La llamada de las 3:33

Capítulo 18: La Ruta Hacia la Oscuridad

La decisión estaba tomada, pero el peso de esa elección no se desvaneció con facilidad. Clara había comprometido su alma en un acuerdo con las sombras, y ahora solo quedaba recorrer el oscuro sendero que ella misma había elegido. El hombre la observó mientras salían de la tienda, su figura ya borrosa entre las luces que parpadeaban en la distancia.

Lucas caminaba a su lado, con la cabeza agachada, como si la gravedad del momento también lo hubiera marcado. Ninguno de los dos pronunció palabra en el largo trayecto hacia el lugar que Clara sabía debía enfrentar. La ciudad parecía inmutable, ajena a la tormenta que se desataba en el interior de su ser. Pero Clara sentía la presión creciente, como si algo dentro de ella ya comenzara a ceder.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Lucas de repente, su voz rota, como si temiera lo que pudiera responder.

Clara lo miró, notando la tristeza reflejada en sus ojos. Sabía que él también luchaba con su propio dilema. La elección era tan grande que incluso Lucas, quien había estado con ella desde el principio, sentía el peso del futuro en sus hombros.

—No lo sé. Pero esto tiene que terminar —respondió ella, sin convencimiento. Aunque las palabras salían de su boca, no podía liberarse del sentimiento de incertidumbre que la atenazaba. El sacrificio que se le pedía no era solo suyo. Había algo en ella que sabía que podría cambiar para siempre. Ya no sería la misma persona, incluso si su alma lograba sobrevivir al precio.

La voz de Lucas tembló cuando habló de nuevo.

—Yo... quiero que sepas que no tienes que hacerlo sola. Si en algún momento piensas que esto es demasiado, que el precio es más grande de lo que puedes pagar... no tienes que seguir. No lo hagas por mí. No te pierdas.

Clara sintió que su corazón se detenía al escuchar sus palabras. En el fondo sabía que Lucas estaba dispuesto a sacrificarlo todo por ella, pero también comprendía que, de alguna manera, todos los que estaban a su alrededor tenían algo que perder. Y ella no podía arrastrarlos a la oscuridad sin saber exactamente a dónde conducía este camino.

—No puedo detenerme ahora —respondió, su voz suave pero firme—. Hay algo más en juego que nosotros. Algo más grande que yo.

Al llegar al lugar, una vieja fábrica abandonada en las afueras de la ciudad, Clara no necesitaba preguntar si había llegado al sitio correcto. La oscuridad que rodeaba el edificio le transmitió una sensación de premonición. Este era el lugar donde las piezas del rompecabezas se unirían, para bien o para mal.

Los dos cruzaron las puertas oxidadas y entraron en el edificio, cuyas paredes desmoronadas parecían susurrar en un idioma que solo aquellos que conocían el verdadero precio de la desesperación podían entender. La humedad y el olor a moho impregnaban el aire, y el eco de sus pasos resonaba en la vastedad vacía del lugar.

El hombre había dicho que allí encontraría lo que necesitaba, las herramientas para romper el ciclo. Pero Clara también sabía que no podía haber marcha atrás. Había cruzado un umbral del que no podría regresar, y lo que estaba por hacer podría cambiar el curso de todo.

En el centro de la planta, una luz tenue iluminaba una mesa de trabajo cubierta con planos y documentos. Clara se acercó lentamente, sus dedos temblando cuando tocó una de las hojas. Los diagramas eran complejos, con símbolos que no comprendía completamente, pero había algo familiar en ellos, algo que la vinculaba con la Voz.

—Esto es... esto es lo que necesitamos —dijo Clara, con voz vacilante. Pero dentro de ella, algo comenzó a despertar, un instinto que la decía que estaba a punto de perder algo mucho más importante que su humanidad.

Lucas se acercó a ella, observando los planos con atención. Sin embargo, en su rostro se reflejaba una creciente preocupación. Sabía que este lugar no era solo una fábrica abandonada. Era un centro de control, un nido de las fuerzas oscuras que había desatado sin saberlo.

—¿Cómo podemos detenerlo? —preguntó, incapaz de disimular la ansiedad que comenzaba a apoderarse de él.

Clara levantó la vista y vio, al fondo de la sala, una puerta sellada con un candado de hierro. Algo en ella le decía que detrás de esa puerta estaba la clave para todo. Allí se encontraba el núcleo del ciclo, el punto de no retorno. No había vuelta atrás.

Con una determinación que ella misma no reconoció, Clara caminó hacia la puerta y colocó la mano sobre el candado. Sabía que todo lo que había hecho hasta ahora la había preparado para este momento, pero también sabía que no podría prever lo que sucedería una vez que la puerta se abriera. El sacrificio, la pérdida, ya no estaban tan lejanos.

Lucas la observaba en silencio, como si la oscuridad misma hubiera comenzado a tragarlos. Finalmente, susurró:

—Te prometí que no lo harías sola. Pero también debo decirte que, si lo haces, no habrá marcha atrás. No para ti, ni para mí. Estaré contigo en esto, pero... ¿realmente sabes lo que estás a punto de hacer?

Clara giró la llave en el candado y escuchó el chirrido metálico que cortó el silencio. La puerta se abrió con un resplandor débil, y más allá de ella, la sombra que había estado acechando todo este tiempo finalmente se reveló ante ella.

Clara respiró hondo, preparándose para lo que estaba por venir. Ya no había marcha atrás.




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