Aaron
El nuestro era un pueblo tranquilo, nunca pasaba nada, por eso me llamó la atención el revuelo que había en la estación de policía cuando me presenté en mi horario laboral.
— ¿Qué ha pasado? — Pregunté a mi compañero Walter.
— Una chica fue atacada en la noche, por fortuna un vecino llegó justo y espantó a la bestia a punta de escopetazos.
— ¿Qué... qué clase de bestia? — Un temblor repentino me atacó. Los lobos éramos considerados bestias, pero yo no podía creer que nadie de mi manada atacara a un humano.
— Dijo que le pareció un oso, pero que se arrastraba de una manera extraña.
— Quizá lo hirió.
— El hombre piensa que sí, pero no hallamos otra sangre que la de la víctima
— ¿Estuviste en el lugar?
— Sí, fue hace unas horas.
— ¿Y quién es la chica?
— Su nombre es Marcy, vive cerca de la calle 11.
— Creo que la conozco, estudia con Angie. ¿Y está bien?
— Está hospitalizada, aparentemente sobrevivirá, pero no he visto el reporte médico.
Continué mi camino hacia la oficina en la que trabajábamos, pensando en informar a mi novia para que no saliera sola, mucho menos de noche, puesto que si había un oso salvaje en la zona todos los ciudadanos estaban en riesgo, claro que podría tratarse de un ataque aislado, pero no estaba de más prevenir.
Aunque Angie no era mi pareja de vida, yo era el lobo más afortunado de mi manada, puesto que luego de cientos de siglos, que nadie encontraba a su destinada, yo la había encontrado a ella. Aunque fuera humana y no supiera de estas cosas, teníamos una conexión muy grande. Angie era mi humana.
Intenté llamarla luego del mediodía, puesto que era viernes y a esa hora salía de la universidad, pero no pude comunicarme. Como a las tres de la tarde, ella me llamó.
—... El profesor de antropología nos llevó al museo a ver una exposición de un escultor con influencias en los pueblos antiguos, fue muy aburrido — ella me explicaba el motivo de su llegada tardía.
— Me lo puedo imaginar.¿Cómo has estado?
— Bien, ¿has sabido lo de Marcy? Todos dicen que fue un oso gigante.
— Sí, me he enterado. Quisiera pedirte que evites salir, no sea que el animal vuelva a atacar.
— Aaron, tengo muchas tareas que hacer, no puedo quedarme en casa, seguramente estaré en la biblioteca hasta tarde.
— Pues, en ese caso, iré a acompañarte cuando salga de aquí.
— De acuerdo.
Las horas me pasaron lentas y la ansiedad me carcomía por dentro. Fue peor cuando vi el informe del médico, pues la chica había perdido mucha sangre, y esta sangre inexplicablemente había desaparecido, como si se la hubieran drenado, en la escena habían unas pocas gotas en el piso. Eso no podía más que ser obra de un vampiro, lo cual era preocupante. Sin embargo, el vecino que llamó dijo que lo que atacó a la chica era un animal espeluznante, grande como un oso y que se arrastraba
Finalmente, mi horario de salida llegó y pude dirigirme al centro del pueblo, hacia la biblioteca. Ella estaba sentada en una mesa, sola, con un libro delante de sí. Su cabello oscuro caía liso hacia un lado, Angie me resultaba increíblemente hermosa.
Caminé hasta allí y ella cerró el libro con una sonrisa.
— Qué bueno que llegas, ya me estaba aburriendo.
— Lo siento, acabo de salir del trabajo. Creía que estarías hasta tarde.
— Yo también, pero mis compañeros se fueron hace como una hora, me quedé leyendo un poco — relató mientras juntaba sus pertenencias.
Ella devolvió el libro a Rita, la bibliotecaria, y salimos del recinto.
— Bueno, te llevaré a tu casa. ¿Cómo has estado?
Lo de llevarla era un decir, puesto que caminaríamos, ya que en el pueblo no había nada que quedara a más de quince minutos a pie.
— Un poco cansada, no sé si fueron las atracciones de la feria o la historia que nos contó la señora Becka, pero tuve unas pesadillas terribles.
— ¿Qué clase de pesadillas?
— La bruja venía a querer matarme por ser virgen y yo le decía que estaba equivocada, pero ella insistía. Llevaba un vestido negro con un gran escote y su cabello parecía realmente del siglo pasado, pero sus ojos, eran rojos como sangre.
— Suena aterrador.
— Sí, lo peor es que me desperté muchas veces y cada vez que me dormía sucedía lo mismo.
— Qué extraño.
El sol había caído y las sombras se veían largas en las veredas, en la mañana había comenzado a lloviznar y ya se notaban los avances del invierno
— ¿Por qué crees que soñé eso?
— Probablemente te quedaste impresionada por la historia de la bruja. O tal vez te alcanzó la maldición — bromeé.
— Ay, no. Nada más cliché que la sangre de vírgenes para mantenerse joven. Eso es muy Madame Bathory.
— Cierto, en todo caso, deberías dejar de pensar en ello.
— Es que no puedo, además, lo de Marcy me sorprendió. Imagina que en el sueño era, como si fuera ella, un ser horrible persiguiéndome para matarme, pero a ella la alcanzó.
— Pero no la mató. El doctor Estévez ya dijo que se recuperará.
Mientras nos alejábamos del centro de la ciudad, no podía evitar sentir que nos observaban. La luna se veía por momentos detrás de las nubes, haciendo que las sombras se movieran.
— ¿Qué es eso? — indagó Angie deteniéndose.
— ¿Qué cosa?
Si bien tenía esta sensación, no podía ver nada raro en los alrededores, aunque mi visión alcanzaba hasta kilómetros.
— Me pareció que algo se movía por allá — insistió señalando hacia una arboleda cercana.
— Allí no hay nada... — No pude terminar de hablar porque algo negro se abalanzó sobre nosotros desde el cielo, haciendo que mi novia diera tal grito que casi me perfora los tímpanos.
Yo la abracé.