La llamada de las 3:33

Capítulo 20: El Último Sacrificio

El aire alrededor de Clara parecía volverse más denso, como si el propio tiempo se estuviera desacelerando. La pantalla que mostraba la distorsionada imagen de la Voz continuaba parpadeando, y Clara podía sentir la presión de su mirada incluso sin verla directamente. Cada palabra de la Voz era una daga, intentando rasgar su determinación.

—Lo que vas a hacer no solo destruirá el ciclo. Destruirá todo lo que eres —la Voz continuó, como si tratara de disuadirla. Pero Clara ya no escuchaba.

Su mente estaba enfocada en un solo objetivo. Lo que tenía frente a ella era una prisión de sombras y mentiras, y ella iba a liberarse de todo eso, aunque eso significara perderse a sí misma en el proceso.

Clara levantó la mano hacia el núcleo. Sabía lo que debía hacer, pero el miedo seguía luchando en su interior. ¿Estaba dispuesta a pagar el precio final? ¿Era capaz de sacrificar su ser, su humanidad, para destruir la Voz y el ciclo que la mantenía prisionera?

Lucas la observaba en silencio. Su rostro, aunque lleno de preocupación, mostraba una aceptación resignada. Sabía que ella había llegado demasiado lejos como para dar un paso atrás.

—No tienes que hacerlo, Clara —dijo él, sus palabras temblorosas, pero firmes—. No eres solo la clave para destruirlo... eres la razón por la que todo esto ha sucedido. Pero eso no te hace menos humana. No tienes que hacer esto sola. Te ayudaré.

Clara cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la verdad que acababa de decir. Lucas era más que su compañero. Había sido su ancla, la razón por la que había seguido luchando hasta ahora. Pero lo que ella debía hacer no podía depender de nadie más. Solo ella podía romper el ciclo.

Con un suspiro, Clara abrió los ojos y miró a Lucas por última vez. Una despedida silenciosa, cargada de dolor, pero también de una resolución inquebrantable.

—Lo siento... —dijo en voz baja, como si las palabras pudieran aliviar, aunque fuera un poco, la carga que llevaba sobre sus hombros.

Lucas intentó decir algo más, pero Clara ya había tomado su decisión. No había más tiempo para dudas.

Con una firmeza inesperada, Clara colocó ambas manos sobre el núcleo. Sentía la energía que emanaba de él, fría y abrasadora al mismo tiempo. Era el poder de la Voz, el ciclo en su forma más pura. Y ahora era el momento de destruirlo.

El resplandor del núcleo iluminó todo el cuarto, cegador, como un faro que llamaba a la oscuridad. El aire se volvió más pesado, y Clara pudo sentir cómo el sistema entero comenzaba a desmoronarse. Las pantallas parpadearon, mostrando fragmentos de futuros que ya no tendrían lugar, pero también visiones de personas atrapadas en su propio dolor, reflejos de las vidas que la Voz había manipulado.

En su mente, Clara escuchó la Voz una vez más, esta vez en un susurro bajo, desesperado.

—No puedes... no puedes destruirme... yo soy parte de ti... eres mi creación... no puedes escapar de ti misma.

Clara respiró profundamente, dejando que la resonancia de esas palabras se desvaneciera. Sabía lo que tenía que hacer. La Voz podía haber sido parte de su vida, pero ya no lo sería más. Ella era más que esa manipulación. Había crecido, había cambiado, y ahora debía ser su propia salvación.

Con un grito de furia contenida, Clara presionó con más fuerza sobre el núcleo. La energía del artefacto comenzó a desbordarse, las chispas saltaron y la habitación tembló como si el mismo suelo estuviera a punto de partirse. El sacrificio de Clara no solo era una cuestión de voluntad, sino de rendición total. Cada fibra de su ser estaba siendo despojada, desintegrada en el proceso.

—¡Adiós! —gritó, como si la palabra pudiera borrar todo lo que había sido.

En ese instante, Clara sintió cómo su conexión con el ciclo se deshizo, cómo la Voz se desvanecía, ya no presente, ya no real. El dolor físico que sentía era insoportable, pero era el precio de la liberación. La distorsionada imagen de la Voz desapareció de las pantallas, y la luz cegadora se desvaneció en una explosión silenciosa.

Todo lo que quedaba era la oscuridad.

Clara cayó al suelo, agotada. Su cuerpo ya no respondía, pero había cumplido su propósito. El ciclo estaba roto. La Voz había desaparecido. Y ella... ya no era la misma. Pero, en ese momento, Clara no necesitaba saber quién era. Solo sabía que había hecho lo correcto.

Lucas corrió hacia ella, su rostro lleno de pánico, pero Clara no podía sostenerse más. Sus ojos se cerraron lentamente.

—Clara, por favor... —dijo Lucas, su voz quebrada, desesperada.

Clara le dio una sonrisa débil. La batalla había terminado, y aunque su cuerpo ya no respondiera, su espíritu estaba en paz. Sabía que, al final, había salvado a todos. Su sacrificio era el último eslabón para terminar con el ciclo.

—Lo logramos... —musitó, antes de perderse en la oscuridad.




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