A LO LARGO DE LA VIDA, LAS CIRCUNSTANCIAS ESTÁN CONSTANTEMENTE SUJETAS A GRANDES CAMBIOS, aquello que creías imposible se vuelve una posibilidad, aquello que esperabas eventualmente sucede y aquello que considerabas una certeza se transforma en la base de una leyenda.
Tras la muerte de sus padres, Ayla había decidido esperar un tiempo antes de poder ver nuevamente a Eleonor, quería con todas sus fuerzas mirarla y pensar que no era su culpa lo que le había sucedido a sus padres pero no estaba segura de poder evitar divisar las sonrientes figuras de sus padres tras ella, como fantasmas que las perseguirían a ambas.
Ella no quería culpar a Eleonor por algo que no era su culpa pero no estaba segura de sí le sería posible evitarlo y eso la horrorizaba más de lo que creía posible. ¿Podría mirarla a los ojos y sentir que no era su culpa la muerte de sus padres? Cuando de culpables se trataba, Ayla tenía una gran variedad de opciones, podía culpar a su asesina, a la madre de Christina que había señalado a la asesina en dirección a sus padres, a Christina por haber tenido aquella visión, a Eleonor por saber lo que sucedería y no decirle nada...
La muerte de los padres de Ayla no había sido un trágico accidente en el que no había culpables, había sido un cruel y brutal homicidio con una asesina que lo había ocasionado, había alguien que tuvo la culpa, pero inclusive en aquel momento que tenía un nombre al cual odiar ella sentía su propia culpa que trataba desesperadamente de no proyectar en el resto del mundo, porque ella no era así.
Ayla se sentó al lado de William en el sofá que había en la habitación, desde que la verdad se había revelado, él trataba de apartarse lo menos posible de ella pero aun así debía ocuparse de sus asuntos a veces, William había resultado ser un hombre de negocios, la manada se mantenía a flote por los negocios que el alfa mantenía con los humanos usando una empresa que pasaba de alfa en alfa, de generación en generación.
William deslizó su brazo por sobre los hombros de Ayla con cuidado, envolviéndola en un medio abrazo al que ella no se negó, moviendo su brazo para devolverle el abrazo. El tacto de William quemaba contra la piel de Ayla inclusive a través de la tierra, pero no quemaba como los cortes en su piel antes de comenzar a sangrar ni como si estuviera expuesta al fuego, sino como si el fuego estuviera en su interior, expandiéndose y llenándola de calidez, quemaba como el fuego pero eso no era necesariamente malo.
Cada vez que ambos estaban cerca sentían con fuerza un tirón en el interior de ellos que los hacía unirse, una sensación que los hacía aferrarse el uno al otro tan fuertemente como les fuera posible, aferrarse y jamás dejar ir sin importar nada, siendo el otro lo único que necesitaban para vivir.
—Debo hablar con ella —murmuró Ayla a William, él frunció el ceño, sin importar cuanto amara a Ayla eso no implicaba que tenía que estar de acuerdo con sus decisiones y él era particularmente rencoroso así que permanecía reticente a cualquier interacción entre Eleonor y Ayla.
Eleonor había puesto en peligro la vida de Ayla y eso no era algo fácil de perdonar para William, a quien ella le importaba más de lo humanamente posible, después de todo, era importante no olvidar que él no era humano.
—Si es lo que quieres, le pediré venir.
—Gracias —dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa al mismo tiempo que unía las manos de ambos y entrelazaban sus dedos.
— ¿Por qué quieres verla? No lo entiendo —declaró William, sonando molesto—. Pudiste morir por su culpa, algo pudo haberte sucedido, pude haberte perdido...
Al final, su voz se había comenzado a quebrar lentamente para terminar en un ahogado suspiro repleto de dolor, un dolor que le dolió a Ayla como si fuera propio y casi lo era, sentía su dolor en carne propia y era horrible saber lo mucho que le dolía la sola idea de perderla puesto que para ella era imposible prometerle que eso no sucedería, era una humana y si bien su esperanza de vida normalmente sería de unos ochenta años, con una homicida sobrenatural cazándola y conviviendo con la magia... Su esperanza de vida se había visto notablemente reducida.
—Crecí con Eleonor como si fuera parte de mi familia, ahora ya no tengo familia, es la única persona que me queda de mi infancia y debo aferrarme a ella —se esforzó por decir, pero en su interior calló la persistente idea en su mente de que debía aferrarse a culparse a sí misma y no a Eleonor, porque necesitaba culpar a alguien y una homicida cuya existencia se desdibujaba entre los límites de la realidad y el mito no era una opción aceptable para culpabilizar, no, ella prefería odiarse a si misma en lugar de consumirse odiando al resto.
Aceptar la propia culpa era bueno, excepto cuando no era tu culpa pero así lo querías creer.
Los ojos de Ayla destellaban, brillantes y hermosos pero también severamente atormentados, consumidos y nublados por algo que nadie podía ver, ardiendo dolorosamente por las lágrimas que se negaba a seguir soltando cada día de su vida pues sus padres no volverían, su prima le había mentido y su mundo se volvía una fantasía, pero a veces simplemente no te puedes permitir derrumbarte, no te puedes permitir caer, a veces lo único que puedes hacer es luchar por seguir adelante, crecer, cambiar y adaptarte.
William soltó un profundo suspiro para después abrazar a Ayla, permitiéndole recargar su cabeza en su hombro y que hundiera su rostro en la tela de su camisa, permitiéndole que también lo rodeara con sus brazos, esperando que ese alivio que él sentía, esa magia que fluía entre ambos, llegara también a ella y eso la hiciera sentir un poco menos desdichada.
Ayla deseó gritar, en serio deseaba gritar, deseaba que las lágrimas pudieran correr con libertad sin que ella sintiera que sus emociones eran una tontería, deseo dejarse caer al suelo nuevamente, de rodillas y abrazándose a si misma con mucha fuerza.