La Luna Del Cielo

TARDE DE JUEGOS

-Pinche sípota, que tengo rato de estar llamándote!!! Dijo doña Yoly, con el cincho en mano y las mejillas rojas de cólera. Los dos niños caminaban de prisa; ambos sabian que no les iría muy bien; se habían escapado desde la mañana al rio, aprovechando que habían iniciado las vacaciones escolares, pero un juego llevó a otro y habían olvidado completamente regresar pronto a casa, habían estado fuera  entre 3 y 4 horas y porsupuesto ninguno recordó que debían ir al molino por la masa de las tortillas.  La primera que recibiría el castigo sería Angela. La niña del cabello de muñeca y de ojos cafés como la miel. David la tomó del brazo para darle fuerzas. La niña era de un coraje indomable, sin embargo sabía que el castigo no sería leve; mamá la amaba mucho, pero cuando era de propinar un castigo, lo hacía "con toda la de la ley" como ella misma aseguraba. David sabía que al llegar a casa doña "Rosa" su madre, haría exactamente lo mismo; sin embargo, no entendía en su corazón de niño, porqué sufría mucho más cuando Angela era castigada, que cuando él recibía su propio castigo. Se repetía cuando esta preguta surgía en su cabeza "ella es mujer, además es menudita y flaca", sin embago continúaba pensando que fuese mejor recibir el castigo por los dos. 

Angela caminó con pie firme hacía su mamá y dijo "lo siento mami, me merezco el castigo" y bajo la cabeza, su madre lanzó el primer "cinchazo" que cayó directamente en las "nalgas de la niña",

Angela  lo recibió sin demostrar miedo o dolor; cayó el segundo y el tercero y la niña continuaba en la misma posición. David continuaba de pie y en silencio muy cerca; -Muchacho, ya vé a tu casa- dijo doña Yoly, poniendo su atención en el chico. -Doña Rosa tiene ratos de estar gritando....tampoco te irá muy bien- David asintió. -Lo siento mucho doña Yoly- dijo David mirándo a la niña, que ahora tenía sus mejillas sonrosadas, pero sin lagrimas en los ojos. La niña entendió que la disculpa iba más dirigida a ella que a su mamá. En otras ocasiones habia intentado defenderla, pero el efecto había sido negativo, su mamá siempre la había castigado e incluso más duro que en esa oportunidad, por lo que el niño había dejado de intentar defenderla para disminuir el castigo de su amiga.  Las dos madres eran muy buenas con sus hijos, sin embargo también habían sido educadas creyendo que el castigo físico se debía implementar en beneficio de la educación de sus traviesos hijos y ayudarles a ser "buenos hombres y mujeres" como ellas repetian. 

David se encontraba junto a la vereda, recostado sobre la enorme ceiba que dividia el cantón "La Torolita" en la que vivian y el cantón vecino. David subió el rostro y observó como la niña se acercaba lentamente hacía él,con su timida y usual sonrisa. Llevaba puesto un vestido color rosa, zapatos negros con calcetas rosa y un peinado que seguramente había hecho su madre, que consistia en una coleta de la cual surgian unos gruesos y negros rulos. David instintivamente sonrió; era un angel pensó, sin embargo reaccionó al instante y dirigió su mirada hacía el camino; su corazón estaba agitado, ultimamente se agitada cada vez que miraba a la niña. David había notado ciertos cambios en él y se preocupaba que la niña lo notara. -Ya es tarde sipota-dijo con gesto molesto. -Tengo rato de estar esperándote- añadió. Ella lo ignoró y pasó a su lado. -pues te hubieras ido entonces- dijo, restando importancia al gesto de molestia que el chico intentaba demostrar. Ella podía ser tan dulce y dura a la vez cuando se lo proponía. Acababa de demostrar la faceta de ángel cuando caminaba hacía él con su dulce sonrisa, sin embargo instantes después parecía una mujercita segura de sí misma y sin ninguna pusilanimidad.

El niño hizo un gesto de descontento, pero la niña no lo vió; ya le avanzaba unos cuantos metros y la hora de la catequesis se acercaba; tenía que evitar otro regaño, había sido suficiente el que le habia propinado su madre, la monjita aunque era dulce y amable, sabía también reprender. 

-David- dijo la niña, rompiendo el silencio, ya había terminado la catequesis y retornaban a casa, eran como a las 17;30 y el sol empezaba a ocultarse lentamente. -¿Crees que alguna vez terminará esta guerra?- El la observó, era una pregunta que se había hecho muchas veces, 2 de sus tios habian muerto en el cumplimiento del deber.  -No lo sé niña-. dijo, -espero que sea pronto, yo oro al cielo- dijo la chica. El asintió. Ella dudo un poco y finalmente dijo. -para que sea pronto y no siga muriendo nadie....y, también para que tú no cumplas los 13 años y tengas que ir a la guerra también-. 

 




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