La Maldición de la Luna

Capítulo 20

AYLA DESPERTÓ AQUELLA MAÑANA PARA ENCONTRARSE SOLA EN LA CAMA, como de costumbre y después descubrir que toda la casa era un completo caos, mujeres y hombre corrían por los pasillos de la casa cargando urnas, decoraciones extravagantes que ella jamás había visto y bandejas repletas de comida, viendo todo el alboroto que había llegó a la conclusión de que probablemente no sería una decisión inteligente presentarse en el comedor utilizando su pijama así que tomó un cambio de ropa de su maleta aún sin desempacar y corrió a tomar una ducha para así vestirse después.

Salió del baño con su cabello aún húmedo, este estaba humedeciendo su blusa en la espalda así que se colocó un suéter encima antes de salir de la habitación hacia el comedor, en esa ocasión el comedor estaba aún más repleto de comida, tan lleno de alimento que apenas había espacio allí para los platos, vasos y cubiertos, las sillas sin embargo no tenían ningún ocupante lo que la incomodó en demasía, ya no estaba habituada a desayunar sola.

¿Dónde estaban Allison y Natalie? Se suponía que ellas jamás podían estar muy lejos pues debían protegerla, pero sin embargo sabía exactamente quien seguía haciendo lo mismo que siempre y no abandonaría su rutina, se fue del comedor hacia la habitación de Christina.

— ¡Ayla! —exclamó Eleonor tras ella.

Ayla se detuvo y soltó un suspiro de alivio antes de girarse a mirar a Eleonor, al verla quedó boquiabierta, llevaba un vestido ligero color blanco y su cabello estaba cuidadosamente trenzado, no la había visto vestida con tanta elegancia y prolijidad desde su infancia en donde su madre era quien la vestía y peinaba.

—Eleonor, que bien que estás aquí, ¿qué está pasando? ¿Por qué hay tanta gente? ¿Dónde están Allison y Natalie? —preguntó tan rápido que sonó como si estuviera balbuceando incoherencias, afortunadamente Eleonor comprendió.

—Tenemos visitas, para poder ir a buscar la daga, aquella de la que Christina les habló a William y a ti, él necesita dejar a alguien al mando, normalmente sería Nathaniel pero como él y yo los acompañaremos entonces necesita a alguien más.

— ¿Y quiénes están aquí, entonces? —preguntó Ayla.

—Nathaniel convenció a William de traer a sus padres para tomar el mando mientras no estaba.

Ayla se sintió desfallecer, la posibilidad de conocer a los padres de William nunca había cruzado por su cabeza, al no haberlos visto jamás y no haber presenciado ni una sola fotografía suya ni nada así entonces simplemente había asumido que estaban muertos como los suyos, pensar en eso fue como si le dieran un puñetazo en el estómago, por un instante sintió como el aire se le escapaba, inalcanzable.

— ¿Ya llegaron o aún no? —preguntó, deseosa de que la respuesta fuera "aún no".

—Sí, justo ahora, ven, vayamos a recibirlos, probablemente Allison y Natalie ya te estén esperando allá.

Eleonor la acompañó hasta la entrada principal, cruzando las puertas al comedor, William, Nathaniel, Allison, Natalie y Edward estaban allí y Ayla se recriminó a sí misma como pudo no haberse imaginado que ellos estarían allí, la entrada principal era el primer lugar donde debió buscar. William miró a Ayla en el momento en que entró a la estancia, su postura sin embargo no se vio relajarse ni tampoco tensarse así que Ayla consideró que sí debía estar allí, era una suerte que no hubiera acudido en pijama lo que habría resultado embarazoso.

Mientras Eleonor acudió a un lado de Nathaniel apenas llegaron, Ayla fue con William que sujetó su mano con cuidado.

—Pudiste avisarme —reprochó ella en voz baja, tratando de que los demás no la escucharan.

—Lo lamento, creí que te lo había dicho, es solo que mi relación con mis padres es un poco... Tensa. Ya verás a lo que me refiero. Estoy un poco estresado.

Ayla suspiró, igual de molesta que antes pero habiendo decidido guardarse su disconformidad para un momento más adecuado.

La puerta principal se abrió, un hombre alto y corpulento entró, tenía la piel ligeramente bronceada, cabello grisáceo y varias arrugas en su rostro, su expresión era fría y a Ayla le recordó a William cuando se ocupaba de asuntos de trabajo, los ojos del hombre, sin embargo, fueron lo que la hizo estremecer, tenía los mismos ojos marrón oscuro casi negro que William pero los del hombre tenían motas rojizas que parecieron cobrar intensidad al mirar a su primogénito.

Seguido del hombre entró una mujer con un cabello platinado tan brillante que hizo a Ayla preguntarse si se trataban de canas o simplemente era su color natural de cabello, su cabello estaba corto hasta los hombros e igual que su esposo tenía una expresión completamente indiferente, algunas arrugas decoraban su rostro pero no parecía importarle pues no llevaba ni una sola pizca de ningún tipo de maquillaje, sus ojos eran oscuros pero no tanto como los de sus hijos y Ayla se sintió aliviada al encontrarlos completamente normales en el estándar de lo humana.

Cargaban consigo un par de maletas, una cada uno, ambas pequeñas y del mismo alegre y vibrante tono de amarillo patito.

—Bienvenidos padres —dijo William, él de repente se veía al menos diez años mayor, la mirada fulminante en su rostro era atemorizante.

La mujer dejó su maleta en el suelo, siendo imitado por su esposo. Ella se apresuró a envolver en un caluroso abrazo a Nathaniel, todos los padres tenían siempre un hijo favorito aunque lo negasen y en esa familia en particular parecía que el segundogénito de la familia se había quedado todo menos el codiciado puesto de Alfa, que siempre pertenecía al primogénito sin importar quien fuese el hijo favorito.

—Es bueno volver —dijo el hombre.'

—Es un placer para nosotros recibirlos —dijo Nathaniel, con expresión cansada pero amable.

—Por supuesto que sí —dijo la mujer con dureza, mirando a Ayla con discreción, apenas un vistazo por el rabillo del ojo, pero William lo notó y se tensó.




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