Cada vez que él pasaba por la calle, rumbo a la universidad, a su casa, con sus amigos, ella estaba ahí observándolo siempre escondida de lejos. Era tanta su obsesión con aquel chico, que hasta sabía sobre sus horas de llegada y salida de su casa.
Él siempre tenía la sensación que alguien seguía cada uno de sus pasos, pero nunca veía a nadie cuando volteaba y eso hacía se sienta identificado porque solía hacer cosas similares con ella todo el tiempo.
Sin embargo, ninguno de los dos era culpable, simplemente no podían evitarlo. Estaba predestinado.