La maldición de tus ojos

14.- Ojos que no ven

El agua del rio luce cristalina. Fresca y tentadora en pleno día caluroso. Un hombre se secó el sudor y se acercó a beber. Luego sus ojos se detuvieron en su propio reflejo.

Nunca había lucido tan bien y eso lo sorprendió. Se restregó la cara, pero cuando intentó abrir los ojos todo estaba oscuro.

—¿Qué está pasando? —se colocó de pie tambaleando—. ¡No puedo ver!

Y lo peor fue cuando intentó restregarse los ojos y no los encontró. ¡No es que no solo no tuviera pupilas! Su piel es lisa, suave, como si jamás hubiera existido algo en el lugar donde antes tenía sus ojos.

Su gritó de terror envolvió todo el bosque. Pero no alteró a las mariposas escarlatas que revoloteaban a un costado entre la espesura del bosque. Betzu, el demonio plateado, entrecerró los ojos sin moverse de su posición, solo enfocado en las aguas del rio, que fingiendo ignorancia de lo que había pasado, seguían su ritmo usual.

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—Ya van dos —indicó Val con seriedad.

Ángel arrugó el ceño sin decir palabras mientras Demian le sirve un té y los contempla con curiosidad.

Está seguro de no haberlo escuchado mal, dos hombres han ido al bosque y han perdido sus ojos. Lo más siniestro es como si se los hubieran borrados, en una piel sin evidencias de que ahí existieron dos cuentas de pupilas activas.

—¿Será... un demonio? —preguntó Demian con inseguridad. Es como si temiese escuchar la respuesta de esa pregunta.

—¿Qué otra criatura podría cometer semejante crueldad? No hay ser más repugnante y cruel que aquellos que cargan con la sangre demoniaca en sus venas —masculló Ángel aprisionando ambas manos.

Demian notó la mirada endurecida de su maestro. En cierta forma le dolió ver que ni siquiera titubeó en responder, poco a poco Demián ha comenzado a darse cuenta de que el odio que Ángel muestra hacia los demonios ha dejado de esconderlo ante él. Él es semi demonio... su maestro parece olvidarlo.

Suspiró y Ángel se dio cuenta.

—¿Estas bien? Yo no quise decirle por ti, yo… lo siento —le preguntó su maestro preocupado tomándolo de ambas manos ante su sorpresa—. Deberías sentarte unos momentos.

—Tengo entrenamiento —le respondió Demian sonriendo—. Luego de eso tomaré un descanso.

—Bien, prometes luego descansar, con Val vamos a bajar al pueblo, ten cuidado —señaló de inmediato.

Demian entrenó durante unas horas hasta que se detuvo de golpe al sentir que no está solo.

Volteó viendo a un niño de unos once a trece años sentado en el pasto mirándolo con interés. No pudo ocultar su sorpresa de verlo en un lugar tan aislado. El cabello del niño es oscuro y desordenado a pesar de que lo lleva atado atrás en una cola. Sus ropas no parecen nuevas, pero lucen limpias, y además anda descalzo. Sus ojos son azules como el mismo rio. Al hacer contacto visual le sonrió de inmediato.

—¿Cómo te llamas, niño? —le preguntó Demian mirando a todos lados por si veía a sus padres.

—Caslu —le respondió.

Demian alzó sus cejas, desconfiado del nombre tan extraño.

—¿Dónde están tus padres?

—No tengo, soy huérfano, vivo solo.

Demian lo miró preocupado. Luce bastante delgado, será mejor llevarlo a casa y esperar que Val y Ángel regresen. Tal vez es un niño perdido del pueblo de abajo, y con ese demonio roba ojos es peligroso dejarlo deambular solo por los alrededores.

—¿Tienes hambre? —le preguntó.

Movió la cabeza en forma afirmativa sin despegar su atención de Demian. Aquel se inclinó acariciándole el cabello recibiendo como respuesta una amable sonrisa. De verdad es un chico bastante simpático, pensó.

—Ven vamos, acompáñame, tenemos comida en casa.

Como respuesta sus ojos se colocaron brillantes, emocionado por la amabilidad de aquel hombre. La última persona que había sido así con él fue ella... se mordió los labios sin que Demian lo notara.

Comió con ganas, como hace mucho no lo hacía. Se había alimentado por años de frutos y carne que cazaba, pero golosinas y pan dulce no había probado desde hace mucho. Demian lo contempla con atención intentando pensar que de seguro el niño le ha mentido de que vive solo. Le es difícil que alguien pueda vivir cerca del bosque con todos esos seres peligrosos que deambulan en el lugar. En eso aquel pequeño estornudo y dos cuernos aparecieron en su cabeza los que de inmediato hizo desaparecer, concentrándose.

Demian se quedó con la boca abierta. No es un niño humano, es un ¿demonio? Pero aquel ni siquiera luce preocupado por haber revelado su identidad, sigue comiendo con toda confianza. Incrédulo pestañeó sin saber que decir.

—¿Eres... un demonio? —le preguntó finalmente.

—Sí —le respondió sonriendo—. Como usted, joven amo. No me hubiera acercado si fuera un humano.

Lo contempló de reojo, con algo de desconfianza, pero al final se sintió mal de tener esos sentimientos. De todas formas, él también es un demonio, aunque solo un semi demonio. Además, no parece peligroso. Sin embargo, Ángel no puede encontrarlo, no sabe cómo podría reaccionar.

—Pronto llegaran mi maestro y un amigo, ellos son cazadores, así que debes irte antes de que lleguen —le dijo con suavidad—. Puedes llevar comida si necesitas.

—¿Puedo volver mañana? —los ojos del niño demonio lucen ansiosos—. Puedo prepararle carne de serpiente de rio, es muy buena y deliciosa.

—No lo sé —exclamó dubitativo.

—¿O puede usted venir a mi casa? —se agarró de su manga sonriendo—. Solo debe seguir el rio y llegara.

Parece que no va a poder convencerlo de lo contrario, y será menos peligroso que Ángel lo descubra si está en su casa.

—Está bien —respondió sonriendo—, pero vete ya, antes que lleguen.

El demonio agradeció la comida y se alejó con rapidez por el bosque justo a tiempo cuando el auto de Ángel se escuchó cercano.




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