este hombre, aunque ambiguo en sus intenciones, podía ofrecerle las respuestas que necesitaba. O al menos, las pistas.
—Necesito saber qué está pasando —dijo, sin rodeos—. La Voz, el ciclo, todo esto... ¿qué significa? ¿Qué debo hacer ahora?
El hombre la miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando una vida llena de sufrimiento y secretos. Finalmente, suspiró.
—Lo que has hecho, Clara, es más grande de lo que imaginas. Y aunque creas que estás tomando el control, en realidad, eres solo un peón en un juego mucho más antiguo. La Voz es solo una manifestación del ciclo que se repite una y otra vez. Lo que tú llamas poder, en realidad es una prisión.
Clara sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. La presión en su pecho aumentó, como si las palabras del hombre le estuvieran robando el aire.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz apenas un susurro.
El hombre dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente para que Clara pudiera sentir el peso de su presencia.
—Lo que has desatado no puede ser deshecho fácilmente, Clara. Pero eso no significa que no haya forma de terminar con este ciclo. El poder que buscas... ya ha sido utilizado antes, y siempre ha terminado en caos. Ahora tienes la oportunidad de cambiar las reglas, pero debes decidir si estás dispuesta a pagar el precio final.
Clara lo miró fijamente, cada palabra golpeando como un martillo en su mente. El ciclo, la Voz, todo lo que había creído hasta ahora se desmoronaba a su alrededor.
—¿Y qué debo hacer? —preguntó, su voz firme a pesar de la tormenta que se desataba en su interior.