La maldición de tus ojos

12. La primera vez

Se quedó mirándolo sin saber que decir, sus ojos cristalinos y de tono turquesa se detuvieron en los ojos azules de Ángel. Tal como aquel se había confesado él había dicho lo mismo sin esperarse de un momento a otro terminar entre el colchón y el cuerpo cálido de su maestro.

—¿No crees que vas demasiado rápido? —le preguntó Demian alzando ambas cejas buscando no ofenderlo.

Y aunque las piernas nadie se las ha abierto, pues inconscientemente se ha colocado en esa posición, Ángel lo entendió por lo que con cuidado se quitó encima suyo y le sonrió en forma cariñosa acariciándole la cabeza. Demian no sabe si de repente le bajó un complejo extraño y se piensa que es un perro para acariciarlo de esa forma.

Suspiró.

—Siento ser aguafiestas —musitó avergonzado.

—No hay problemas, eres virgen lo entiendo, te esperaré hasta que estés listo —le respondió con una suave sonrisa.

Ser llamado virgen no le pareció adecuado, además, aunque no lo fuera antes se consideraba heterosexual por lo que si tuviera experiencias serían de otro estilo, nada que ver con lo que significa acostarse con otro hombre. Tembló, no por miedo, sino por el susto que le dio sentir esa curiosidad con tal fuerza que sus piernas flaquearon ¿Cómo se sentirá sentirse tomado por Ángel? Pero...

"¿Y por qué tengo que pensar que yo debo ser cogido en vez de yo cogerlo a él?"

Él solo se había etiquetado con el papel del pasivo en su primera experiencia sexual de ese tipo. Ángel se puso de pie y su perfume fue percibido por Demian sin poder evitarlo. Atosigado lo contempló, alto, apuesto, con esas pestañas de tono claro como su cabello y ante la leve sonrisa de su rostro le está haciendo imposible contener la curiosidad de saberse suyo.

—Ya es muy tarde, deberíamos cenar y dormir...

Pero al alzar la mirada la expresión de Demian lo paralizó, sus mejillas parecen teñirse de un leve tinte rosa, con sus labios húmedos aparecen entreabiertos, y los ojos entrecerrados con aquellas largas pestañas que despliegan una sombra exquisita. Alzó sus cejas sonriendo con esfuerzo.

El corazón de Ángel se aceleró y sus manos temblaron. Le está resultando difícil controlarse, qué más quisiera hacerlo suyo, sentir su piel desnuda, escucharlo gritar en medio del éxtasi salvaje. Traga saliva y sonríe a la fuerza.

—Si dices que no quieres esta noche no me mires de esa forma, parece pedirme a gritos que lo haga —musitó con sinceridad.

—¿Cuántas veces lo has hecho con un hombre? —le preguntó y al escucharlo se sentó a su lado pensativo.

—Tu serías el primero —respondió con malicia.

—Te demoraste un minuto para responderme y te voy a creer —señaló Demian ofendido, arrugando el ceño y desviando su mirada a otro lado.

Ángel lo tomó de la barbilla para que lo mirara a los ojos.

—Créeme —le susurró antes de besarlo.

Sus labios están ardientes, tantos que por un momento Demian pensó que tenía fiebre y se lo ocultaba. Pronto el beso se intensificó, en un juego de exploración de ambos, la respiración agitada no se hizo esperar, cada uno respiraba dentro de la boca del otro sin intensiones de separarse.

De un momento a otro estaban acostados sobre la cama. Ángel contempló con una leve sonrisa la expresión libidinosa de su compañero, y acarició su mejilla ante lo cual Demian reaccionó sintiendo que su rostro no podía seguir aguantando todo este calor.

—¿Estás seguro? —le preguntó Ángel—. Si quedas embarazo prometo que voy a responder.

Los ojos de Demian se abrieron más para luego desviar la mirada.

—Idiota, soy hombre, no puedo quedar embarazado, pero aun así usa protección, de seguro con lo promiscuo que eres debes tener un preservativo en algún lugar —reclamó con severidad.

Ángel le sonrió con maldad.

—Tengo muchos, cuando supe que vendrías conmigo me aseguré de abastecerme —le susurró al oído.

Decirle esto fue como sentir que el pecho le estallaba ¿Acaso tenía planeado desde un principio que terminaran en la cama? Chasqueó la lengua de una forma que a Ángel le pareció tan provocativo que no pudo evitar besarlo. El juego con sus lenguas se hizo más intenso, tanto que al separarse su saliva pareció aun unida.

—Si te duele dime, al no tener experiencia con hombres, aunque si lo he hecho así con mujeres no sé si debo ser igual de cuidadoso o más. Si no te sientes cómodos me lo dices y paramos —le habló preocupado colocándose serio.

Demian solo movió la cabeza en forma afirmativa, su gesto es tan dulce e ingenuo que sabe que le costara contenerse. Volvió a besarlo, besar su cuello, de manera de prepararlo para lo que viene. Se siente caliente, que su cuerpo lo quema, quisiera ya hacerlo suyo, meterlo a lo profundo. Pero debe respetar su ritmo. Aunque la expresión de Demian es como si lo incitara a darle duro, no se atreve. Por lo que procede primero a masturbarlo.

Para Demian esto es extraño, no sabe cómo reaccionar, pero le gusta sentir la mano ardiente de Ángel tomarlo de esa forma. Ya cuando siente que se va lo aleja, y se coloca en la posición que cree que es correcta.

Al verlo así, Ángel comete el error de querer entrar de una vez. Pero el quejido de Demian lo detiene.

—Despacio —reclama entrecerrando los ojos con un gesto de dolor—. Se más cuidadoso...

Se siente culpable, pero es que ha soñado tantas veces poder tenerlo para sí, sentirlo suyo, que cometió ese error. Lo intentó una y otra vez hasta que notó que Demian no hacía gestos de dolor, pues pareció tocar un punto que lo hizo abrir los ojos con placer dejando escapar un quejido tan alto que lo sorprendió a ambos.

—¿Puedo meterlo más? —le susurró al oído en tono seductor y Demian lo miró confundido ¿Es que acaso aun no la ha metido toda?

Al final movió la cabeza en forma afirmativa para luego aferrarse a la almohada antes de sentir como Ángel empujaba con más fuerzas, es una mezcla de placer y dolor, pero le gusta por lo que no lo detiene aun cuando siente que ya es demasiado y abre la boca dejando escapar otro gemido.




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