La loba en invierno

Capítulo 4

Wilfred

 

Salí de casa para encontrarme con Janiset. Me marché ignorando todos los comentarios de mi padre, con los que intentaba convencerme de llevar a Jan al encuentro de su abuelo, el cual estuvo siempre ausente en su vida. Me sentía terriblemente decepcionado de que mi progenitor estuviera metido en un asunto tan turbio, pero de ninguna manera me prestaría para algo así y aunque dijera que nosotros no teníamos que oponernos a su encuentro, yo no creía en las buenas intenciones de ese señor.

Llegué a la cafetería un rato antes que ella, y pensé que quizás, en vez de un café, podríamos tomar un helado, como cuando éramos niños, parecían haber pasado siglos de aquello, sin embargo la remembranza me sacó una sonrisa.

— Will — me saludó ella.

— Jan — respondí sin dejar de sonreír. — He pensado que quizás podríamos ir a la heladería que frecuentábamos, ¿recuerdas?

Ella se mostró sorprendida y con razón puesto que en los últimos años me había comportado de manera terrible, seguramente pensaba lo peor de mí.

— No sé — se mostraba dubitativa.

— Vayamos por favor — le supliqué, pensando que quizás esta fuera la última vez que tuviéramos oportunidad de tener un momento como este.

Ella asintió y comenzamos a caminar hacia la heladería, que se encontraba a un par de cuadras. No podía dejar de culparme por la conducta tan inmadura que había tenido con Janiset.

— ¿Y cómo has estado? — Ella intentó cortar la tensión con su característica dulzura.

— Bien, trabajando mucho. Papá me ha pedido que consiga la cuenta de una importante empresaria y tendré que dedicarle bastante tiempo.

— ¿Es una cuenta grande? — Realmente lo era.

— Eso parece — respondí y ya llegábamos a la heladería.

Abrí la puerta para que Janis entrara antes que yo. La invité a sentarse y mientras tanto yo pedí los mismos sabores que solíamos comer cuando éramos niños.

Me uní a ella en la mesa que había escogido, estaba alejada de la entrada, cerca de la ventana.

— Me sorprende que lo recuerdes aún — comentó Jan con satisfacción en el rostro, al recibir su helado.

— Janiset, lo siento — comencé a hablar pensando en todas las cosas que me venían carcomiendo desde que cortáramos.

— No sé por qué...

— Lamento lo mal que me he portado contigo todo este tiempo — era hora de confesarme, necesitaba decirle todo y cerrar el ciclo de buena manera y sin rencores. Sabía que no tenía justificativo, había actuado como un necio, pero lo único que podía hacer era disculparme.

— Will yo...

— No, por favor, no me interrumpas, esto es muy difícil para mí y no esto tratando de que volvamos. Todo lo que me dijiste es cierto, me ha costado mucho decidirme a hablarte, pero tienes razón. No nos amamos, quizá si tuvimos y aún tenemos un cariño, por haber crecido juntos, pero no es un amor como para comprometer nuestras vidas. Te pido perdón por lo estúpido que fui. No quiero que nuestra relación termine de mala manera, te quiero como a una hermana y deseo que seas feliz — casi vomité ante ella todas estas palabras sin poder contenerlas, no sabía si me había expresado lo suficientemente bien, pero ella pareció conmoverse.

— Willy... — empezó a hablar lentamente. — No todo es tu culpa, yo insistí en lo nuestro a pesar de que debí darme cuenta hace tiempo de que lo que teníamos no era amor. Me siento agradecida de que me digas estas cosas porque también te quiero mucho, y quisiera que siguiéramos siendo amigos.

— Así será... — quería acotar que también estaba agradecido por la oportunidad que me daba de resarcirme y lo mucho que me arrepentía de mi conducta inmadura, pero en ese momento, para mi disgusto mi padre me llamó. Tomé mi móvil y me puse de pie. — Dame un momento.

 

Llamada

— Padre — respondí y comencé a caminar hacia la salida.

— Will, ¿dónde estás? — Su voz era de preocupación y esto me puso en alerta.

— En la heladería de la calle veintitrés — respondí escuetamente.

— Debes venir a casa, tu madre no se siente bien y yo tengo que salir a la cita con los directivos de Reserching, es urgente, hijo.

— Voy para allá.

Mamá solía tener hipertensión, por lo que, cuando se sentía mal, él o yo nos quedábamos con ella, aunque esto no era algo que sucediera muy seguido, tampoco era algo anormal.

Regresé con Janis para despedirme.

— Lo siento, debo irme, pero espero que sigamos en contacto.

— Sí, eso espero yo también.

Nos sonreímos mutuamente y me marché.

 

***

 

Ilenia

 

Aunque debía haber partido hacia la aldea el día de ayer, decidí quedarme en la ciudad, sabía que Janis tenía la cita con Wilfred y moría de ganas de saber algo más de él. Esta era mi oportunidad para preguntar sin levantar sospechas.

Ella ya había salido una hora atrás, imaginé que podría conversar con ella durante la cena.

Me paré junto a la ventana y a la distancia visualicé los bosques que tapizaban las montañas.

 

<<Quiero salir a correr.>>

<<Lo haremos pronto.>>

<<¿Crees que le gustará el bosque?>>

<<No lo sé, pero al menos a de gustarle correr, se ve atlético.>>

Como estas, muchas preguntas nos hacíamos mi loba y yo, anhelaba conocerlo más, saber todo de él…




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