La maldición de tus ojos

2.- Un salvaje en las montañas

El auto se detuvo, en medio de la nada, cuando menos se lo esperaba quedo botado en el camino. A media hora de la cabaña.

No puede esto estar pasando ahora, mínimo su "maestro" debería haber revisado su auto antes de prestárselo y no quedarse tirado en la cama con actitud irónica sabiendo que no encontraría dónde hospedarse. Demian suspiró dejando las cosas en la maletera y subió a pie.

Si Ángel no es capaz de mantener su vehículo en condiciones tendrá que bajar junto con él a buscar sus mandados. Pero olvidó un punto muy importante, su orientación es tan mala que se perdió y ya cuando se dio cuenta estaba en medio del bosque.

"¿Cómo llegué acá?"

Miró a ambos lados solo viendo árboles y vegetación, nada que le diera indicios de qué camino seguir.

Unas mariposas escarlatas revoloteando frente a sus ojos dejando una estela de luz en sus aleteos. Se detuvo, no supo si fue su imaginación sentir algo extraño en ellas. 

Una especie de escalofrió recorrió su espina dorsal y se giró a mirar las mariposas, pero estas habían desaparecido.

Tragó saliva. Y es incomprensible que a pesar del mal presentimiento algo lo sigue atrayendo. El ruido de un rio corriendo lo hizo sentir tener esperanzas y avanzó, recuerda que cerca de la cabaña pasa el rio, por lo que si lo sigue llegará donde esta Ángel. Pero detiene sus pasos justo a tiempo notando la presencia de un sujeto... intimidante.

Aquel observaba el agua en silencio con el ceño arrugado. Su cabello negro y largo cae a sus espaldas de una forma desordenada. Lleva una camisa de tono burdeos con los primeros botones desabrochados, un pantalón negro y altas botas del mismo color. Un grueso cinturón en su cintura, más armas varias que cuelgan de este y de la espalda.

Demian no pudo evitar alzar una ceja extrañado, pensaba que en este bosque no había nada más que animales. La expresión fría del desconocido lo hizo darse cuenta de que lo mejor era alejarse mientras aquel aun no notaba su presencia. Sin embargo al dar un paso hacia atrás pisó una rama. Bastó el crujido de la rama a sus pies para llamar la atención de aquel individuo.

Solo fue suficiente un segundo para darse cuenta de que estaba aprisionado contra un árbol con una daga rozándole en el cuello y con el otro brazo del desconocido aprisionándole el pecho. El dolor de su espalda lo hizo apretar los dientes, pues el golpe no fue nada delicado. Tragó saliva sin atreverse a mirar directamente a los ojos al salvaje que lo tiene, prácticamente en sus manos.

"¿Qué está pasando? ¿Quién es este loco?"

Son tantas preguntas que su rostro se tensa aún más. El brazo con el cual aquel desconocido le empuja el pecho hizo mayor presión, lo que lo hace respirar con mayor dificultad. Al subir su mirada y detenerse en el rostro de su atacante, sus ojos turquesa se detuvieron en el salvaje. Algo pareció ver en ellos que le impacto, pues los ojos de aquel desconocido se abrieron desconcertados, incluso llegando a soltarlo y retroceder confundido. Luego tosió escupiendo sangre y cayo de bruces al suelo.

Demian suspiró aliviado al sentirse libre. Respiró aun cuando sintió dolor, la presión en su pecho sigue latente. Se acercó con cautela dándose cuenta de que aquel tipo tiene una gran herida en su pecho, que comienza a sangrar del pecho tornando aún más sus ropas. Bien, es la oportunidad para huir, total en ese estado no podrá perseguirlo.

Sin embargo, no dio ni tres pesos y la culpabilidad le pesó.

"—No te pongas a recoger y curar animales si después no te haces responsables de ellos —me dijo mi hermano Arturo reclamando porque al final él tenía que hacerse responsable de los animales que yo, su hermanito menor rescataba"

Aunque claro de todas formas, este no es un animal indefenso, es un hombre. No va a salir persiguiéndolo como un perrito o un gato. Ni tampoco tendría que darle explicaciones a su hermano porque lo ha traído a casa consigo. Le desató la ropa con cuidado, temiendo despertarlo, para poder revisar su herida. La herida es horrible, la piel abierta muestra las marcas que rebanaron su carne, y de milagro no llegaron a sus costillas. Aun cuando estaban vendadas, porque al parecer aquel salvaje intentó detener el sangrado, aquellas vendas lucen ya rojas de toda la sangre perdida.

"Es evidente que un animal salvaje lo ha atacado, parecen ser marcas de una garra enorme, aunque no imagino que animal podría tener dicho tamaño."

Por otro lado, ver esa musculatura lo hizo sentirse extraño, no sabe si es envidia o algo más. Sintió el calor apoderarse de su rostro y de inmediato desvió la mirada. Tosió moviendo la cabeza de lado a lado concentrándose en que debe curar esa herida. Se colocó de pie buscando lo necesario para hacerlo.

Con el agua del rio intentó hacerlo como pudo, sabe que no es lo más higiénico, pero no tiene nada más a mano para limpiar la herida, y mientras no puedan ir al pueblo o a la casa de Ángel no hay otra opción. Luego con su pañuelo detuvo la sangre y las mangas de su camisa sirvieron para vendarlo.

Lo cargó en su espalda. Es más alto que él y el doble de pesado, pero no se rindió ni lo dejo caer. Sin embargo, solo dieron vueltas sin llegar a su destino hasta que se hizo de noche.

El frio llegó a sus huesos, había escuchado que en las montañas el frio nocturno es horrible, y ahora lo estaba comprobando. La niebla además rodeo el lugar. Encendió una fogata agradeciendo haberse metido en esas clases de scout y antes de que se diera cuenta sintió unos ojos brillantes encima suyo para girarse y darse cuenta de que el desconocido lo observa fijamente.

—Intentas tenerme como rehén —le reclamó en forma agresiva.

—¿De rehén? ¿Y para qué? ¿Qué gano yo con eso?¿Estas malinterpretando las cosas? Solo quiero ayudarte —respondió ofendido desviando la mirada.

—No necesito la ayuda de una criatura endeble y miserable como tú —lo miró con desprecio y eso le dolió a Demian.




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