EL RELOJ QUE AYLA HABÍA TRAÍDO DE CASA ESTABA VOLVIENDO LOCA A ELEONOR, Ayla lo había colgado en un rincón de su habitación porque tenía "mucho valor sentimental" según ella, sin embargo, estaba volviendo loca a Eleonor pues a pesar de que ella estaba en la cocina, en la planta baja, y el reloj en la planta alta y en el otro extremo de la casa, ella podía escuchar perfectamente el sonido del segundero a cada instante.
El tic-tac que el reloj hacía era infinitamente irritante, pero también inusualmente familiar para la mujer, lo recordaba de algún lugar sin embargo no identificaba cual, pero Ayla sí que lo recordaba, ese reloj había sido regalo de una de sus tías cuando era una niña y Eleonor siempre lo había odiado con toda su alma, siempre parecía lograr saber que lo tenía consigo y siempre la exasperaba en niveles inimaginables.
Pero el reloj también le ponía los nervios de punta a Eleonor porque Nathaniel, su esposo, estaba a punto de llegar y la cena aún no estaba lista, se había distraído tanto proclamando su odio hacia el reloj que la cena aún no estaba lista.
Ayla bajó las escaleras e hizo una mueca cuando vio la expresión de desesperación en el rostro de Eleonor, sin embargo, ella se hizo una idea de lo que hacía que se comportara así pero no había esperado que después de tantos años el reloj siguiera teniendo el mismo efecto en ella, así que lo apagó.
Bajó nuevamente las escaleras, Eleonor lucía mucho más calmada, Ayla no quería volver a hacerle eso así que se puso una pequeña nota mental de que debía retirar la batería del reloj.
—¿Necesitas ayuda?
Eleonor necesitaba mucha ayuda pero no planeaba decirlo, sin embargo Ayla parecía recordar algunas cosas acerca de su prima así que no esperó una respuesta sino que tomó un cuchillo y comenzó a cortar los vegetales que Eleonor había dejado a medio rebanar.
—Gracias —sonrió Eleonor, dedicándole una significativa mirada a la chica, que también sonrió como única respuesta.
Cortaron vegetales, cocieron trozos de carne y prepararon las verduras al vapor, cuando la puerta crujió al ser abierta, todo estaba listo en la mesa, acomodado previamente por Ayla que había sido extremadamente minuciosa, era su complejo perfeccionista que salía en algunas ocasiones.
—¿Hola?
Al comedor entró un muchacho, aparentaba la misma edad que todos en el pueblo parecían tener según lo poco que Ayla había visto, pero al mismo tiempo era diferente a todo, parecía imponente pero a la vez amigable, no era muy corpulento, con ojos tan oscuros que parecían negros, tenía una piel tan pálida como la suya lo que le extrañó, pero lo más inusual era su desordenado cabello blanquecino.
—Hola cariño —sonrió Eleonor, y a Ayla se le enterneció el corazón por la forma en que miraba a su esposo con todo el amor del mundo, como si su corazón solo latiera por y para él, lo miraba de una forma en la que no hacían falta palabras para decir te amo, pero lo mejor no era eso, sino que él la miraba a ella de la misma forma.
Ambos se dieron un fugaz beso y se separaron con una sonrisa
—Te extrañé.
—Y yo a ti —después, tomó la mano del muchacho y tiró de él hacia Ayla—. Ayla, él es mi esposo, Nathaniel.
—He oído maravillas de la mitad hermana y mitad prima de Eleonor —sonrió con diversión—, puedes decirme Nathan, ella ama tratar de que la gente me diga Nathaniel porque sabe que lo odio.
Ayla soltó una risa, ambos se dieron un pequeño abrazo, Nathan era sencillamente encantador, no se imaginaba a alguien mejor para su querida prima, bueno, quizá Chris Hemsworth pero él no se encontraba disponible ya que estaba lamentablemente casado , igual que su prima, pero el divorcio de su prima no sería tan escandaloso a nivel mundial como el de él.
—Soy Ayla, la mitad prima y mitad hermana de esa loca.
Todos rieron, Eleonor en serio había hecho una estupenda elección.
—¿Qué edad tienes? —preguntó Nathan con curiosidad, Ayla dio un pequeño sorbo a su vaso de soda.
—Tengo veintitrés años, voy a cumplir veinticuatro en Diciembre.
Ayla jamás había sido una gran fanática de festejar los cumpleaños, sin embargo no tenía nada en contra de ellos, no era el tipo de persona que le tenía pavor a envejecer pues comprendía cómo funcionaba el ciclo de la vida y que todas las personas envejecen.
—¿Acabas de graduarte?
—En realidad no —sonrió Eleonor—, ella se saltó un año así que también se graduó un año antes.
Eso era cierto pero a Ayla le sorprendió que Eleonor lo supiera, después de tanto tiempo
—Genial, ¿y qué estudiaste?
—Estudié derecho —dijo sonriendo, había sido una de las mejores decisiones de su vida, siempre había tenido en claro que eso era lo que quería hacer con su vida, abogar por las personas que no habían cometido ningún error y sin embargo eran acusadas de eso, siempre había querido justicia.
Todos se permitieron unos minutos de silencio para comer un poco, cada uno comió un poco de lo que había en su plato
—¿Qué edad tienes tú? —preguntó Ayla a Nathan.
Nathaniel cruzó miradas un instante con Eleonor, buscando confirmar que lo que habían inventado antes de la llegada de la chica sería necesario, Eleonor asintió ligeramente con la cabeza.
—30, igual que Eleonor —tomó la mano de su esposa por encima de la mesa—. Ella cumple años en Septiembre y yo cumplo años en Mayo.
A Nathaniel realmente le estaba agradando Ayla, Eleonor era feliz con ella en la casa y si ella era feliz él también lo sería, él sabía lo complicado que había sido todo para Eleonor, sabía también que no se arrepentía de dejar su hogar y familia por él pero aun así los extrañaba cada día.
—Fue una suerte, tú sabes que no salgo con menores —guiñó un ojo a Ayla, ambas rieron, cuando ella aún pasaba mucho tiempo en casa de Ayla, la mayoría de los amigos de ella estaban enamorados de Eleonor lo cual siempre había divertido mucho a ambas.