La maldición de tus ojos

18. Abre los ojos

La noche era fría, lo bastante para entumecer a cualquier ser que se adentrara en el bosque a dichas horas.

Demian abrió los ojos luego de horas estar inconsciente sobre el húmedo pasto, con dificultad, sus heridas le duelen tanto que ni siquiera puede moverse.

No solo las heridas físicas le causan daño, también las heridas del alma. Ángel no tuvo compasión, no la tuvo con Caslu, aunque los únicos criminales habían sido los humanos que sufrieron su castigo por abusar y maltratar a la amiga del pequeño demonio.

Pero Caslu fue condenado, castigado y asesinado por ser un demonio, no hubo juicio justo, nadie quiso escuchar las palabras que justificaran su acción. Ángel simplemente decidió que era un monstruo al que había que matar por ser quien era, un demonio.

Betsu se lo advirtió, le dijo que para su maestro todos los demonios son criminales asesinos y no iba a escucharlo. Tontamente pensó que podía convencerlo, que escucharía la historia de Caslu y lo dejaría ir.

Cerró los ojos mordiéndose los labios. Nada resultó como esperaba, y su debilidad, su confianza, lo único que hicieron fue llevar a su pequeño amigo a la muerte.

No puede evitar sentirse culpable.

Si mirada se detuvo en el botón de flor cerrador que el demonio plateado le dio a Caslu para que colocará en el rio y pudiera despedirse de su amiga. Eso es lo único que queda de él, su cuerpo al fallecer se volvió en cenizas que el viento terminó por dispersar en todo el bosque.

Es triste, lamentable, como una herida abierta en el pecho, darse cuenta de que hace unas horas atrás hablaba con Caslu y ahora es como si nunca hubiera existido en el mundo.

—Te lo debo… —musitó con un hilo de voz intentando levantarse del suelo.

Pero las heridas le queman las entrañas, su sangre demonio sufre por el daño causado por las armas del cazador. Soltó un leve grito de agonía mientras se afirmaba de sus manos y gateaba en dirección del botón de flor.

Cada movimiento es como ser atravesado por miles de agujas que le atraviesan la piel dolorosamente.

Respiró jadeante tratando de soportar algo que se le está haciendo imposible, y se desplomó luego de solo arrastrarse un par de centímetros.

Apoyó la cabeza en el pasto buscando fuerzas para volver a intentarlo. Pero duele demasiado, al nivel de hacer que su cuerpo tiemble por completo.

El bosque luce silencioso y callado, solo el ruido de pequeños animales y grillos pululando es lo único que logra escuchar.

Demian vuelve a intentarlo, pese a que es una tortura. Nunca en su vida había sentido tanto dolor, ni siquiera con el veneno que le dio su propia madre cuando lo quiso matar por traicionarla. Tenía que matar al hijo preferido de su padre, del Dios Hades, pero en vez de eso apoyó a su hermano ayudándolo incluso a recuperar su lugar.

No porque su padre nunca le mostró cariño iba a despreciar a su hermano, porque pese a todo Arturo siempre lo quiso, es más tal vez fue el único en toda su familia que lo quiso…

Por ello puede entender a Caslu, si alguien daña a la única persona que te da afecto ¿Qué harías por tu ser querido? ¿Fue un crimen dejar ciego a quienes torturaron a su amiga hasta enloquecerla y empujarla a saltar del abismo? ¿Por qué tuvo que morir un demonio que por amor solo quiso aminorar el dolor de tan cruel destino? ¿Por qué morir a causa de esos criminales?

Apretó los dientes antes de escupir sangre en forma violenta, las heridas en su interior queman sus entrañas intentando convertirlas en cenizas, sino fuera por la sangre divina de su padre ya hubiera muerto.

Su vista comenzaba a nublarse cuando su atención se detuvo en el botón de flor que es mecida por el viento.

No, no puede rendirse, tiene que lograr por lo menos cumplir la última voluntad de Caslu, llevar ese botón al rio.

Se levantó a duras penas y caminó inclinado, apoyándose en los árboles deteniéndose solo para escupir sangre.

Sus piernas no le obedecen por completo y cae y tropieza causándose más heridas.

El dolor punzante de su cabeza lo hizo llevar su mano a su frente solo para ver más sangre, no recordaba esa herida que tuvo cuando Ángel lo lanzó al piso antes de patearlo en el vientre. Debe ser por esos golpes que además ahora debe inclinarse en el suelo más de una vez para vomitar.

Llegar hacia el botón fue más difícil de lo que había imaginado y cuando pudo sostenerlo entre sus manos se desvaneció, solo faltaba un par de centímetros y aquel rodó por la palma de su mano, rodó por el suelo hasta llegar al rio y caer en su interior.

En ese instante una luz iluminó el rio y un alma doliendo salió gritando y llorando girando alrededor del lugar en donde yace Demian buscando algo que no encontró.

—Vete, él ya no está aquí, ve y descansa, el destino les dará otra oportunidad en su otra vida —una voz profunda apareció en medio del bosque y el alma dolida se detuvo en la imagen del demonio de larga cabellera plateada que avanzaba hacia el rio con seriedad—, los hilos rojos del destino no solo nos atan en esta vida sino además en las que vendrán.

Dicho esto, se inclinó en el piso tocando la mejilla de Demian que permanece inconsciente.

—Ellos serán felices en la otra vida —le susurró al semi demonio en su oído mientras su mirada se dirigía al alma doliendo que comenzaba a desvanecerse frente a sus ojos.

Luego de eso alzó a Demian entre sus brazos antes de alejarse de la orilla del rio.

 

Val llegó al amanecer a la pequeña cabaña trayendo consigo carne de un jabalí que acababa de cazar, como vio a Demian muy pálido cree que comer carne le ayudará a recuperarse.

Al golpear la puerta fue recibido por la expresión ansiosa de Ángel que luego de ver que es él no ocultó su desilusión. Val entró dejando caer el enorme trozo de carne sobre la mesa.

—Dile a Demian que venga, vamos a prepararle este buen trozo de jabalí para que recupere energías —dijo con una enorme sonrisa golpeando ambas palmas de sus manos.




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