La maldición de tus ojos

6.- En sus garras

La mañana llegó, las altas hojas de tono verdosos agitaban su sombra sobre el tejado de la humilde casa de madera. Los altos arboles de troncos delgados y mixtos entre café y verde se movían siguiendo la brisa fresca de aquel día.

Demian se levantó llevando consigo los dos baldes para el agua. Ángel estaba despierto desde más temprano, por lo que Demian le dejó el desayuno listo antes de salir. Quiso despedirse, pero al verlo mirando el horizonte con una expresión extraña prefirió mejor dejarlo tranquilo. De seguro Ángel se prepara para en un par de horas irlo a buscar si no volvía. Aunque...

"Esta vez no me perderé, anoté los pasos en un papel, ya quiero ver tu cara de sorpresa al ver que he vuelto antes de lo que esperas"

Sin embargo, Demian volvió a perderse...

Después de dar vueltas y vueltas sin sentido, decepcionado de que sus planes no hubieran resultado, terminó por tirarse de espaldas al pasto. Se entretuvo mirando como el sol atravesaba las hojas de las copas de los árboles. Fue así como se durmió sin darse cuenta.

Una risa fantasmal femenina lo despertó de golpe y lo hizo sentarse de inmediato en estado de alerta. Miró a su alrededor notando como las enredaderas de flores han rodeado todo el lugar. Esto lo confundió ¿Cómo estas flores pudieron aparecer tan rápido? ¿O acaso durmió demasiado?

—Hola, has vuelto —la suave voz de la muchacha que está a su lado lo sobresaltó.

Se llevó la mano al pecho colocándose de pie. Ella es la mujer ciega que el día anterior encontró en una especie de jardín de flores. Sin embargo, esta seguro que el lugar en donde se durmió no había ninguna de las enredaderas que hay ahora rodeándolos.

Aquella con un bastón avanzó hasta que estuvo lo suficientemente cerca para colocar su mano sobre la misma que Demian había colocado en su pecho. No entendió que se propone, y poco acostumbrado al contacto físico quiso apartarse. Ni siquiera alcanzó a dar un paso cuando sintió como si le acabaran de enterrar millares de agujas en el pecho y unas pupilas amarillas bajaron de la parte superior de los ojos de aquella mujer, como una muñeca mimosa que los ojos rodantes se hubiese quedado pegados hacia arriba y que por la gravedad caían lentamente a sus cuencas.

Ante esto Demian se apartó de un golpe, pero al querer moverse sus piernas estas flaquearon y antes de decir algo sus ojos se oscurecieron.

Despertó solo para darse cuenta de que está firmemente atado con las enredaderas alrededor suyo. La mujer al verlo con los ojos abierto se acercó sonriendo para, sin respeto, pasar su mano por su cuello y su dedo pulgar por sus labios, apretó los dientes por el atrevimiento de aquella.

—No solo posees esos ojos dignos de nuestro amo, sino además tu aura demoniaca es impresionante, que ganas de devorarte, me siento tan excitada de solo pensar como lloraras en mis manos, como gritaras suplicante mientras te posea, te haré mío en medio de tu sangre y fluidos, una y otra vez hasta que pierdas la conciencia, tal como lo hice con todas mis víctimas anteriores, aunque tú eres hasta ahora mi presa preferida, eres tan guapo, tal vez hasta conserve tu cadáver para seguir jugando contigo...

Demian abrió los ojos sin creer las palabras que acaba de escuchar ¿Qué clase de ser infame y cruel es este? Pero luego notó que las flores a su alrededor lucen extraño, son como si sus formas fueran distintas a lo que eran antes. Mirando con atención empieza a notar que no son flores, son miembros humanos separados de su cuerpo que cuelga de las telas de arañas que envuelven el lugar. El olor es tan nauseabundo que contuvo sus ganas de vomitar. Y solo pensar que las amenazas de esa loca son reales lo hace sentirse atemorizado. Aunque quisiera negarlo está en una situación de vida o muerte.

—¿Quién eres? —le preguntó Demian arrugando el ceño.

La criatura al ver aquel rostro no pudo contenerse, y se alzó pasando su larga y anormal lengua sobre la boca del hombre. Demian cerró sus labios con fuerza sintiendo la saliva extraña y viscosa sobre su piel. Más cuando esa lengua es áspera, larga y puntiaguda.

—Soy conocida como la araña negra, necesitó a un hombre para procrear y luego me alimento de su cuerpo. Y tú —paseó sus uñas por el rostro de Demian— eres un hombre bastante apuesto, mis hijas serian igual a ti... me siento tan emocionada de solo pensar como nos vamos a divertir. Y ojo soy una araña hermafrodita, puedo disponer de dos formas distintas de ti.

Lo tomó de la barbilla con tanta fuerza que le causo dolor. Intenta que Demian abra la boca, pero aquel se resiste. Eso parece molestarla, entonces en vez de poder probar el interior de esa boca se conformó con que su lengua entrará por la camisa de su pecho deslizándose por su cuello hacia su pecho. Saboreó la piel que hizo contacto con su lengua, pero al llegar a la cintura se detuvo bruscamente.

Demian aprieta los dientes ante la desagradable sensación, la saliva de la araña es pegajosa y el olor nauseabundo del entorno hace que todo sea más repugnante. Al sentir como aquella lengua se deslizaba por su cintura sintió un escalofrió y fue aquí donde aquella se detuvo. La mujer de repente retrajo su lengua y pegó un chillido como si sintiera un horrible dolor de cabeza y luego cayó al suelo de rodillas.

—¡Perdóneme, mi señor! —suplicó con lágrimas en los ojos—. No lo tocaré, es suyo, su venganza. Lo siento...

Y se inclinó como si algo empezará a presionarle el cuello con fuerzas, se llevó ambas manos al cuello intentando respirar desesperada. Para luego sentirse liberada y babear exageradamente inclinando con la cabeza hacia el suelo.

—Gracias... mi señor... no volveré a.… ser imprudente... seguiré sus órdenes…

Los ojos de Demian se alejaron un momento de la mujer, mirando a su alrededor, no entiende bien lo que ha pasado, pero alguien acaba de salvarlo, aunque escuchar "venganza" lo hace tensar su rostro. Luego su atención se detiene en los cuerpos desmembrados. Arruga el ceño, esta debe ser la criatura causante de las personas desaparecidas del cual el alcalde del pueblo vino a pedir ayuda. ¿Dónde está Val cuando se le necesita?




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