La maldición de tus ojos

15. Anastasia

Al otro día aprovechando la ausencia de su maestro, Demian salió temprano siguiendo el rio. Su orientación es mala, pero guiándose por el rio pudo cruzar el bosque sin problemas.

Caminó durante horas sin encontrar nada, hasta que al fin pudo ver una casa a un costado del rio. Pero por lo maltrecha parece abandonada. Estaba a punto de seguir su camino cuando sintió ruidos en el rio y vio a Caslu pescar algunos peces solo con sus manos e incluso devorarse algunos. Al ver a Demian le sonrió de inmediato.

Dejó los peces en una canasta y se acercó feliz de volverlo a ver.

—Joven amo, no pensaba verlo tan temprano aquí —le dijo animado—. Voy a limpiar estos peces y las serpientes y comeremos, quiero de esta forma agradecerle por las ricas golosinas que me dio ayer.

Fue así que en unas horas ya estaba la carne limpia encima de una fogata, que el pequeño demonio encendió sin dificultad. Esa casa maltrecha que antes vio Demian, resultó ser la casa del demonio menor.

—Joven amo, pruebe la carne, está muy buena —lo instó pasándole una serpiente ya asada.

Con cortesía Demian lo agradeció, y los ojos del demonio lucieron brillantes y felices.

—Solo llámame Demian —agregó.

—Oh no, joven amo, los demonios de ojos turquesa están en el nivel superior de las clases demoniacas, sería una ofensa que un demonio como yo, de baja categoría, lo tratase por su nombre. Un demonio de trescientos años que apenas hace unos cincuenta pudo tomar forma humana.

—Lo que dice Caslu es cierto —los interrumpió una voz.

Frente a ambos apareció Betzu, el demonio plateado, luce tan elegante y solemne como siempre. Y sus ojos se posaron sobre los de Demian que de inmediato desvió la mirada. Caslu se inclinó de inmediato y trató de que Demian hiciera lo mismo, pero aquel no se movió.

—Majestad —dijo el demonio menor de rodillas con la cabeza pegada al suelo.

Demian refunfuñó, él no piensa arrodillarse frente a ese demonio plateado. Betzu sonrió divertido.

—Sentí el aroma de serpiente de rio asada y no pude evitar interrumpirlos —habló el demonio mayor.

—Majestad, es un honor si prueba mi comida —respondió Caslu sin levantar la mirada.

Demian cruzó los brazos.

—Dices que vives en un palacio ¿No tienes a cientos de cocineros que te preparen platos deliciosos? —se quejó de inmediato.

Betzu entrecerró los ojos sonriendo. Y se acercó levantando la barbilla ante la sorpresa de Demian.

—Pero no tan buena compañía como aquí —señaló en forma seductora—. Además, vine a hablar con Caslu fue una casualidad encontrarte aquí.

Dicho esto último, se colocó serio acercándose al pequeño demonio que sigue inclinado.

—Levántate, quiero hacerte una pregunta —se sentó sobre uno de los troncos de madera que había en el piso—. Humanos sin ojos ¿Son causa tuya?

Demian arrugó el ceño y guardó silencio. Deseaba preguntarle lo mismo a Caslu, pero Betzu se le había adelantado.

El demonio menor desvió la mirada, luce dolido, aunque sus ojos muestran una expresión agresiva que no había visto antes.

—Con todo respeto, majestad ¿Acaso le preocupan esos humanos? —le preguntó Caslu luciendo molesto.

Demian le impresionó la valentía de hablarle así a alguien como el demonio plateado, pero Betzu se echó a reír.

—Por supuesto que no, me preocupa mi leal súbdito, sé qué hace años abandonaste el palacio, pero no por eso las puertas están cerradas para ti. Pero es peligroso que te expongas de esta forma. Pues el maestro del joven Demian no es ni más ni menos que Ángel Stravou —agregó Betzu mirando de reojo la expresión del joven discípulo.

Escuchar ese nombre hizo al demonio menor abrir los ojos sin creerlo para luego mirar a Demian.

—¿Joven amo su maestro es uno de los más temibles cazadores?...

Demian se sintió como si le hubiera mentido, pero no era su intención. Aun no asimila que su maestro sea alguien que atemoriza tanto a los demonios. Solo se inclinó colocando sus dos manos sobre los hombros del pequeño Caslu.

—¿En serio fuiste tú quien atacó a esos hombres? —le preguntó preocupado.

La mirada de Caslu se ensombreció y movió la cabeza en forma afirmativa.

—Por Anastasia —respondió.

Demian lo miró confundido.

—¿Anastasia? —repitió.

Caslu bajó la cabeza.

—Mi amiga Anastasia amaba el rio, decía que correr descalza la hacía sentirse libre —sonrió con tristeza—. Ella quería ser libre, había huido de un matrimonio nefasto con un hombre malo. Sabía que era un demonio, pero me cuidaba como a un hijo, me decía que yo le recordaba al suyo que murió por una grave enfermedad. Pero como todos los humanos, era frágil. Enfermaba mucho y no podía ir al pueblo a buscar medicinas, no teníamos dinero, y ella temía que su exmarido la encontrara.

Junto sus manos y estas temblaron. Y apretó los dientes mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Si no la hubiera dejado sola... un día ella amaneció muy mal, pensé que podía cambiar algunos frutos por remedios y fui al pueblo. Me fue bien y volví feliz a darle la noticia. Pero cuando llegué a nuestra pequeña cabaña había sangre y desorden. Sentí un escalofrió y corrí afuera. Y escuché a esos hombres decir que si ella no se hubiese resistido tanto la hubieran dejado vivir. La encontré en el rio, flotando, muerta, cubierta de sangre y heridas, golpeada y ultrajada ¡¿Por qué, joven amo?!

Se aferró al cuello de la camisa de Demian llorando con rabia. Se agitó ahogándose en sus sollozos antes de cubrirse los ojos al soltarlo.

—¿Qué les hacia ella de malo a ellos? ¿Por qué le hicieron tanto daño? —apretó los dientes—. Después de años dos de ellos volvieron al bosque ¿No creen que merecían ser castigados por lo que le hicieron a Anastasia? Ellos fueron unos asesinos, yo los condené a la ceguera para que nunca volvieran a dañar a alguien más ¿Es que acaso yo soy el malo? ¿Soy malo por ser un demonio que solo quiso darle justicia a una pobre alma humana condenada? Ella aun no puede irse de aquí, no puedo dejarla sola.




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