La luz de mi camino

El sueño

Recuerdo aquel sueño que tuve luego de varios intentos de ir a mi realidad deseada.

No recuerdo el día, pero si momentos de él.

El sueño comenzaba conmigo corriendo por un par de piedras, en un río enorme, porque un montón de gatos me seguían, pero, supongo que no eran gatos normales. O tal vez sí. No lo sé muy bien, porque solo recuerdo fragmentos que están un poco borrosos.

Después de haber comenzado a correr, llegué hasta una especie de trozo de tierra flotante, no muy grande, y alrededor de ella otras trozos más, pero más pequeños y cada uno de ellos con una gran cantidad de gatos. Se me hacía raro que les tuviera miedo, porque me encantan los gatos. Sin embargo, al verlos y fijarme más en una pequeña ventana con barrotes que se encontraba en la tierra más grande, me di cuenta que había una mujer, con arrugas, pelo negro, largo y desordenado, que daba miedo. Esa mujer, quería salir de ahí, y por lo que me daba a entender los gatos eran suyos, todos esos gatos que no podía contar, porque cuando comenzaba a hacerlo, aparecían más y más.

Al verla a los ojos me estremecí. Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. De repente, como si supiera que le tenía miedo, la mujer dió un grito. Se aferraba a los barrotes de la ventana, y mientras una mano la tenía agarrada a unos de ellos, la otra estaba entre estos indicando que quería salir de ahí, o que quería acercarse más a mí. Al ver aquella escena, decidí irme corriendo. Me dió miedo. La temía, y solo la había visto una parte de ella, no me imagino como hubiera sido si realmente estuviera en frente de mí.

Corrí, corrí y corrí, hasta llegar a un lugar que parecía un pueblo. Deduje que lo era por los estrechos caminos que se encontraban entre las calles. Pase por unos cuantos, para ver si encontraba alguna salida, pero a pesar de que caminara más y más, me parecía que eran interminables. Cada vez que me movía y pensaba que había logrado salir de ahí, surgían más casas, eran diferentes, pero a la vez iguales. Caminaba, veía dos posibles vías de salida y me giraba hacia una de ellas, pero al final siempre se repetía lo mismo. Hasta que después de estar un rato, percibí la luz del sol como si fuera un guía. Y eso hice, la seguí. Pasé por diferentes tiendas y callejones que no había visto antes. Algunas tiendas parecían de estilo medieval, con escaparates que enseñaban un par de armas hechas de hierro o madera, de diferentes tamaños y medidas. Habían otras de vestidos, o comida. Pero, a pesar de eso, las ignoré y seguí los rayos del sol para ver desde donde venían. Dejé atrás las tiendas, y por un último callejón, salí y me encontré con un césped hermoso, que era verde y parecía que brillaba gracias al sol. Caminé un poco más, y logré subir por un sitio que parecía un acantilado, porque cuando llegué casi al final, pude verlo todo.

Veía todo el pueblo. Y encima de él, una isla flotante, con un castillo hermoso, en el que veía destellos, porque el sol se colaba entre los cristales y hacía que se iluminaran. Podía ver en el fondo, detrás de las montañas, como el sol iba descendiendo, dando su última resplandor en aquella vista magnífica. También vi un lago que rodeaba todo el lugar, y que se conectaba con ríos que llegaban hasta el centro del pueblo.

Toda esa vista, era lo que no quería dejar de ver. No quería marcharme nunca. Era hermoso. Era tan, fantástico. Era lugar.

Sin embargo, todo tiene su fin. Y a pesar de que tardé un poco más en irme. Lo hice. Desperté.

No pude volver. No pude hacerlo. Y lloré.

Desearía haber estado mucho más tiempo, porque, por un instante de verdad que lo creí, creí que no me iría. Pero al final no. No podía retroceder. A pesar de que deseara con toda mi alma volver, no pasó.

Lo extraño. Extraño aquel sueño.




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