La Maldad desde la Sombra

Capítulo 3

Dos semanas pasaron desde aquella tarde lluviosa en casa de Mateo. Las pesadillas persiguieron a Mila por una semana completa y su vecino no volvió a dirigirle la palabra desde el momento en que salió corriendo de ese sitio, solo para esconderse en su habitación. Sin embargo eso no quiere decir que no lo haya visto, el chico esperaba por ella todas las mañanas al salir rumbo al colegio y de regreso a casa, no hablaba con ella pero la seguía... como si la estuviera cuidando.

La sensación de angustia permanece y la curiosidad late dentro de su pecho, instándole a cuestionarse todo lo que sabe.

Ha pasado tanto tiempo frente a la foto de su madre pensando en aquellas historias y la forma en que son tan diferentes pero se complementan a la vez, que su padre ha comenzado a preocuparse, no es normal que sostenga con tanto nerviosismo el collar de su madre... aunque intenta ser discreto para no alarmarla.

Y si a esto le sumamos que Mila no ha podido hablar con su padre sobre el tema, debido a su trabajo... eso la frustra aún más. Pero no puede hacer nada, el trabajo que su padre hace es muy importante para el pueblo, sobre todo ahora. A principios de la semana comenzaron a aparecer casos de personas del pueblo que comenzaron a enfermar... de la nada. Todas fueron puestas en cuarentena y vigiladas de cerca. Algo que tiene asustado a todo el mundo, aunque el alcalde insiste en que no es nada grave y que las personas comienzan a mejorar, ella ha visto y escuchado a su padre y sus colegas trabajar hasta tarde, investigar sin descanso, solo para intentar encontrar lo que los ha enfermado. Lo más destacable hasta el momento es que no se trata de algo contagioso y los síntomas entre todos los enfermos, resultan ser completamente diferentes.

No existe ninguna correlación entre ellos, ni sus padecimientos, quizás solo... lo rápido que están empeorando. Su salud decae casi a cada hora que pasa y eso es algo que hace mucho que no se veía.

No desde que su madre enfermó.

Lo más extraño es que todos los enfermos son parte del grupo de habitantes más antiguos del pueblo. Son ricos, poderosos y sus familias vieron al pueblo crecer hasta lo que es hoy en día. Tienen prestigio por su antigüedad.

Otra cosa notable que ha cambiado, ha sido el clima... en los últimos días se muestra radiante y al minuto siguiente... furioso. Definitivamente algo no está bien. Algo extraño está pasando con el pueblo.

– ¿Deberíamos ir de compras para celebrar el fin de semana? –pregunta su amiga Ana en un intento desesperado de sentirse animada– Podemos hacer una pijamada en mi casa, mis padres saldrán de la ciudad por trabajo, entonces tendríamos la casa para nosotras solas... mi hermano irá con mis padres entonces no estorbará.

–¿Tu hermano aceptó ir con tus padres? –pregunta una incrédula Miranda.

– No es como que le quedara más opción, sus calificaciones son un asco, mis padres quieren mantenerlo vigilado y lejos de la diversión y distracciones... entonces decidieron llevarlo con ellos –responde sin interés.

– Desearía poder ir, pero mis padres tienen la loca idea de visitar a mis abuelos, por alguna razón mi madre dice que ya estoy en edad de conocer mis raíces –explica dudosa–... a veces mis padres se comportan como si cumplir dieciocho años fuera la cosa más preocupante.

– Supongo que eso significa ser padre –responde Ana– les da miedo ver cómo pasa el tiempo porque ellos se hacen más viejos.

– Tal vez –coincide– ... ¿Tú irás, Mila?

La aludida miró a sus amigas y se sintió mal por casi no haberles prestado atención.

– Mi padre está muy estresado con el trabajo, no quiere que salga de casa y yo no quiero darle más en qué pensar –respondió un tanto distraída al percatarse de un par de ojos azules que la miraba del otro lado del campo.

Había olvidado que el salón de Mateo también tenía hora libre.

– Regresaste rápido del colegio –murmura Ramón al ver a su hija entrar en su casa.

– Tuvimos libres las dos últimas horas, las chicas fueron de compras pero yo estaba cansada –explica mientras se acerca a saludarlo.

– Mi amor, creo que debemos hablar.

– ¿Sobre qué? –pregunta tomando asiento junto a su padre en la sala.

– ¿Hay algo que te preocupe? Te he notado distraída, angustiada e incluso nerviosa.

Al parecer estaba haciendo un pésimo trabajo fingiendo que estaba bien.

– Pues... yo...

– Cualquier cosa que te preocupe, puedes decirme y prometo que te ayudaré a resolverlo, mi amor

– Papá... ¿Puedo hacerte una pregunta?.

– Por supuesto, Mila.

– Tú... ¿Crees que las leyendas son ciertas?

– ¿Qué tipo de leyendas?

– No lo sé –dudó–... vampiros... hombres lobo, brujas. Ese tipo de leyendas.

Observó a su padre meditar un momento su pregunta. Tal vez un segundo más de lo que le hubiera gustado a ella con la poca paciencia que la ansiedad le ha dejado los últimos días.

– Como hombre de ciencia, mi deber es creer y confiar en lo que veo y puedo explicar –intenta explicar–... sin embargo, tu madre tenía una fiel devoción a las viejas historias. Ella siempre decía que todos venimos de una leyenda, decía que todos tenemos un destino escrito y que sin importar lo que intentemos hacer para cambiarlo, la vida siempre nos terminaría llevando al sitio donde tenemos que estar. Porque todo fue escrito y somos parte de la historia. Siguiendo su pensamiento, entonces resultaría bastante clase que las viejas historias y leyendas mágicas fueron ciertas en su momento, pero con el pasar del tiempo la vida evolucionó y dejaron de ser verdades absolutas.

– ¿Cómo?

– Bueno, la ciencia avanzó y con el paso del tiempo la tecnología también lo hizo, conforme la mentalidad del ser humano se abría hacia posibilidades mucho más grandes de todo lo que conocían, entonces las viejas historias dejaron de ser tan relevantes. Hoy en día nos recuerdan el pasado y lo que nos trajo hasta la era moderna, donde una aplicación para teléfono puede monitorear la salud de tu corazón.




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