La maldición de tus ojos

Un discípulo y un maestro

Entrecerró los ojos ante el horrible dolor que atormentaba su pecho, y escupió sangre dándose cuenta de que solo le quedaban minutos por fallecer a causa del veneno de su madre.

Respiró agitado, con la mirada vidriosa enfocando su atención en aquel rubio que no dejaba de succionar el veneno de su pierna. Quiso detenerlo, que detuviera su vano esfuerzo, pero no pudo ni siquiera levantar los brazos.

Nunca nadie se había aferrado tanto en mantenerlo con vida. Pensó que su madre si sería capaz de hacerlo, pero ella acababa de querer matarlo. Por culpa de ella es que ahora se encontraba en un sucio callejón con la vida escapándosele de las manos. Duele, horriblemente duele. Su respiración se agita y cada respiración es como si le enterraran un puñal ardiendo en las entrañas.

Volvió a toser y la sangre roja brotó de sus labios deslizándose a su barbilla. Cierra los ojos deseando incluso que la esquiva muerte se haga presente y acabar con esta tortuosa agonía.

—¡Vamos, no puedes morir ahora! —le dijo con una desesperación que jamás había visto en Ángel.

Aquel, el mejor amigo de su hermano, un seductor y galán inalcanzable, parece de verdad sufrir por su inminente muerte.

Quiso reírse irónico de aquel que siempre pensó que lo odiaba por hacer sufrir a su hermano mayor. Ahora, en cambio, luce tan desesperado por mantenerlo con vida. Pero a la vez el desconsuelo se le enreda en la garganta sin dejarlo producir ruido alguno. Entrecierra los ojos, sosteniendo sus pupilas en su lugar a pesar del dolor insoportable, jadea sin evitarlo buscando sentir algo de alivio, aunque esto no parece posible.

"Bastardo malcriado" esas fueron las primeras palabras que Ángel le dirigió la vez que se conocieron. Lo odiaba desde antes de conocerlo.

Demian, fue criado y mimado convirtiéndose en un hombre orgulloso, altivo y despectivo. Su madre le daba todo en desmedro de su hermano mayor, Arturo, el hijo de la primera mujer de su padre, quien solo sufría desprecio y humillaciones. Se convirtió en un pequeño tirano abusador que junto a su hermana hacían más difícil la vida de su hermano mayor.

Y hubiese seguido en esa misma senda banal, cargada de envidia y lanzando veneno a su alrededor, sino hubiera sido por el hechizo de ese par de ojos, de esa criatura inferior que un día su hermano trajo a casa. Una aparente simple muchacha miserable. Fue como si alguien hubiese abierto las cerraduras de una fortaleza impenetrable, esa mirada transparente derribó las suyas, y le hizo ver la realidad de su existencia.

No vivía la vida que quería, no odiaba a su hermano mayor de la forma como su madre le hacía creer, no ambicionaba el poder del liderazgo de la familia, nada de eso era lo que quería, se había convertido solo en un títere de los deseos de su madre.

Demian respiró con más fuerzas y el aire en su cuello produjo un lastimero quejido que pareció calar hondo en su acompañante, Ángel, que se limpió la boca de las muestras del veneno de la serpiente que lo había mordido. Aún seguía insistiendo en sacar el veneno de su cuerpo... pero ya es tarde, este ya ha atacado todos sus órganos internos.

Sonrió con una leve mueca, nunca pensó que el gran Demian Vikar iba a terminar de esta forma. Dándose cuenta de que por más que por fuera un tipo indomable, admirado, un fuerte hombre de negocios, como un Akuni* no era nada. Sus hermanos eran capaces de luchar por su vida, él en cambio ni siquiera sabía desenvainar su propia espada.

"Patético, no soy más que un patético... "

—Solo nos queda por probar una última opción —le dijo Ángel con expresión insegura—. Déjame confiar en tus ojos.

No entendió que quiso decirle, pero podría tener que ver con el color inusual de sus ojos. Solo había visto ese color en los ojos de su madre y hermana, pero en nadie más, y sinceramente nunca sintió la necesidad de saber porque ellos tenían ese color turquesa.

—Esto va a doler mucho, pero si logro llevarte al límite del dolor activaré la sangre demoniaca de tu cuerpo.

Quiso preguntarle qué quiso decir con eso, pero su voz no logró salir de su cuerpo agónico. Él no sabía en ese momento, que los demonios de clase alta eran capaces de recuperarse por completo si llegaban al límite de su dolor sin llegar a morir, ni siquiera que relación tenía esto con el tono de sus ojos.

Vio a Ángel sacar su fina espada, con su mirada fija en él. Entrecerró los ojos antes de empuñar el filo contra su pecho penetrando sus entrañas. El dolor que envolvió a Demian fue tan horrible, tan desesperante que su voz solo logró salir para dar un grito que repercutió en el lugar notando como rayos azules cruzaban de la espada de Ángel hacia su cuerpo ¿Está intentando matarlo?

No encuentra explicación, si ya está al borde de la muerte ¿Por qué hacerla aún más dolorosa?

—¡Resiste! Si lo logras cumpliré mi promesa de enseñarte a pelear, daré mi vida en convertirme en tu maestro, no voy a permitir... que alguien más vuelva a dañarte así...

Demian quiso abrir los ojos, Ángel acaba de hacerle una promesa, entonces ¿No busca matarlo? Sus dedos se encogieron debido al dolor, brotando incluso sus lágrimas sin que pudiera contenerla. Una promesa, sí, una promesa de un nuevo discípulo y su maestro.

Y escuchó una especie de clic pensando que su cuerpo había colapsado, pero no había sido así. Su sangre demoniaca había despertado, y eso significaba un peligro para todos. Ángel lo sabía. Había logrado mantenerlo con vida... pero ¿A qué costo?

¿Acaso este era el inicio de la desgracia que viene en camino?

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Akuni: Es el nombre que en un inicio se les da a los llamados hijos de los dioses, más adelante se utiliza para hacer referencia a quienes han sido bendecidos con aura sagrada.




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